Palo Alto, la fábrica del talento de Barcelona

Interior del recinto del complejo cultural Palo Alto, donde un fin de semana al mes se celebra el 'market'.

Interior del recinto del complejo cultural Palo Alto, donde un fin de semana al mes se celebra el 'market'.

ANNA ROCASALVA / BARCELONA

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A finales del siglo XIX, el arquitecto Ildefons Cerdà, definió el Poblenou como la nueva Icaria, prediciendo el potencial del barrio con mayor concentración industrial de Barcelona. Concebida por el teórico Étienne Cabet, Icaria era una comunidad utópica, gestionada por una sociedad de trabajadores libre, igualitaria y autosuficiente que compartía las propiedades.

El concepto se implementó en distintas colonias estadounidenses pero fracasó en 1886. Cien años después y sin ser muy conscientes de ello, distintos profesionales de la cultura adaptaron el espíritu de Icaria a su concepto de comunidad artística, y sentaron las bases de lo que hoy es Palo Alto, en un antiguo complejo fabril del Poblenou.

UNA VEINTENA DE ESTUDIOS

Ahora, una veintena de estudios creativos permanentes ocupan las históricas instalaciones recubiertas por un exuberante jardín vertical. "El nombre de Palo Alto se inspiró en California por ser más una referencia intuitiva que de saber lo que había en EEUU", explica el director de la fundación Palo Alto, Santi Errando. Pero su historia se remonta a 1875 cuando, en la isla de la calle de Pellaires, se ubica la empresa textil de Ramon Gal y Juan Puigsech.

La fábrica pasa por diversas manos hasta que se disuelve en 1940 debido, entre otras razones, a los bombardeos durante la Guerra Civil. "Cuando el promotor cultural Pierre Roca se enamora de la fábrica en 1988, el lugar era territorio comanche -recuerda Errando-. Él anhelaba un oasis artístico y cuando llegan los primeros ocupantes les ofrece un alquiler muy bajo a cambio de la rehabilitación del lugar".

Pierre lo tiene alquilado a su vez a los herederos de la fábrica. A principios de los 90, el ayuntamiento expropió el edificio para derribarlo durante la reforma urbanística que precedió a los Juegos Olímpicos, pero la fábrica se salvó gracias a la intervención de su comunidad de artistas, entre ellos Javier Mariscal.

HERMANO DE MARISCAL

Si Mariscal fue el artífice de la transformación de la vieja fábrica; hoy su hermano Pedrín es el que da un nuevo impulso al lugar, con la propuesta de Palo Alto Market, que se celebra el primer fin de semana de cada mes. "Queremos que el mercado sea una plataforma estable de promoción de la cultura emergente y nuevos creadores", explica su director, Pedrín Mariscal.

El éxito ha sido alcanzado en las 23 ediciones, con 1.200 expositores y 350.000 visitantes. En abril del 2018 termina la concesión que dio el ayuntamiento a la fundación Palo Alto para la gestión de la única fábrica del Poblenou que mantiene su perímetro original. "Palo Alto ya no es el oasis hippy que fue -concluye Errando- pero creo que está bien hacer un autoexamen y ver si el proyecto sigue teniendo sentido". Y es que, en un momento en que los grandes paradigmas se caen, Palo Alto quiere formar parte del discurso alternativo. "Cualquier proyecto que apueste por iniciativas culturales como ésta debe ser cuidado como los hombres primitivos cuidaban el fuego", dice Pedrín