SANT MARTÍ

El mercadillo de la miseria

Unos 200 vendedores ambulantes acuden cada fin de semana a la plaza de las Glòries

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jose41057517 distritos 19 11 2017 barcelona pie de foto mercado de la171201133628 / FELIPE VALENZUELA

FELIPE VALENZUELA

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Antiguas cámaras analógicas, discos de Miguel Bosé, películas eróticas e incluso máscaras del increíble Hulk. El mercadillo más variado de Barcelona se concentra cada fin de semana en la plaza de las Glòries Catalanes. Popularmente conocido como el Mercat de la Misèria, lo consolidan más de 200 vendedores que con tan solo una manta montan su tienda particular.

La distribución es anarquía pura, el primero que llega define las fronteras de su tienda. Los interesados en comprar las gangas no siguen una ruta en concreto, caminan por donde pueden en este laberinto de baratijas.

Cerca del mercadillo hay una patrulla de Guardia Urbana que les observa pero no interviene. "Antes nos perseguían como a criminales -afirma Carlos, uno de los vendedores que vende desde dinosaurios hasta aparatos para medir la glucosa-. Venían en redadas, con patrullas, y con agentes de paisano que de repente sacaban la placa". Ahora el papel de la policía en estos mercadillos es menos intrusivo. Como mucho piden a algún vendedor que se mueva de sitio.

Artículos robados

Las voces de los vendedores y de los compradores se mezclan para formar un murmullo que nunca acaba. "Somos demasiados, estos últimos años ha venido demasiada gente, sobre todo árabes". Luis es un bilbaíno de 66 años que lleva dos décadas ganándose la vida vendiendo todo lo que encuentra por la calle. "Aquí la mayoría de la gente comercia con todo lo que saca de la basura, incluso cosas que han robado". Este es uno de los temas que enfrenta a los defensores del mercado: "Lamentablemente se venden cosas robadas, sí, pero ya le va bien a la policía -afirma Carlos-. Vienen agentes de paisano buscando algún objeto y se llevan a quien lo vende".

Vecinos del Clot no acaban de ver claro este este tipo de ventas. "Personalmente no me gusta, no me parece limpio -clama Samuel, un camarero de 18 años vecino del barrio-. Un amigo mío tiene un puesto en los Encants y lo hace todo legal. Sin embargo, a mi madre le encanta el de la miseria. Ayer se compró un par de zapatillas por dos euros."

Toda la mañana

La recaudación de un día es impredecible. Estar desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde puede valer la pena o no. Carlos viene desde Badalona con sus productos en un carrito del Ikea, sin saber si le valdrá la pena el esfuerzo. "Llevo aquí parado desde las 7.15 y cuatro horas después no he vendido por más de 10 euros", afirma el comerciante.

A las dos de la tarde la mitad de vendedores se han marchado. Algunos tienen mucho que recoger. Otros solo guardan la manta porque lo han vendido todo.