PSICOLOGÍA

Tristeza en niños: poder manejarla para que estén felices

La aceptación de las emociones genera un mejor desarrollo

Una niña llora en el suelo

Una niña llora en el suelo / periodico

Ángel Rull

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La tristeza es una de las seis emociones básicas con las que cada persona cuenta en su repertorio. No es opuesta a otras, ni tan siquiera a la alegría, pero su mal uso y quedarse anclado en ella sí va a dificultar el sentir emociones de carácter positivo. Es por eso, muchos niños que se manejan más en la tristeza, les cuesta sentir otro tipo, como el orgullo hacia sí mismos, la alegría o la ilusión. La tristeza va acompañada de pensamientos repetitivos, apatía o falta de energía. Desde este punto, si lo mantenemos en el tiempo, no podremos experimentar cosas diferentes.

El cerebro tiende a acostumbrarse a los estados emocionales, llegando a convertirlos en patrones de comportamiento. Experimentar una emoción concreta durante unas horas o días no tiene repercusiones reales, pero sí las tiene cuando acabamos generando ese estado permanentemente. Cualquier persona puede quedarse anclada y los niños son especialmente susceptibles a ello, ya que no conocen sus emociones, sus funciones o el cómo poder manejarlas mejor. La tristeza debe ser también trabajada y aceptada para poder estar mejor.

Más felices

La felicidad es el estado que llega no por no haber sentido emociones negativas, sino por haberlas identificado, aceptado y gestionado. Todas ellas tienen una función en nosotros, aunque las rechacemos y prefiramos vivir en las positivas. Negarlas hace que huyamos y que la alegría sentida sea demasiado breve. La plenitud real viene al gestionar todo lo que nos ocurre, incluso estando un tiempo en cualquier emoción negativa.

Los padres son los mayores ejemplos que utilizan los niños para aprender a relacionarse o entender cómo funciona el mundo. Esto también implica copiar ciertos modelos de comportamiento, pensamiento y emoción. Si les enseñamos a entender emociones como la tristeza, podrán desarrollarse con una mayor inteligencia social y desde el verdadero crecimiento.

Los siguientes puntos pueden ayudarnos a que los niños aprendan a entender y escuchar su tristeza para poder llegar a un estado de felicidad:

1. Aceptación

El primer paso es hacer ver que las emociones siempre van a estar con nosotros. La tristeza, como las demás, tiene una función y busca ayudarnos en determinados aspectos. Aceptarla es la parte imprescindible para que no se descontrole y podamos manejarla.

2. Conocimiento

¿Para qué sirve la tristeza? Si no sabemos comunicar esto, no lograremos que pueda usarse correctamente. La tristeza es la emoción que obedece a la sensación de haber perdido algo, aunque no siempre dicha pérdida es real. Es su función y es la señal que nuestro cerebro nos manda para que podamos identificar lo que ha ocurrido en el mundo real.

3. Realidad

No siempre sentimos tristeza cuando algo ya se ha perdido o se ha acabado. A veces anticipamos esas pérdidas, las traemos del futuro y no luchamos para que no llegue a ocurrir. En adultos es fácil verlo cuando, por ejemplo, hay una crisis en la relación de pareja. Anticipo que va a haber una ruptura y, en lugar de movilizar mis recursos para que no ocurra, lo doy por perdido. Al final ocurre lo que me generaba miedo.

4. Alternativas

Cuando vemos que la sensación de pérdida es real, debemos ayudar a generar conductas alternativas. Si la tristeza es por un conflicto en el colegio, ¿qué es lo que podemos hacer para resolverlo? Es la función que tiene para nosotros, generar conductas desde el raciocinio para que podamos salir de ahí.

Cada emoción es útil y válida en nosotros. Nos ayuda a conocernos, relacionarnos y crecer como personas. Si no sintiéramos nada, estaríamos perdidos. Analizar qué sentimos, como cuando estamos tristeza, y buscar soluciones es la alternativa válida. Como padres, debemos enseñarlo también a nuestros hijos.

Ángel Rull, psicólogo.