Una Diada pletórica
Care Santos

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Escritora

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El mejor Sant Jordi de la historia, por Care Santos

Una marea de ciudadanos en paseo de Gràcia esta mañana.

Una marea de ciudadanos en paseo de Gràcia esta mañana. / Lorena Sopena

Nada más desembarcar en el paseo de Gràcia con Aragó a primera hora de la mañana -esto es, a las nueve y cuarto- ya se huele que será el mejor Sant Jordi de la historia. Multitudes en las calles, un paseo de Gràcia soleado y esplendoroso, y ese ambiente indescriptible que tan bien conocemos los que llevamos muchos santjordis a nuestras espaldas: alegría, ganas de celebrar, orgullo de esta fiesta única que año tras año se mantiene y se expande, amor -sobrevenido o verdadero- a los libros, extraña y hermosa fraternidad de lectores, pasión por estas calles, por esta ciudad donde lo inaudito es posible, todo amalgamado en perfecto desorden en un día que es al mismo tiempo un lío y una maravilla.

Efectivamente, a las once la sospecha se ha confirmado: la gente abarrota las calles, hay una animación que nos cura del soponcio del año pasado. Un sol que derrite hasta el recuerdo más gélido del granizo que nos amargó el día el año pasado. Hay una sorpresa ingenua, aún temerosa. A mediodía, ya es alegría, euforia. Lo del mejor Sant Jordi que jamás hemos vivido ya es axioma, paradigma. Por la tarde hay fútbol, pero nada ocurre, salvo que lectores y autores levantan de vez en cuando la mirada del libro para preguntar qué hace el Barça. Y el Barça abunda en la felicidad de la mayoría, porque gana, y hace más redondo -insisto: para algunos- un Sant Jordi inolvidable. Pase lo que pase, el día ya no se puede estropear.

Qué ansias había de algo así, hasta las calles parecen alegrarse. Qué locura de jornada. Qué gran suerte formar parte de esto. Qué pena que se acabe, aunque los pies ya no resistirían una carrera más entre paradas de libros y a la pluma no le queda ya tinta con que seguir firmando. Qué pena que haya que esperar 364 días para volver a vivir esta alegría general, esta generosidad de los lectores, este entusiasmo de los libreros y este optimismo, bendito sea, qué falta nos hace. Y ahora que todo ha acabado, que llueva, por favor, y la dicha ya será completa.