PSICOLOGÍA

Mi hijo no quiere jugar con otros niños

El juego simboliza cómo un niño se relaciona con él mismo y los demás

Niños jugando

Niños jugando / Alba Lajarín

Ángel Rull

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A menudo, muchos padres observan cómo sus hijos juegan en solitario, especialmente cuando son menores de tres años. Es una fase necesaria por la que pasan, ya que su foco está puesto más en la exploración y el descubrimiento que en la sociabilización. De hecho, su cerebro aún no está preparado para poder compartir experiencias y se ven limitados en recursos. El juego a partir de esa edad empieza a evolucionar y se vuelve social.

No todos los niños llegados los tres años comienzan a relacionarse con los demás. Aunque puede estar necesitando aún más tiempo, sí pueden encontrarse diversos motivos que nos indicarían si como padres debemos ayudar a que pueda disfrutar con los demás sin caer en el aislamiento, pero sin que nosotros tampoco impongamos las dinámicas.

Causas

El inicio de la sociabilización en los más pequeños coincide con el surgimiento de una emoción que hasta entonces no se sentía, la vergüenza. A los tres años son más conscientes del punto que ocupan en el mundo y de que tienen una imagen que proyectan fuera. Esto hace que necesiten tiempo y espacio para poder relacionarse y que haya que tener especial cuidado con los mensajes que les lanzamos sobre este asunto, ya que puede conectar con su vergüenza y hacer que se cierren a los demás.

Pero ¿qué puede estar influyendo para que tu hija o tu hijo no se relacione con otros niños?

1. Timidez

Como ya hemos dicho, la vergüenza aparece en esta época y puede influir negativamente. Además, algunos niños son especialmente más tímidos, por lo que necesitarán más tiempo.

2. Dependencia

Si el niño solo se ha relacionado con los padres y algún otro miembro cercano de la familia antes de ir al colegio, lo costará más desapegarse. Se ha creado una relación de dependencia totalmente reversible que se podría solucionar en la escuela.

3. Dificultades de comunicación

Esta señale puede ser pasada por alto fácilmente, ya que nos acostumbramos a hablar con nuestros hijos sabiendo que no siempre la conversación es fluida y no vemos las señales que pueden indicar que haya algún tipo de trastorno en el lenguaje.

4. Imitación

Los padres actúan como modelos para sus hijos, incluso en los detalles más pequeños. Tienen a repetir lo que ven, y esto incluye la sociabilización. Por mucho que insistamos en que deben jugar con otros niños, si ven que nosotros no tenemos relaciones con otros adultos, les costará hacerlo.

Estar con los demás

Hasta los tres años, no es una señal significativa que los más pequeños no se relacionen con los demás. De hecho, es lo habitual. Es parte del ciclo evolutivo y debe ser respetado. De hecho, insistir antes de que estén preparados que deben estar con otros niños puede ejercer presión que impacte en su autonomía y fortalezca aún más vínculos de dependencia. La sobreprotección también puede actuar como impedimento para que jueguen con los demás.

Respetar los tiempos, escuchar las necesidades de nuestros hijos, buscar encuentros más cortos en zonas más seguras, como la casa, y hablar con los profesores nos ayudará a crear un camino donde el niño pueda andar hacia la sociabilización, sintiéndose comodo y acompañado. En caso de que resulte difícil la adaptación, deben valorarse problemas con la comunicación o falta de habilidades sociales sobre las que habrá que trabajar con ayuda especializada.

Ángel Rull, psicólogo.