La invasión de Rusia

El "no a la guerra" de los sanitarios ucranianos desde Barcelona

Europa ha enlazado una pandemia mundial con una guerra. Médicos y enfermeras naturales de Ucrania, ciudadanos de Catalunya que trabajan cada día por la vida de los demás, expresan su hondo rechazo a una conflicto armado (uno más de todos los que asuelan al mundo) en el que ya han muerto centenares de personas

Tetiana, Dmytro Lushchenkov, Yarko Compta, Ilona Grynyshak

Tetiana, Dmytro Lushchenkov, Yarko Compta, Ilona Grynyshak / J. MATEU / J. CORTADELLAS / E. PONS / Á. MONGE

Beatriz Pérez

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Ilona, Yarko, Tetiana y Dmytro son cuatro sanitarios ucranianos que viven y trabajan en Barcelona. Su vida se divide entre un pasado (y/o unas raíces) en Ucrania y un presente y más que probable futuro en Catalunya. Algunos tienen ya hijos e hijas nacidos aquí. Los cuatro llevan años arraigados en la Ciudad Condal y, como todos sus compatriotas, viven con repulsa la invasión a la que está sometiendo Rusia a su país de origen. Los cuatro utilizan palabras similares para expresar lo que sienten: "miedo", "horror", "tristeza". Algunos se echan a llorar a través del teléfono recordando a los familiares que aún residen en Ucrania. Otros se quedan sin saber bien qué decir. Quizás el silencio es la palabra más elocuente en una guerra. Los cuatro colaboran en el envío de material sanitario al este de Europa. Es su manera de sentirse útiles a tres mil kilómetros de distancia.


Ilona Grynyshak: "Después de las muertes del covid, ahora esto"

Ilona Grynyshak, enfermera del Hospital del Mar.

Ilona Grynyshak, enfermera del Hospital del Mar. / Álvaro Monge

Ilona Grynyshak lleva dos años complicados. Lo explica con tristeza. Tiene 25 años, es enfermera en el Hospital del Mar y original de Ucrania. "No sé ni qué decir cuando me preguntan cómo estoy. Estoy sin fuerzas. Después de todo lo que hemos vivido con el covid-19, después de tantas muertes, ahora otra vez", dice en referencia a la invasión de su país por parte de Rusia. "Pero ahora es mucho peor. Y lo que más miedo me da es que todos los países tengan miedo a una persona: Putin", lamenta con la voz quebrada.

Ilona vino a vivir a Barcelona cuando tenía 14 años. Primero vinieron sus padres en busca de trabajo; después, ella y su hermano. La familia, como muchas otras, venía en busca de una vida mejor. Recuerda los primeros años "muy difíciles", sobre todo por el idioma. "Luego encontramos una iglesia ucraniana y ahí conocí a muchos de los que son mis amigos ahora", relata esta joven. Ahora, a miles de kilómetros de Ucrania, sufre por su país. La última vez que lo visitó fue hace tres años.

"Todo esto, desde la distancia, lo vivo bastante mal. Me siento impotente desde aquí sin hacer nada, temiendo que a mis familiares les pase algo…", cuenta. Incluso reconoce que le da miedo ir a trabajar. "Estoy muy distraída. Yo estoy en reanimación y hay pacientes muy complicados". Desde Barcelona, hace lo que puede. Acude a las manifestaciones y recauda ropa, medicamentos y alimentos para enviar a Ucrania. Se "entretiene", dice, para evitar pensar en la realidad. La que le llega a través de las noticias y de los relatos de sus propios familiares. "Estamos todos muertos de miedo".


Yarko Compta: "Ucrania, Siria, Yemen... Es todo un desastre"

Yarko Compta, neurólogo del Hospital Clínic.

Yarko Compta, neurólogo del Hospital Clínic. / Elisenda Pons

"Nadie pensaba que pudiera pasar esto, pero siempre hemos vivido con este miedo". Lo dice Yarko Compta, neurólogo del Hospital Clínic de 45 años. Nació en Barcelona, pero su madre es ucraniana y su lengua materna, el ucraniano. "Desde 1991, que cayó la URSS, estamos igual", se lamenta Yarko. Este neurólogo define la situación como "horrorosa", entre otras cosas porque le toca "muy de cerca". "Nosotros tenemos familia allí, primos de mi madre. El país está sufriendo una desgracia enorme. Veo lugares que pertenecen al imaginario ucraniano que están siendo destruidos", explica al otro lado del teléfono.

La guerra de Ucrania se está viviendo "minuto a minuto". "Y yo -añade- voy oscilando entre la pena y la rabia". El Clínic, como otros hospitales, se ha movilizado para manifestar su rechazo a la invasión rusa y enviar material sanitario a Ucrania. "Mandamos medicamentos muy básicos, como insulina para personas que, aunque no están luchando, no pueden vivir sin ello", dice Yarko. Se queja no solo de la guerra de Ucrania, sino de otras muchas, como las de Siria o Yemen. "Es todo un desastre", repite todo el rato.

No se atreve a augurar cuánto durará el ataque a Ucrania, pero cree que "puede ser una cosa larga". Él se considera medio ucraniano (su madre, de niño, lo enviaba a Alemania a campamentos ucranianos para no perder los vínculos) y medio catalán. Y, aunque tiene mujer e hijos, no descarta ir a Ucrania a dar apoyo sanitario. "Pienso que no puedo dejar de planteármelo", reflexiona. Aún no ha tomando una decisión.  


Tetiana Goncharova: "Lloré cuando supe que empezaba la invasión"

Tetiana Goncharova, médica residente de Oftalmología en Vall d'Hebron.

Tetiana Goncharova, médica residente de Oftalmología en Vall d'Hebron. / Joan Mateu

Los tíos y primos de Tetiana Goncharova viven en Ucrania. En el momento del bombardeo, su primo se encontraba en Odesa, de donde tuvo que huir. "Desde que empezó todo está siendo muy duro. Estamos en 'shock' porque parte de nuestra familia aún vive allí. A mi abuela nos la trajimos a Barcelona en el momento en que Putin colocó las tropas en la frontera", relata esta médica residente de primer año en Oftalmología en el Hospital Vall d’Hebron. Tiene 27 años y llegó a Barcelona con siete, junto a su madre. Todos dicen lo mismo: buscaban una vida mejor.

Pero parte de su vida de entonces se quedó en su país de origen, en Ucrania, que ahora tiembla por una guerra que causa dolor más allá de sus fronteras. Cuenta lo mismo que sus compañeros ucranianos al ser preguntados: "Me eché a llorar cuando aquel jueves por la mañana me llamó para decirme que Rusia había empezado a atacar Ucrania". Tetiana comprendió que la invasión "iba en serio" al darse cuenta de que no se produciría "ningún alto al fuego". "A partir de ahí cambiamos el chip y empezamos a mirar cómo podíamos ayudar".

Los sanitarios de Vall d’Hebron también están llenando cajas con medicamentos para enviar al consulado ucraniano. Pero su labor no acaba ahí. La madre de Tetiana se fue en coch

e a la frontera con Polonia para llevar mantas, ropa y comida. Junto a otros ciudadanos ucranianos de Barcelona está familia se está organizando para dar cobijo a las familias ucranianas que lleguen a Barcelona. "Y aquí en el hospital muchos médicos y enfermeras de mi servicio han hecho ya la solicitud para acoger niños ucranianos".  


Dmytro Lushchenkov: "Estamos aturdidos. Esto duele muchísimo"

Dmytro Lushchenkov, anestesista en el Hospital Sant Joan de Déu.

Dmytro Lushchenkov, anestesista en el Hospital Sant Joan de Déu. / Joan Cortadellas

Dmytro Lushchenkov, ucraniano, habla pausadamente al otro lado del teléfono. Tiene 50 años y trabaja como anestesista en el Hospital Sant Joan de Déu. Lleva 20 años en Barcelona. "Vine por la crisis económica. Yo estudié Medicina en San Petersburgo, en la antigua URSS, y luego ejercí de médico en Kiev (Ucrania). Vine a España en 1999", relata. Buscaba cambiar de vida porque su país natal "no estaba bien". "Yo no estaba contento con aquello y decidí que tenía que venir aquí para cambiar de aires", cuenta Dmytro.

Parte de su familia ya vivía en España antes de que él llegara, entre ellos, sus padres. Todo fue más fácil así. Como sus compatriotas vive la guerra, en la distancia, con miedo y horror. "Estamos todos muy aturdidos. A pesar de tanto tiempo fuera, aún mantenemos vínculos, familiares y amigos allí. Y recuerdos también. Esto duele mucho, muchísimo", asegura este anestesista.

Va hablando con los amigos que le quedan en Kiev, más que nada para asegurarse de que siguen con vida. Procura no agobiarlos con mensajes a todas horas, dice. Le cuentan que se refugian en sótanos, que escuchan las bombas afuera. Dmytro lo expresa todo con un tono de tristeza que le resulta imposible disimular. Su mujer, como él, es médica y ucraniana y juntos tienen dos hijas nacidas ya en Barcelona. También como sus compatriotas, ayuda como puede a través del consulado de Ucrania. Este anestesista no se esperaba esta guerra, pese a la escalada de tensión vivida en los últimos años. "A esta escala no, no me lo esperaba. Y me ha dejado helado", concluye. No es capaz de expresar más.

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