Mecánicos del tiempo

Pinzas y lupas oculares 8 Alumnos de segundo curso trabajan con relojes de pulsera.

Pinzas y lupas oculares 8 Alumnos de segundo curso trabajan con relojes de pulsera.

ANNALISA PALUMBO / BARCELONA

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Pinzas y lupas oculares constituyen las herramientas de trabajo de unos 40 alumnos que cada día, de tres de la tarde a nueve de la noche, desmontan relojes y vuelven a montarlos hasta escuchar su compás perfecto.

El Institut Mare de Déu de la Mercè (Motors, 122) es el único centro de formación profesional de España que imparte enseñanza de relojería. "Somos un referente para toda la península ya que aquí formamos a los alumnos en las tres áreas de la relojería: mantenimiento, reparación y restauración", explica Josep Matas, que lleva desde 1975 como profesor.

"Muy pocas personas recibimos esta formación. Como escuela oficial solo existe esta", subraya Eduard Cuadrada, alumno de 34 años. "Empecé como aficionado, y cuando estuvo claro que mi trabajo anterior no tenía mucha salida, me apunté al curso de relojero", añade. La mayoría de sus compañeros rozan los 30 años.

PRÁCTICAS EN EMPRESAS

Dos clases de 20 alumnos cada una, constituyen el bienio actual. En el instituto se gradúan con el título de Mecanització en perfil de rellotgeria unos 15 estudiantes al año. A lo largo de 24 meses, asisten a clases teóricas y, durante el primer curso, ya trabajan con los engranajes, aunque se dedican a relojes de mesa o de pared. Este tipo de pieza les permite aprender bien el funcionamiento de los relojes sin el limite de las dimensiones.

En otra clase, la 212, situada en el mismo pasillo, los alumnos de segundo ya han pasado al nivel superior. Por la mañana, de 9 a 13 horas, llevan a cabo prácticas en empresas de relojería, y por la tarde se dedican a arreglar relojes de pulsera o de bolsillo. Los pequeñísimos engranajes tienen que encajar perfectamente para que la máquina marque los segundos.

"Trabajamos sólo con relojes analógicos", explica Eduard Farré Olivé, el otro profesor de relojería. El reloj más antiguo de su taller está hecho de hierro forjado del siglo XVI, proveniente de un municipio del Alt Empordá, y una vez restaurado se expondrá en un museo. "Solo arreglamos relojes que serán expuestos en museos. El resto los derivamos a nuestros exalumnos. No queremos hacerles la competencia", matiza Farré. Su compañero, Matas, se encarga de poner en contacto empresas y relojeros.

A lo largo de 50 años de curso, por las aulas han pasado también alumnos de otros países. Y hay pocas mujeres. Sara Del Alamo, de 30 años, es una de ellas: "Siempre me ha gustado cacharrear, montar y desmontar cosas. Buscaba una forma de seguir haciéndolo y terminé aquí", dice.