PSICOLOGÍA

Seis formas de estimular la curiosidad

La curiosidad predispone al conocimiento y las relaciones sociales

Un hombre trabajando con su ordenador portátil

Un hombre trabajando con su ordenador portátil / periodico

Ángel Rull

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La curiosidad se define como el deseo de aprender más sobre algo, sobre una temática o un área de conocimiento. No se debe a un mero deseo de cotillear, sino que se mueve por el deseo de acumular información. Este deseo parece una imposición, pero realmente es algo que no siempre llega a necesitarse. La curiosidad se basa en el conocimiento en cuanto a su cantidad, no siempre su calidad.

La curiosidad es una de las fortalezas personales que estudia la Psicología Positiva. Se asienta en la búsqueda de la novedad y en el deseo de ampliar el conocimiento. Una habilidad esencial que puede servirnos de aliada tanto a nivel personal como profesional y que podemos aprender a desarrollarla.

Estimula la curiosidad

Nuestro cerebro posee un mecanismo innato que reacciona ante la novedad. Es un componente evolutivo que conlleva conocer mejor lo que acaba de aparecer y predisponernos al aprendizaje. Esto que está tan presente en los niños, con la edad puede llegar a perderse, aunque no siempre del todo, debido a la influencia del entorno o el excesivo foco en las responsabilidades. Sin embargo, puede volver a recuperarse.

A través de las siguientes pautas podremos empezar a estimular nuestra curiosidad:

1. Cuestiónalo todo

Cuando damos todo por sentado, caemos en la pasividad mental. No ponemos a prueba la veracidad de lo que estamos viendo o escuchando. La curiosidad no trabaja en estos casos. Para combatirlo, aunque te parezca verosímil, pon a prueba lo que tengas delante. Cuestiónalo. Buscar desmentirlo te ayudará a ser más curioso.

2. Sal de la rutina

El mayor enemigo de la curiosidad es la rutina. Crea un estado de inactividad física y mental con límites cerrados. No solo no nos predispone a la apertura mental, sino que tampoco generará metas donde queramos ampliar el conocimiento, ya que en la rutina parece no necesitarse.

Para poder romper la rutina en pequeñas dosis, busca mecanismos nuevos para acontecimientos diarios. Puede ayudarte el cambiar de ruta para ir al trabajo, ver series diferentes o leer novelas de géneros distintos a lo habitual.

3. Explora

Al igual que la rutina, el movernos siempre por los mismos sitios va en contra de la curiosidad. Empieza a explorar todo aquello que tienes alrededor, desde nuevas tiendas hasta otros países. Un paseo sin destino puede ayudarte o revisar destinos poco habituales en Internet. Si te dejas sorprender por la novedad, cada vez desarrollarás esta afición, incluso en el día a día.

4. Crea arte

La creatividad se relaciona con el aprendizaje y la curiosidad. El problema es que, a medida que crecemos, interiorizamos la idea de que no somos buenos artistas. Esto puede invertirse si buscamos un campo donde nos sintamos cómodos y seamos capaces de rebajar nuestros propios niveles de autoexigencia. Con el paso de los días, al ponernos a crear, la voz crítica de nuestra cabeza irá desapareciendo.

5. Haz listas

¿Qué te gustaría aprender? ¿Qué te apasionaba en el colegio? Haz una lista con todas áreas de conocimiento donde puedas ampliar tu aprendizaje y desarrollarte, sin la necesidad de sacarte ningún título, simplemente por el placer de aprender.

6. Apúntate a un curso

Cuando acabamos nuestros estudios, los cursos posteriores a los que solemos apuntarnos llevan la intención de que obtengamos un certificado válido para usar en nuestra carrera profesional. Esto crea un aprendizaje reglado alejado de la curiosidad. Para combatirlo, busca cursos donde te apetezca estar sin la necesidad de certificarte en ellos. Cuanto más se alejen de tu carrera, más podrás disfrutar.

La curiosidad es una característica con la que todos contamos desde el momento en el que nacemos. Nos ayuda a tener aficiones, nuevas amistades o viajar. Sin embargo, en la etapa adulta, son muy pocas las personas que se permiten mantenerla y potenciarla, lo cual dejaría todo un abanico de experiencias sin explorar.

Ángel Rull, psicólogo.