Un hito médico del hospital

Uno de los mil niños trasplantados en Vall d'Hebron: "Esta es mi casa, me pasé aquí toda la vida"

A Meritxell Brugueras, de 21 años, le trasplantaron los dos pulmones a los 21 meses. Su madre y los médicos que la salvaron la ayudan a reconstruir su historia en EL PERIÓDICO. "La llegada de los órganos fue el final de una etapa y el inicio de otra. No sabíamos si sobreviviría", dicen

Meritxell Brugueras, trasplantada de los dos pulmones cuando tenía 21 meses

Meritxell Brugueras, trasplantada de los dos pulmones cuando tenía 21 meses en Vall d'Hebron. / FOTO Y VÍDEO: JOAN CORTADELLAS

Beatriz Pérez

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Un día de hace 19 años, Gemma se levantó por la mañana y llevó a su hija Meritxell a la guardería. La niña tenía apenas 20 meses. Vivían en Terrassa. A media mañana tenía programada una visita con el pediatra porque el bebé, a veces, parecía no oír. Además, el corazón le latía muy deprisa. Gemma contaba con comer ese día en casa con su familia, pero no fue así. A la niña la derivaron automáticamente al Hospital Vall d'Hebron de Barcelona. Y allí, ese mismo día a las dos horas de llegar, ingresó en la uci pediátrica.

Meritxell Brugueras Carreras, de ahora 21 años y estudiante de filología inglesa y catalana en la UAB, padecía una hipertensión pulmonar que hasta entonces no le habían diagnosticado. Un mes y medio después, con apenas 21 meses, era trasplantada de ambos pulmones. Vall d'Hebron acaba de superar la cifra de mil trasplantes pediátricos de órganos sólidos (pulmón, riñón, hígado y corazón) realizados desde 1981. El de Meritxell fue el sexto trasplante pulmonar pediátrico (el tercero en lactantes, que son los menores de dos años) que el hospital realizó ese año. Era 2003.

Meritxell con su padre, pocos días después de ingresar y antes del trasplante.

Meritxell con su padre, pocos días después de ingresar y antes del trasplante. / El Periódico

"Yo del trasplante no me acuerdo porque no tenía ni dos años. Pero después sí que tengo [recuerdos] de toda la vida en Vall d'Hebron. Es mi casa, es sentirme segura. Cuando estaba nerviosa de pequeña, llegaba aquí y me calmaba", relata la joven acompañada de su madre, del jefe de Servicio de Cirugía Torácica y Trasplante Pulmonar del hospital, Alberto Jauregui, y del doctor Antonio Moreno, el jefe de Sección de Pediatría del hospital. Este es el pediatra que la trató durante toda su niñez. El que estuvo en su trasplante. "Yo ya le he dicho que, si alguna vez se muda y se va lejos, que elija un sitio bonito, porque iremos con él", interviene la madre. ¿Cómo no sentir afecto y una profunda confianza en una de las personas que salvó la vida de su hija?

El diagnóstico

"Meritxell era una niña aparentemente normal, pero a los 20 meses se puso azul, le bajó mucho el oxígeno y le diagnosticaron hipertensión pulmonar. A las tres semanas de ingresar en la uci, se puso tan mal, que necesitó de un respirador. Al poco tiempo hizo un paro cardiaco y hubo que intubarla. Estaba tan grave que los médicos le dábamos medicamentos en vena y por la boca y le administrábamos óxido nítrido como si fuera oxígeno", relata Moreno. Solo un doble trasplante pulmonar podía salvarle la vida.

El bebé estuvo aguardando por los órganos un mes y medio y la espera, recuerda la madre, fue "dura". Gemma también se acuerda de lo "inhóspita" que era entonces la uci pediátrica de Vall d'Hebron, nada que ver con la que hay ahora: "Era del año 1967, cuando se inauguró el hospital. Fue la primera uci pediátrica de España", puntualiza Moreno.

Los órganos para Meritxell, que llevaba en la uci desde finales de diciembre de 2002, llegaron en marzo de 2003. El donante de Meritxell, además de darle los dos pulmones a ella, donó más órganos a otros niños. "A uno que se llamaba Iván le dio un hígado. Y unas córneas para otro niño de un país extranjero; recuerdo que la madre no hablaba español y tenía un intérprete. A Iván seguimos viéndolo y durante un tiempo era curioso pensar que tenían órganos del mismo donante", recuerda Gemma, que en aquel momento estaba embarazada de su segunda hija.

De izquierda a derecha, Antonio Moreno (jefe de Sección de Pediatría), Meritxell Brugueras, Gemma Carreras y Alberto Jauregui (jefe de Servicio de Cirugía Torácica y Trasplante Pulmonar), frente al hospital materno-infantil de Vall d'Hebron, el pasado martes.

De izquierda a derecha, Antonio Moreno (jefe de Sección de Pediatría), Meritxell Brugueras, Gemma Carreras y Alberto Jauregui (jefe de Servicio de Cirugía Torácica y Trasplante Pulmonar), frente al hospital materno-infantil de Vall d'Hebron, el pasado martes. / JOAN CORTADELLAS

El final de una etapa e inicio de otra

La voz de Gemma es el auténtico relato de aquella época, pues la joven no se acuerda de todo aquello. "La llegada de los órganos fue el final de una etapa y el principio de otra. Pero no sabíamos si ese día en realidad empezaba algo o se acababa todo porque la niña estaba muy mal. Creíamos que no podría superar lo duro de la intervención", relata. Durante semanas, Meritxell tuvo las "24 horas" un médico "a los pies de la cama" de la uci.

En el mes y medio en que esperaron por los órganos, los médicos no les daban a los padres "expectativas" de que la pequeña viviera. "Estás en la uci esperando y ves que llegan cuatro o cinco niños por semana, pero se mueren dos o tres". No sabían si Meritxell saldría de allí.

"Para las familias ese tiempo de espera es un infierno porque además saben que en cualquier momento puede pasar algo y puede no llegar a tiempo el órgano", precisa por su parte el doctor Jauregui. Explica cómo los cirujanos van "en contra del tiempo": en un trasplante hay un equipo médico que en un hospital está extrayendo los órganos del paciente y otro equipo médico de otro hospital, en otra parte del continente, que, al saber que los órganos serán compatibles, ya está abriendo al paciente receptor. "Solo tenemos ocho horas desde que decidimos que lo vamos a hacer hasta que esos pulmones empiezan a respirar en un cuerpo como el de Meritxell". No hay tiempo que perder.

La niña en abril de 2003, un mes después de la operación.

La niña en abril de 2003, un mes después de la operación. / El Periódico

Recuperación y segunda complicación

Meritxell superó el trasplante, que duró entre cinco y seis horas. Durante muchos años, Vall d'Hebron fue el único hospital que realizaba trasplantes en lactantes. De hecho, Vall d'Hebron es "centro de referencia" en trasplante pulmonar pediátrico tanto en España como en Portugal, puntualiza el doctor Jauregui.

Sin embargo, los tres años posteriores de Meritxell fueron complicados porque, aunque el trasplante salió bien y a las cinco semanas la niña ya estaba en casa, poco tiempo después se le detectó un nódulo en el pulmón. "Es una complicación que puede aparecer en algunos niños pequeñitos trasplantados", explica el doctor Moreno. Los medicamentos para la inmunodepresión pueden provocar una infección del virus Epstein-Barr, que a su vez puede causar un linfoma. Es lo que le ocurrió a Meritxell pero, de nuevo, el hospital trató con éxito a la niña y logró curarla.

Los Reyes llegan a la uci para dar a Meritxell sus regalos, dos meses antes del trasplante.

Los Reyes llegan a la uci para dar a Meritxell sus regalos, dos meses antes del trasplante. / El Periódico

"Eso sí, hice toda la primaria con mascarilla en clase", comenta la joven. Lo que para la mayoría de la población ha sido una novedad de la pandemia es, sin embargo, un hábito de las personas inmunodeprimidas, como Meritxell, que tienen mucho más riesgo de desarrollar alguna infección. Ella también recuerda pasar muchas noches en el hospital. "Siempre me ponía enferma cuando eran los Reyes, en enero", dice. Y se acuerda, junto a su madre, del día en que la joven cumplió 18 años: "Vinimos aquí al hospital materno-infantil a despedirnos y traerles fotos porque ahora ella pasaba a ser una paciente del hospital general".

Meritxell ha vuelto ahora a este hospital materno-infantil que tan bien conoce, a celebrar esos mil trasplantes pediátricos. La han saludado, porque se acordaban de ella, algunas señoras de la limpieza. Gemma, la madre, también se acuerda de muchos médicos que entonces trataron a su hija: aquellos que estuvieron las 24 horas a los pies de su cama. "Entonces eran MIR, ahora son jefes del hospital", dice. Reencontrarse con pacientes como Meritxell que logran sobreponerse es, para el doctor Moreno, una "recompensa". "Pero hay otros niños que no salen adelante, así que esto te enseña también a ser humilde". Él asegura que en su casa guarda todos los regalos que sus pequeños pacientes le hacen. Dibujos, por ejemplo. "Siempre están ahí y nunca los quito".

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