Los derechos LGTBI
Esperando una cirugía de confirmación de sexo: "No quiero ser visiblemente trans las 24 horas"
Dos jóvenes que aguardan para operarse denuncian que Salut incumple el modelo de atención a la salud del colectivo
Beatriz Pérez
Periodista
Responsable del área de sanidad/salud de EL PERIÓDICO DE CATALUNYA desde 2018. En este tiempo he podido profundizar en temas de relevancia social y humana, como la pandemia de covid-19, el sistema de salud catalán, los avances médicos o las desigualdades en el acceso a la sanidad. En abril de 2024, gané la primera edición del Premi Salut i Drets Socials del Col.legi de Periodistes de Catalunya (demarcación de Tarragona).
Catalunya tiene un modelo de atención a la salud de las personas trans pionero en España y Europa. Trànsit, la unidad de referencia del colectivo en la atención primaria, no pide un diagnóstico psiquiátrico a las personas trans para acceder a una cirugía de confirmación de sexo, lo cual significa dejar de tratar la transexualidad como una enfermedad mental. Así lo recoge la instrucción 14/2017 del Servei Català de la Salut (CatSalut), que ha cambiado el paradigma de atención sanitaria al sector más discriminado y estigmatizado de todo el colectivo LGTBI.
Sin embargo, las personas trans se quejan ahora de que este modelo, que ellas mismas defienden, no está siendo implementado. Las largas listas de espera para acceder a las cirugías (solo hay tres hospitales que operan: Can Ruti, Bellvitge y el Clínic, y en total hacen 50 vaginoplastias al año y 15 mastectomías) dejan a muchos usuarios sin poder acceder a ellas. Esta es la historia de dos personas que cuentan en EL PERIÓDICO su periplo y sus años de espera para que se reconozcan sus derechos.
Èlia Surrell: "No hay salida a no ser que pagues a la privada"
Tiene 27 años y lleva desde 2018 esperando a que se le practique una orquiectomía (la extirpación de uno o ambos testículos). Èlia Surrell se queja no solo de que todavía no ha sido operada de esta cirugía, que está recogida en la instrucción 14/2017 del Servei Català de la Salut (CatSalut), sino que el sistema ni siquiera realiza esta intervención. "En agosto me llamó Trànsit porque llevaba desde 2018 en la lista de espera para operarme y ya me tocaba, pero la única intervención que se está haciendo en la práctica es la vaginoplastia [la reconstrucción de una vagina] y yo no me la quiero hacer", cuenta esta joven.
Así, a la hora de la realidad, el sistema de intervenciones quirúrgicas, se lamenta, "no reconoce la realidad de las personas trans". Surrell, que comenzó a transitar a los 22 años, se puso en la lista de espera para la cirugía hace años, pese a que en aquel momento lo hizo sin saber bien qué operación quería hacerse. Pero se apuntó, como muchas personas trans, sabiendo que las listas de espera serían largas. "No quiero hacerme una vaginoplastia, sino una orquiectomía, porque esta última cirugía es menos invasiva", cuenta Surrell.
De hecho, se trata de una intervención "tan sencilla", que, derivada por la atención primaria, la realizan los urólogos. "Pero deben certificar que se hace por algún tipo de enfermedad. Como persona trans, no estoy en ese grupo", explica la joven. Podría hacerse una orquiectomía por la sanidad privada, pero le costaría unos 5.500 euros. "Me da rabia porque no hay salida, a no ser que pagues".
Sin embargo, una intervención tan fácil es para ella muy importante. "Las hormonas que me tomo ahora tienen efectos secundarios. Quiero dejar de tomármelas. También por un tema de aspecto físico: tengo problemas con algunas piezas de ropa que no me quiero poner", explica.
Àlex Bixquert: "Las miradas de la gente a veces son muy incómodas"
Cinco años es el tiempo que lleva Àlex Bixquert, de 36, esperando para acceder a una mastectomía, la cirugía de extirpación del seno. Bixquert hizo el tránsito social en 2016: a partir de ahí comenzaron a llamarle Àlex y a dirigirse a él en masculino. En 2018, comenzó con el tránsito físico.
"Como ya sabía cómo iba la historia, fui a Trànsit en marzo de 2018 a buscar hormonas y para ponerme en lista de espera para la mastectomía y para la cirugía de masculinización del tórax". Es el tiempo que lleva esperando por la intervención. "Mucha gente que conozco acaba yendo a la privada. Cuesta desde 6.000 euros. He pensado en hacerlo yo también, pero supondría pedir un préstamo y endeudarme", dice.
Bixquert explica que no vive su situación de un modo "especialmente traumático", pero sí que el tener pecho le supone "muchísimos problemas añadidos". "Por ejemplo, no voy a la piscina. Hace meses estuve en un spa con mi pareja y la cosa fue bastante conflictiva: no me dejaban hacer 'topless' porque tengo pecho, mientras que los hombres cisgénero sí lo hacían", cuenta. Él, para nadar o bañarse en la piscina, debe ponerse un 'binder' (una especie de faja) y, encima, una camiseta. "No es cómodo", asegura. En la playa es más libre y no lo utiliza porque "no hay normas de vestimenta", pero "las miradas de la gente a veces son muy incómodas".
"Operarme es importante para vivir en paz, poder ir a las lugares, comprarme ropa que ahora no puedo. Ponerme más camisetas que no sean negras, pues este color es el que más disimule el pecho. Que la gente no me mire por la calle", cuenta Bixquert. "No quiero ser visiblemente trans las 24 horas del día".
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