1.300 rosas dan la vuelta al mundo

La decoración de la fachada de la Casa Batlló en el día de Sant Jordi no solo congregó a los barceloneses sino que tuvo un impacto imprevisto en las redes sociales

Casa Batllo

Casa Batllo / periodico

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Desde aquellos lejanos años de las expediciones diplomático-comerciales de Jordi Pujol a Japón, el deseo de dar a conocer al mundo la 'diada' de Sant Jordi y conseguir que se celebre internacionalmente ha vivido mil y un intentos. El último de ellos, la invitación, este año, de una veintena de  libreros y de periodistas internacionales por parte del Diplocat, el consorcio de acción exterior vinculado a la Generalitat. Pero ninguno de ellos ha conseguido nunca un impacto tan certero como la iniciativa de los propietarios de la Casa Batlló de hacer algo tan simple como llenar de rosas sus balcones y donar los beneficios de la acción a la Fundació Arrels, con lo que el edificio de Gaudí consiguió convertirse en la imagen del Sant Jordi del 2016 en Barcelona y en el mundo.

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Bien, de hecho, la idea es simple, pero su realización en un edificio Patrimonio de la Humanidad, de formas onduladas y en un día de primavera con riesgo de lluvia, no lo fue tanto. Ni tampoco lo es conseguir un eco tal en la calle (en dos ocasiones la Guàrdia Urbana tuvo que cortar el paseo de Gràcia por la aglomeración de paseantes que querían fotografiar la fachada) ni en las redes sociales, con 3,5 millones de visualizaciones en Facebook en todo el mundo ('alcances' en la métrica de la red social) y 62.000 'me gusta' solo de la foto que colgaron en su perfil los gestores del espacio, además de incontables imágenes en Instagram.

La 'comunity manager' de la Casa Batlló, Pilar Delgado, es quien ha trabajado en una campaña de márketing cultural en las redes sociales digna de estudio. La búsqueda de apoyo de 'influencers' tuvo una ventaja que abrió muchas puertas: "Que fuese una acción solidaria con una entidad como la Fundació Arrels, que trabaja con las personas sin techo facilitó un apoyo total por parte de toda la gente a quien nos dirigimos", explica. 

Una colaboración clave fue la asociación con los organizadores del Worldwide Instameet de Barcelona:. 500 instagramers bien conectados le dedicaron sus fotos el viernes. Y utilizar "todas las redes, las más conocidas, como Facebook, Twitter e Instagram, pero también vídeos en Periscope con la visita del actor Antony Anderson ('Blackish') o en Snapchat (la última niña que compró una rosa, que era mexicana).

Trabajo en redes aparte, queda el diseño de la fachada, con solo un mes de preparación y a cargo de la Agencia Hache. "Ha sido el encargo más mediático de nuestra pequeña agencia, y ha tenido una repercusión que no esperábamos. También ha sido el más difícil; es un edificio en el que no se puede tocar prácticamente nada", explica su copropietaria, Berta Hausmann. La idea inicial de las flores de tela se descartó: la lluvia podía desbaratarlas. También era imperativo que ni destiñesen (acabar con la Casa Batllo llena de churretones rojos hubiese sido un desastre de dimensiones imprevisibles) ni pudiesen herir a un paseante en caso de caída.

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La solución la dio el responsable de ejecutar las 1.300 flores, el clown, impulsor del grupo de animación La Companyia y responsable de la empersa Decorporex Pep Ayora. "Hemos recibido mensajes preguntando si son de cerámica, pero las flores son de porexpan con pintura plástica, que ni destiñen ni pesan". Así se pudieron ajustar a balcones unas redes cargadas de rosas "con bridas que no podían ni rascar los balcones" y evitar cualquier riesgo. 

¿El éxito de la Casa Batlló este año se convertirá en contagioso, y acabará el paseo de Gràcia convertido en un concurso de fachadas adornadas, como ya sucedió arquitectónicamente en la 'mansana de la discòrdia? "La acción con las rosas tiene sentido en la Casa Batlló, llena de elementos que recuerdan a la leyenda de Sant Jordi", dice Pilar Delgado. Bien, pero no sería de extrañar que en La Pedrera ya estén pensando en qué harán el año que viene...