PSICOLOGÍA

Así puedes reconocer tu éxito para ser feliz

El reconocimiento personal implica conectar con la emoción del orgullo

Chica joven contenta con ordenador portátil

Chica joven contenta con ordenador portátil / periodico

Ángel Rull

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La felicidad suele medirse en función del éxito que estamos teniendo en las diferentes áreas de nuestra vida. Somos más felices si tenemos un buen trabajo que nos genera muchos ingresos, si tenemos fama o poder, si estamos casados o tenemos una perfecta independencia y si todas nuestras relaciones son satisfactorias. Sin embargo, la felicidad puede estar presente en numerosos momentos en lo que realmente no hemos cumplido todos nuestros sueños. No se trata de estar bien en cualquier circunstancia, lo cual es imposible, sino de saber ver el bienestar en muchos de los momentos del día a día.

Cómo felicidad y éxito no siempre van de la mano podemos observarlo en muchas personas de nuestra vida. Parecen tenerlo todo y, sin embargo, no son felices. Esto se debe a que lo que han construido no les genera una gratificación real, o bien porque no va acorde a sus verdaderos valores o bien porque hay otros problemas de autoexigencia de por medio.

Bienestar y triunfo

Construimos nuestro propio modelo de felicidad basándonos en pequeñas y grandes experiencias, en el disfrute, en nuestra propia valoración o en las metas y los logros que alcanzamos. Esto último es lo que podemos denominar éxito, el marcar unos objetivos, definirlos, trazar un plan de acción y motivarnos hacia ellos. Pero, el problema, es que una vez que llega el logro, no sabemos valorarlo, no nos llena o nos parece insuficiente. La felicidad basada en el éxito parece no funcionarnos y nos frustramos. Es ahí donde creemos que la verdadera felicidad no existe.

Sin embargo, esta mala interpretación de la felicidad se debe a una modificación de su percepción que vamos haciendo con la experiencia a lo largo de los años. Como no valoramos el éxito y la felicidad se relaciona con él, creemos que no podremos alcanzar nunca un bienestar estable.

Autoexigencia

Nuestra satisfacción se basa en los estándares que nos marcamos. Estos estándares serán más o menos altos en función de nuestra educación y de nuestra experiencia. Rasgos como el perfeccionismo o la autoexigencia se forman o interiorizan en la infancia y nos acompañan en todas las etapas posteriores. Esto se relaciona con el estándar, con marcarlo demasiado alto. Hagamos lo que hagamos, nunca alcanzaremos satisfacción porque no será lo suficientemente bueno.

El perfeccionismo se relaciona con personalidades exigentes e insatisfechas. Ansiedad, depresión o algunas alteraciones de la alimentación están unidas a este rasgo. La autoexigencia no genera un mejor desempeño, sino que, al fijarse tanto en los pequeños errores, nos bloquemos y nos predisponemos a nosotros mismos a fallar con más frecuencia. Este círculo vicioso genera un alto malestar en aquel que lo sufre.

Orgullo

El orgullo es la emoción que conecta con nuestra propia valoración y la de los demás. No se trata de ego o de narcisismo, sino de saber vernos con valía y autoestima. Reconocer nuestros puntos fuertes y saber que eclipsan a nuestras debilidades. La falta de orgullo, es decir, la falta de autovaloración, desmerece el éxito que tenemos. No sabemos reconocer el esfuerzo o lo que hemos logrado, y se relaciona también con altos niveles de autoexigencia.

El éxito es uno de los puntos que más se repiten en nuestra vida y que menos logramos ver. Asociamos triunfar a tener grandes logros y superar metas significativas. Sin embargo, pasos pequeños y constantes también son formas de éxito. Sin verlo, apreciarlo y valorarlo, nos será difícil tener bienestar y ser feliz.

Ángel Rull, psicólogo.