Desigualdad "flagrante"

La codicia farmacéutica deja a los países pobres postrados ante el virus

Un informe de Amnistía Internacional acusa a las grandes empresas del sector de violar el derecho a la vida y la salud con su reparto y producción de vacunas

Sanidad interrumpe el envío semanal de vacunas de Pfizer a la Comunitat Valenciana y al resto de autonomías

Sanidad interrumpe el envío semanal de vacunas de Pfizer a la Comunitat Valenciana y al resto de autonomías

Juan Ruiz Sierra

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La distribución de las vacunas contra el coronavirus es una especie de juego de suma cero en el que las ganancias de unos son pérdidas para otros. De momento, solo ganan los ricos. Los 29 países más pobres del mundo apenas han recibido el 0,3% de las dosis totales. Menos del 1% de la población de los países con ingresos bajos y medianos tiene la pauta completa, frente al 55% de los ricos. Cada día se lanzan mensajes de todo tipo subrayando la necesidad de cambiar el escenario, y hay mecanismos para intentarlo llevar a cabo, pero por el momento nada hace pensar que la situación vaya a revertirse a corto plazo. Al contrario. La dosis de refuerzo que ya empiezan a inocular algunos países a todos sus habitantes o solo a los más vulnerables (en el caso de España), desnivela todavía más la balanza, como viene denunciando la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

Al comprar toda la oferta disponible y acaparar dosis, los gobiernos más acaudalados tienen buena parte de la responsabilidad en este desequilibrio. Pero un informe de Amnistía Internacional (AI) pone la lupa en el otro actor principal en el reparto de vacunas: las farmacéuticas, a las que acusa de “violaciones del derecho a la vida y a la salud”. Estas empresas, señala la oenegé en su trabajo, publicado este miércoles, son en gran medida las responsables de la disponibilidad, accesibilidad y asequibilidad de las dosis, y “han desempeñado un papel determinante en la limitación de la producción global y la obstrucción del acceso equitativo”. 

“Pese a que reciben importes multimillonarios de fondos públicos y pedidos anticipados que en la práctica eliminan el riesgo normalmente asociado con el desarrollo de medicamentos, los fabricantes de vacunas han monopolizado la propiedad intelectual, impedido la transferencia de tecnología y llevado a cabo un trabajo agresivo contra las medidas que podrían ampliar su fabricación global”, continúa el informe, que también incide en su “falta de transparencia”. Tras evaluar a Pfizer/BioNTech, Moderna, Johnson & Johnson y AstraZeneca, AI concluye que “ninguna ha revelado completamente sus costos de producción, las diferentes partidas de gastos, los precios aplicados y las condiciones contractuales”, todo dentro de un esquema de “tratos poco claros” con los países ricos.  

Razones éticas y biológicas

El número de dosis necesarias para inmunizar al 70% de la población mundial, según un estudio de la Universidad de Duke (EEUU), es de 11.000 millones. Sin embargo, hasta ahora, el total de la producción apenas supera el 15% de esa cantidad: 1.700 millones. Hay que acelerar la fabricación. De ahí la exigencia por parte de AI de que las farmacéuticas acepten transferir su tecnología y liberen las patentes, una petición que abanderan países como la India y Sudáfrica. EEUU se sumó en mayo a esta tesis, pero no la UE, cuyo enfoque, de momento, pasa por la exportación y donación de dosis al resto del mundo.

Existen dos motivos por los que a residente en Barcelona debe preocuparle la baja tasa de vacunación en, por ejemplo, Managua. El primero es humanitario, ético, con los sistemas de salud en zonas de África, Asia y Latinoamérica al límite y cientos de miles de muertes que podrían haberse evitado. El segundo es biológico. Los virus viajan y mutan. Las variantes sudafricana, brasileña, británica e india se han diseminado por el planeta, y las vacunas se han mostrado hasta el momento eficaces para contenerlas, pero la protección no está por completo garantizada ante una nueva evolución. 

Los beneficios

“Con esta flagrante desigualdad como telón de fondo, BioNTech, Moderna y Pfizer habrán ganado en conjunto 130.000 millones de dólares a finales de 2022. Las ganancias nunca deben primar sobre las vidas”, señala Agnès Callamard, secretaria general de AI. 

En su detallada evaluación de las farmacéuticas, dejando a un lado las empresas chinas y rusas porque “facilitan menos información corporativa”, ninguna sale bien parada. Pero algunas se comportan mejor que otras. Pfizer/BioNTech solo ha suministrado un 1% de su producción a los países de bajos ingresos. Moderna, ni siquiera una sola dosis. Ambas aplican una política de “precios elevados”, explica el informe de la oenegé. Johnson & Johnson vende su vacuna monodosis a precio de costo, pero hasta 2022 no cumplirá con la mayoría de compromisos adquiridos con la Unión Africana y el COVAX, la iniciativa de la OMS y Naciones Unidas para garantizar el fármaco a los países en desarrollo. AstraZeneca, en cambio, ha entregado la mayoría de sus dosis a los territorios de bajos ingresos, y también vende a precio de costo, pero rechaza compartir sus conocimientos y tecnología. 

“Ahora mismo podríamos estar aclamando como héroes a estas empresas, que crearon las vacunas con tanta rapidez –concluye Callamard-. Pero su bloqueo deliberado a la transferencia de conocimientos y los tratos poco claros con los Estados ricos han gestado una escasez previsible y devastadora”.