PSICOLOGÍA

Estos son los signos de una baja inteligencia emocional

Las buenas relaciones personales necesitan de la capacidad de empatía

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Ángel Rull

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Las relaciones sociales se sustentan en la capacidad de comprender y manejar tanto nuestras emociones como las de los demás. Se basa en la inteligencia emocional que cada persona tiene y que le permite relacionarse y desarrollarse en todas las áreas de su vida.

Tener una baja inteligencia emocional conlleva consecuencias sociales negativas. También se relacionaría con baja motivación, fracaso laboral y falta de consecución de metas. Sin embargo, este tipo de inteligencia puede analizarse para después desarrollarse y potenciarse.

Baja inteligencia emocional

Las personas con baja inteligencia emocional no siempre son conscientes de ello. Ven cómo múltiples áreas de su vida no funcionan como a ellos les gustaría, pero no encuentran el motivo exacto. Creen que puede deberse a una cuestión de mala suerte o que el problema lo tienen los demás. Sin embargo, la causa está dentro de ellos mismos, en una parte de su inteligencia: aquella que hace que entendamos y manejemos de forma correcta nuestras emociones y podamos ver y escuchar las de los demás.

¿Qué señales indican que una persona tiene una baja inteligencia emocional?

1. Incapacidad de entender cómo se sienten los demás

No se debe a que realmente no importe cómo están los demás, sino que son incapaces de entender cómo una determinada situación ha generado en el otro esa emoción. De hecho, pueden sentirse enfadados al ver cómo los otros tienen emociones negativas.

2. Creencia de que el otro es muy sensible

Las personas con baja autoestima sienten que las demás personas son excesivamente sensibles. Creen que sus parejas o amigos muestran demasiado sus emociones o se ponen tristes por cualquier cosa.

3. Atribución externa

Culpan a los demás de las cosas negativas que ocurren o de los fracasos. No asumen responsabilidades porque no sienten que así sea.

4. Se desbordan

Cuando les sobrevienen emociones muy intensas, no saben cómo gestionarlas y se sobrecargan. Esto ocurre porque no identifican emociones menos intensas, por lo que no tienen práctica a la hora de lidiar con ellas.

5. Malas relaciones

No tienen las habilidades necesarias para mantener en su vida relaciones fructíferas, tanto de pareja como con la familia o los compañeros de trabajo.

6. Conflictos recurrentes

En momentos de desacuerdo no se comunican de forma correcta, pasan por alto a los demás y crean situaciones de tensión.

7. No alcanzan metas

No suele haber un buen desarrollo de planes de acción ni se fijan metas correctamente. Además, fallan en su consecución.

8. Vocabulario limitado

Las palabras que conocen y que usan a nivel emocional son muy limitadas. El vocabulario en cuanto a estados afectivos o emociones es muy reducido.

9. Están a la defensiva

Piensan que las palabras que se usan contra él van encaminadas a ofenderles. Hay una tendencia a que todo sea considerado un ataque y no entienden las críticas constructivas. Todo es siempre personal.

10. Les agota el contacto social

Las relaciones para ellos resultan tan complejas que suelen agobiarse y cansarse con relativa facilidad. Por eso, en ocasiones pueden tender a evitarlas.

11. Se basan en el prejuicio

Los prejuicios tienen una función cognitiva: generamos esquemas porque en el futuro nos permitirá ahorrar tiempo. Los esquemas de las personas con baja inteligencia emocional son muy cerrados y pocas veces admiten cambios.

12. Se anclan en el error

Tanto si el fallo es suyo como de otra persona, se quedan anclados en el error. Esto les hace ser muy rencorosos con los demás y generarse a ellos mismos una intensa culpabilidad.

Regular nuestras emociones, entenderlas y adaptarlas a nuestras necesidades y a las de los demás nos permite vivir de forma óptima y con un alto nivel de bienestar. Las personas que nos gestionan las emociones se ven desbordados y sienten que el mundo va contra ellos. Varios signos nos indicarían que hay una baja inteligencia emocional y que se debe trabajar para solventarlo.

Ángel Rull, psicólogo.