ESTUDIO CIENTÍFICO
La demencia podría prevenirse: descubren los factores de riesgo más importantes
Un informe publicado en la revista 'The Lancet', aporta nuevas evidencias esperanzadoras sobre la intervención y el cuidado de esta enfermedad que afecta a más de 900.000 personas en España
Qué es la demencia frontotemporal, que se confunde con depresión y hereda el 30%

El número de personas que viven con demencia sigue aumentando / ROBERT RAMOS
La demencia es una enfermedad que se caracteriza por el deterioro de la función cognitiva y que afecta directamente a la memoria, el pensamiento, la orientación, la comprensión, el cálculo, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje y el juicio. Aunque comúnmente afecta a los mayores, puede darse en personas en cualquier franja de edad. En este último supuesto, los avances científicos son escasos. Hasta ahora. Un nuevo estudio elaborado por la Comisión Lancet y publicado en la revista científica homónima, ha identificado 14 factores de riesgo evitables muy ligados a su desarrollo, que se podrían esquivar o demorar.
La investigación evidencia cómo la reserva cognitiva y física se desarrolla a lo largo de la vida, y cómo hábitos saludables como, por ejemplo, dejar de fumar, contribuyen a una reducción en la incidencia de demencia relacionada con la edad. Entre la decena de supuestos a tener en cuenta, los especialistas señalan la educación, la pérdida auditiva, la hipertensión, el tabaquismo, la obesidad, la depresión, la inactividad física, la diabetes y el consumo excesivo de alcohol. De hecho, indican que “el potencial de prevención es alto y, en general, casi la mitad de las demencias podrían prevenirse teóricamente eliminando estos factores de riesgo”, añaden.
Las personas con más educación tienen más estimulantes cognitivos que las tiene un nivel educativo bajo. Según el estudio, la exposición a la estimulación cognitiva en el trabajo reduce el riesgo de demencia. Esto no es excluyente a las personas que han recibido formación en edades tempranas, sino que la actividad cognitiva en la edad adulta puede marcar la diferencia.
Se estima que el 20% de las personas tienen pérdida auditiva, a veces relacionada con problemas derivados de los puestos de trabajo o ambientales (exposiciones al ruido) e infecciones no tratadas. En la mayoría de los casos del informe, la pérdida auditiva se asoció con mayor resigo de demencia, que podría llegar hasta el 16%.
La relación entre ambas patologías es bidireccional ya que la depresión puede ser una síntoma de demencia en evolución; una reacción a la cognitiva discapacidad; o una causa de deterioro cognitivo. Los especialistas explican que “los resultados sobre el efecto de la medicación y la terapia para la depresión, podrían reducir el riesgo de demencia en el futuro”.
Las causas detrás de los traumatismos craneales son las caídas, violencia y el alcohol. Por lo tanto, el peligro de estos está vinculado a otros comportamientos de salud que son factores de riesgo para la demencia. Los científicos apuntan que algunos deportes (rugby, boxeo, fútbol americano y patinaje sobre hielo) implican contacto frecuente con la cabeza y se asocian con un mayor riesgo de sufrir algún tipo de traumatismo, y a su vez, una enfermedad neurológica.
Fumar parece ser el factor de riesgo más fuerte para la demencia, sobre todo si este hábito se experimenta en edades tempranas. En porcentaje, los especialistas señalan que una persona fumadora tiene un 2% más de probabilidades de desarrollar esta enfermedad.
Accidentes cerebrovasculares y demencia comparten los factores de riesgo de menor educación, ejercicio poco frecuente, hipertensión, enfermedades cardíacas y aislamiento social. Una mejora en estos hábitos podría reducir las posibilidades.
El colesterol en la mediana edad, pero no en la vejez, podría ser un factor de riesgo de deterioro cognitivo, demencia por todas las causas y enfermedad de Alzheimer.
Los especialistas señalan que el vínculo con el ejercicio físico sea bidireccional y exponen que el ejercicio a cualquier edad “parece ser útil para la cognición, posiblemente a través de cambios en el flujo sanguíneo y la función a partir de la reducción de la hipertensión y el aumento del óxido nítrico, que culminan en una mayor plasticidad cerebral y una menor neuroinflamación”.
Se estima que la presión arterial primero aumenta y luego comienza disminuir 5 años antes del diagnóstico de demencia, y el peso disminuye alrededor de 10 años antes del diagnóstico. La comisión recomienda “prevenir o reducir la hipertensión y mantener la presión arterial sistólica de 130 milímetros de mercurio (mmHg) o menos a partir de los 40 años”.
La obesidad en la mediana edad está asociada con demencia posterior por todas las causas. La obesidad es más común en personas que hacen ejercicio con poca frecuencia y se asocia con diabetes e hipertensión, por lo que esta asociación posiblemente podría estar mediada por otros factores de riesgo para la demencia.
La ingesta de bebidas alcohólicas se asocia con más riesgo de demencia. Además, señalan, la pérdida de conciencia inducida por el alcohol aumentó también la probabilidad de desarrollar esta patología neurodegenerativa en personas con consumo moderado y alto.
Los especialistas indican que menos contacto social se asocia con un mayor riesgo de demencia. El contacto social en cualquier forma tiene un efecto beneficioso, porque ayuda a desarrollar reserva cognitiva, promueve comportamientos saludables y reduce el estrés y la inflamación.
La contaminación por partículas finas en suspensión (las llamadas PM2,5 y PM10) son factores de riesgo de deterioro cognitivo. Tanto la contaminación del aire como la del hogar podrían tener riesgos distintos y sinérgicos. Los estudios en los países de ingresos bajos y medianos han demostrado que, en comparación con el combustible limpio, el uso de combustible sólido, se asocia con un mayor riesgo de demencia y deterioro cognitivo acelerado entre personas de mediana edad y adultos mayores.
Se estima que el 12,6% de las personas tienen problemas de visión, siendo la prevalencia mucho mayor en los países de ingresos bajos y medianos que en los países de ingresos altos. Esta prevalencia es distinta de la ceguera cortical observada en personas con atrofia cortical posterior, que generalmente se debe a enfermedad de Alzheimer, pero a menudo inicialmente se diagnostica erróneamente como enfermedad ocular.
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