PSICOLOGÍA
Cuatro comportamientos tóxicos contigo mismo
Varios de nuestros hábitos tienen consecuencias negativas emocionales
Ángel Rull
Licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
Ángel Rull
Cuando tendemos a pensar en cómo una persona dirige su vida, imaginamos que todo lo que hace va encaminado a su propio bienestar, independientemente de cómo se relacione con los otros. De hecho, cuando una persona es tóxica, lo es con los demás, aunque no siempre es así. La persona tóxica también puede ser uno mismo, pero también puede darse que solo sean conductas puntuales las que nos hagan daño.
Malos hábitos, una pobre gestión emocional o anclarse en viejos rencores nos generan malestar y nos impiden relacionarnos con los demás. La señal de alarma nos la da las relaciones que mantenemos con los otros, los problemas en el trabajo o el pensar que nunca nos salen las cosas bien. Sin embargo, emociones como la soledad y el aislamiento y señales de baja autoestima nos podrían indicar que el problema es nuestro y que nos estamos perjudicando con nuestros comportamientos tóxicos.
Hacia uno mismo
La tendencia general es pensar que, cuando las cosas salen bien, me las he ganado y que, cuando algo está mal, es responsabilidad de los otros. Esto acaba ocultando la verdadera cara de la responsabilidad. Lo bueno o lo malo que nos ocurre tiene, aunque no siempre, que ver con lo que nosotros hacemos, aunque sea de forma indirecta. Que haya un problema de insatisfacción laboral, por ejemplo, ¿es solo cosa del trabajo en el que estamos? Si nos ponemos a pensarlo, ese problema podría repetirse en cualquier entorno, porque algo en nuestra interior puede no estar funcionando bien.
La mayoría de las cosas negativas que sentimos con nosotros mismos no se debe a un verdadero desajuste mental, sino a una serie de esquemas cognitivos y conductuales adquiridos con los años y que han perdido la utilidad inicial que pudieran tener. Lo que antes pudo funcionar, ahora no, y acaba haciendo que nos perjudiquemos a nosotros mismos. Es un problema de rutina y zona de seguridad que puede eliminarse mediante el análisis y acciones conscientes.
Para poder identificar qué comportamientos tóxicos tenemos hacia nosotros mismos, podemos fijarnos en los siguientes puntos, evaluar si nosotros lo tenemos y empezar a desarmarlo:
1. Visión egocéntrica
Los niños y los adolescentes se caracterizan por tener una visión centrada únicamente en ellos mismos debido a la falta de madurez del cerebro. Con la etapa adulta, esto se supera y empiezan a tenerse en cuenta a otras personas. Sin embargo, uno de los comportamientos que se mantienen y se convierten en tóxicos es el de perpetuar esta visión. Independientemente del motivo, la persona se centra en satisfacer primero sus propias necesidades, por banales que sean, sin tener en cuenta lo que los otros necesitan y que puede llegar a ser más prioritario.
2. Queja y crítica
El discurso que se da a los otros o que se maneja en el diálogo interior es el que se centra en todo aquello que sea negativo, por pequeño que sea. La queja, de aquello negativo que nos ocurre o nos hacen, y la crítica, de cómo los demás están fallando constantemente.
3. Pérdida de responsabilidad
Esta conducta aparece tanto cuando la persona se niega a tomar control sobre su vida como cuando siente que de verdad no lo tiene. La mayoría de las cosas que logramos se debe al esfuerzo de otros y nosotros no somos autosuficientes ni sabemos regularnos.
4. Frustración y resentimiento
Las pérdidas son partes indispensables de nuestra vida. Una vez que llegan, la emoción asociada es la tristeza, aunque nos cueste quedarnos en ella, ya que parece anularnos y hacernos pequeño. Como respuesta, muchas personas empiezan a dirigirse desde la rabia, una emoción que da energía pero que no nos permite pasar página. Lo que nos pasa es siempre visto como injusto y genera frustración y resentimiento.
La situación ideal en nuestra vida, aparte de todo lo que se atribuye a elementos externos o al azar, es que toda acción realizada fuera dirigida a obtener una satisfacción, encaminarnos al bienestar y unirnos a los demás. Sin embargo, varias de las cosas que realizamos constantemente son tóxicas y nos generan aislamiento y malas relaciones. Trabajar desde la humildad y poder verlo es el primer paso para poder cambiarlo.
* Ángel Rull, psicólogo.
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