PSICOLOGÍA

Mi hijo siempre está enfadado: así puedes ayudarle

Las emociones de los niños reflejan su estado interior

Niño en la computadora

Niño en la computadora / periodico

Ángel Rull

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Los niños pequeños, al igual que los adultos, se desbordan emocionalmente. Una de las formas de descarga es a través de rabietas, donde el estallido de ira puede ser producido por la frustración. Esto ocurre en momentos más o menos esporádicos que deben ser gestionados en ese instante. En algunas ocasiones no hay esos estallidos, pero sí los más pequeños tienen un estado estable de enfado. No juegan con normalidad, no se incorporan a las actividades diarias y se muestran reacios a todo aquello que suele producir satisfacción.

En el trascurso del día a día no siempre somos conscientes de que nuestros hijos están enfadados o tristes la mayor parte del tiempo. Lo achacamos al cansancio o a una fase por la que están pasando. Al llegar el verano y pasar más tiempo con ellos vemos que su emoción más natural es la ira o la irritabilidad y no entendemos de dónde puede venir este estado. Pero, como padres, siempre hay algo que podemos hacer.

Irritabilidad infantil

El enfado puede deberse a una mayor susceptibilidad que no sabe cómo gestionarse. La sensibilidad al entorno trae consecuencias emocionales que deben ser exteriorizadas. Si descartamos que exista una causa más grave, debemos hacer que nuestro hijo gestione mejor lo que le pasa. Supone un nivel de educación emocional para ayudar a que no solo exteriorice, sino que también regule y pueda vivir mejor. Algunos niños lo muestran con la tristeza, otros con el miedo y algunos con la ira.

1. Puntos positivos

Debemos enseñarles a focalizar en las cosas buenas, ya que, al ocupar espacio en su cabeza, podrán despreocuparse de algunas partes negativas. Se debe hacer empezando por uno mismo, como ejemplo, que sienta que podemos encontrar cosas buenas en nosotros mismos. Y después será su turno. Practicarlo lo convertirá en un hábito.

2. Aceptación

No siempre tenemos partes de nosotros mismos que nos gustan. En ese sentido se trabaja la aceptación, el saber que la perfección no existe ni es necesaria, que todos somos especiales así.

3. Comparación

Las comparaciones con otros niños son fruto de gran malestar para los niños. Evitar comparar acciones o habilidades hará que no se sientan mal, ni tristes ni enfadados. La autoestima no bajará drásticamente.

4. Emociones

Actualmente la educación infantil cada vez va más centrada en la inteligencia emocional, que sepan identificar, etiquetar y manejar sus emociones. El primer paso es enseñarles qué emociones existen, cómo aparecen y cómo pueden escucharlas para saber lo que les ocurre.

5. No hay juicio

Eliminar las etiquetas de bueno o malo es imprescindible para educar a los más pequeños. Sino acaban creciendo rodeados de buenas y malas acciones que les generarán culpa y malestar. Lo que hacemos se caracteriza por las emociones que nos producen y lo que hacen en los demás. No niños buenos o malos, sino cosas positivas puntuales y cosas negativas puntuales.

6. Tiempo para pensar

Cuando están desbordados, los niños también necesitan espacio y silencio y hay que enseñarles a que lo reclamen. Momentos para jugar o descansar harán que su cuerpo y su mente se relajen y reinicien el sistema emocional.  De la misma forma que nosotros lo necesitamos, ellos también.

Los niños tienen un repertorio emocional similar al de los adultos, con la diferencia de que la experiencia todavía no lo ha moldeado. El enfado excesivo es fruto de la necesidad de descarga que los niños sienten cuando no controlan su ambiente. Debemos ayudarles a expresarlo de otra forma y poder vivir en estados emocionales más felices.

Ángel Rull, psicólogo.