EN EL BARRIO DE MARIANAO

Sant Boi impulsa un huerto comunitario para la inclusión de colectivos vulnerables

Usuarios del huerto comunitario de inclusión social de Can Pinyol, en Sant Boi.

Usuarios del huerto comunitario de inclusión social de Can Pinyol, en Sant Boi. / periodico

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / SANT BOI

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Aunque a priori no podrían competir con el prestigio de las termas romanas y el encanto del delta del Llobregat, si van a Sant Boi, tómense tiempo para contemplar los huertos de Can Pinyol, en el barrio de Marianao. Allí podrán disfrutar del fulgor coral de tomates, berenjenas y cilantros, pero si van más allá de lo aparente, repararán en que la mejor de las cosechas tiene mucho más que ver con las manos que trabajan la tierra que con el resultado que esta da. Allí el terreno está abonado para que brote la esperanza entre sus inquilinos, que se sientan integrados en un vergel donde las limitaciones se despojan con la determinación con que se arranca una zarza.

En media hectárea se distribuyen 36 parcelas de huertos comunitarios que se diferencian de otros proyectos agrarios urbanos en que su gran objetivo es "la inclusión dinamización social" de colectivos "con dificultades para relacionarse", explica Víctor Ténez, responsable de espacios fluviales del Área Metropolitana de Barcelona (AMB), que ha asumido el diseño y la financiación de las infraestructuras de un proyecto auspiciado por la UE

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Esa voluntad de mezclar la diferencia para crear un todo lleva a que una tercera parte de los participantes sean personas derivadas de servicios sociales, otro 33% sean usuarios de entidades (discapacitados físicos e intelectuales, familiares de personas con trastornos, colegios...) y el resto lo integren vecinos con vocación hortícola. En este primer año hay medio centenar de usuarios fijos y más de 400 personas de las diferentes entidades han pasado por sus instalaciones. 

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De garantizar esa configuración heterogénea en Can Pinyol se encargan el ayuntamiento de Sant Boi, que cede el terreno y asume los costes de matenimiento, y la Fundació Marianao, que gestiona el espacio. Una gestión que representa otra de las grandes singularidades del proyecto, dado que la finalidad es la de "empoderar a la comunidad para que asuma la autogestión" del proyecto, como destaca Adrià Giol, técnico agrícola y educador social de la fundación, que tutela esa transición. Los parcelistas se organizan en comisiones y celebran asambleas cada dos meses.

Todo comenzó hace algo más de un año, cuando Giol formó a los futuros usuarios con clases teóricas y prácticas sobre agricultura ecológica, condición indispensable para plantar en Can Pinyol --"lavabos y taquillas son de material reciclado y casi toda la energía usada es de origen renovable", subrayaGiol--. Una base principal y "dejar que el resto fluya", que los vecinos de huerto intercambien experiencias y compartan aperos para fortalecer el tejido comunitario, explica Giol, siempre atento a las necesidades de los parcelistas

INTERACCIÓN

"Lo que enriquece este proyecto es su interacción, creando un entorno propicio de relación para personas de toda condición, facilitando que superen sus dificultades", destaca el teniente de alcalde de Medio Ambiente de Sant Boi, Josep Puigdengolas. El objetivo se evidencia cuando los usuarios alertan de que no se puede crear el área de descanso en la parte más profunda de Can Pinyol "porque sus compañeros con movilidad reducida no podrán acceder", ejemplifica Ana Vega, coordinadora del programa de salud de la fundación.

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El éxito cosechado en este ensayo a la hora de "conciliar agricultura urbana capacitación social" se traduce en las más de 40 personas en lista de espera en Sant Boi y en la solvencia con que ha colmado las expectativas del AMB, que estudia trasladar inciativas similares a otros territorios, sostiene Ténez. 

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