PSICOLOGÍA

Baja tolerancia a la frustración: trucos para combatirla

No alcanzar los objetivos y no cumplir las expectativas son motivos suficientes para el aumento de la ansiedad

Mujer llorando

Mujer llorando / periodico

Ángel Rull

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La baja tolerancia a la frustración nos precipita a las emociones negativas, alimenta la autoexigencia y acaba generando baja autoestima. Una capacidad que se va adquiriendo a lo largo de los años y que alimentan padres, educadores y experiencias vividas.

La aceptación de los obstáculos supone no solo adaptarse mejor, sino llegar a recuperarse de la adversidad y poder lograr las metas marcadas o unas nuevas. Una habilidad útil en las relaciones sociales, pero también demandada en entornos laborales.

Así te frustras

Los momentos que vamos acumulando en nuestra memoria, junto a lo que nuestros padres y profesores nos enseñan, conforman gran parte de nuestro mundo interior, tanto a nivel cognitivo como emocional. Todo esto define cómo somos en la etapa adulta y la forma que tenemos de enfrentarnos y superar la adversidad.

Un perfil genético sumado a los siguientes rasgos acaban definiendo a una persona con baja tolerancia a la frustración:

  • Creo que merezco ser siempre el centro de atención.
  • No sé controlar ni entender mis emociones.
  • Tengo tendencia a la impulsividad.
  • Soy muy exigente con el resto y tiendo a relajarme conmigo mismo.
  • No sé adaptarme y carezco de flexibilidad.
  • Mi pensamiento es de todo o nada.
  • Siento ansiedad y poca resistencia al estrés.
  • Me gusta que sean otros quienes resuelvan mis problemas.

Mejor tolerancia

La capacidad de saber gestionar de una forma positiva la frustración se puede trabajar tanto en niños como en personas adultas. Los mecanismos que lo logran conllevan entrenamiento y romper con los viejos esquemas mentales. Un esfuerzo extra al principio que se acaba automatizando y repercutiendo en nuestro nivel medio de bienestar.

Siguiendo estos consejos, conseguirás mejorar y superar la baja tolerancia a la frustración:

1. Identifica la emoción

La frustración aparece cuando nuestras expectativas no se cumplen o cuando no logramos lo esperado. Esto hace inmediatamente que podamos sentir frustración. Pero, al final y al cabo, es una emoción elaborada que esconde una básica: la tristeza, la emoción que nos marca la pérdida. Esta emoción tiene la función de activar la búsqueda de recursos necesarios para salir de la situación y poder posteriormente alcanzar esa meta u otra diferente.

2. Confía en tus herramientas

Cuentas con una serie de recursos acumulados a lo largo de tu vida que te preparan para multitud de situaciones. Confía en ellos, en las habilidades que tienes y en cómo puedes enfrentarte a los obstáculos. Si al evaluar la situación crees que hay algo que falta, busca esa nueva herramienta.

3. El mundo no está contra ti

Aunque a veces lo pensemos, nada gira en torno a nosotros. Ni tan siquiera hay un complot para que todo nos salga mal. No pienses que lo que los demás hacen es personal. Asume únicamente tu responsabilidad y quítate el victimismo de encima.

4. Reevalúa la situación

Lo mejor ante el fracaso es hacer una recapitulación del plan de acción que has seguido y los motivos del fracaso. Esta forma racional te ayuda a encararlo en el futuro con una mejor estrategia.

5. Gestiona el estrés

Los altos niveles de estrés y emociones asociadas, como el miedo o la rabia, pueden nublar nuestro juicio. Antes, durante y después de enfrentarte a algo, procura estar libre de tensión. Para ello puedes usar el deporte, el ocio o la meditación.

Las emociones nos guían y nos hablan sobre nuestras necesidades. Un termómetro que a menudo puede ser erróneo si los pensamientos que hay debajo y la percepción del mundo está sesgada. Sin embargo, a medida que somos conscientes de ello, podremos trabajarlo y superarlo.

Ángel Rull, psicólogo.