UN BIEN QUE YA ESCASEA
El aplauso era para ellas, las enfermeras
La dureza y crudeza del COVID, la acumulación de responsabilidad y trabajo, la multiplicación de tareas, ha hecho que los hospitales se encuentren sin enfermeras
Ellas, que antes eran invisibles, que debían meter codos para hacerse valer, se han convertido en imprescindibles para que el proceso asistencial siga adelante
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Emilio Pérez de Rozas
No hay duda, nadie lo duda, ni siquiera se plantea que sea para otro gremio, para otra especialidad, para otro tipo de personal sanitario. Cierto, todos se lo merecía (y se lo merece, ¡vaya que sí!, esto aún no ha terminado, pese a que los botellones absurdos anuncien su final), pero aquel aplauso masivo, que deberíamos repetir cada día, era para ellas y (casi) solo para ellas: las enfermeras.
“Han sido vitales, han sido las que nos han sostenido a todos, han sido las que han demostrado que, no solo son importantísimas en la asistencia sanitaria, sino las únicas que, desde siempre, han demostrado saber trabajar en equipo”, señala un prestigioso doctor del Institut Quirón-Dexeus, de Barcelona, con miles de pacientes Covid atendidos en el último año largo de pandemia. “Sin ellas, no hubiésemos podido salir adelante y, en el caos que nos movíamos todos, en la incertidumbre que suponía esta plaga desconocía, nos hubiésemos hundido en la hecatombe”.
Y el doctor sentencia: “Piense que los médicos, los doctores, el especialista, visita al paciente diez, doce, quince minutos y ¿qué hace después?, mira a la enfermera y, a partir de ahí, el paciente es de la enfermera para todo, durante las 24 horas del día. Ella, que atiende, y más en estos tiempos en que no hay enfermeras, entre 20 y 25 pacientes cada una de ellas, se cuida de todo: medicación, asistencia, control, información a la familia, al doctor…todo, la carga laboral de las enfermeras ha sido tremenda en esta pandemia”.
Ni a precio de oro
La carga, la responsabilidad, el horario, la intensidad del trabajo, el dolor, suyo, del paciente, de la familia e, incluso, de su doctor, al que también han visto sufrir y han debido animar, ha sido tan fuerte, tan alta, que, aunque no haya sido la principal razón de que no hayan enfermeras para poder contratar y los hospitales, públicos y privados, vivan en la incertidumbre y necesidad, muchas han dejado (momentáneamente) la profesión, tomándose un año sabático, o cambiando de oficio. “No hablamos de dinero, no, pues el grupo Quirón ha inyectado mucho dinero para poder contratar enfermeras, pero no hay, no hay”.
“Nosotras y, digo nosotras porque el 80%, más o menos, somos mujeres, aunque empiezan a haber ya muchos hombres, hasta ahora éramos invisibles pero, eso sí, nos decían, con la boca pequeña, que éramos imprescindibles. Nosotras lo sabíamos porque sabíamos lo que hacíamos y cómo lo hacíamos”, señala Isabel, responsable de Enfermería en uno de los grandes hospitales de Palma. “Nos hemos pasado la vida metiendo codos, tratando de demostrarles a todos que merecíamos un respeto y, sobre todo, ser consideradas parte importante de la asistencia sanitaria. Ahora, por fin, todo el mundo nos valora. ¿Por qué?, porque hasta que apareció el COVID nadie trabajaba como nosotras, en equipo, en armonía, sin horas, pensando en el paciente y tratando de hacerle la vida lo más llevadera posible”.
Reconociendo que, en estos momentos, hay pleno empleo en el sector de la enfermería y que, en efecto, “es imposible encontrar una buena enfermera”, Isabel confiesa que, además de la enfermedad (“muchas, muchas enfermeras se contagiaron”), las enfermeras, que son el centro de la asistencia (“todo el mundo acaba mirando a la enfermera para saber qué hay que hacer, cuando y como”), han visto ampliado, diversificado, aumentado su trabajo con la especialidad que requiere el COVID (“no todas las enfermeras pueden trabajar en una unidad de COVID”), los análisis, los PCR, controles de antígeno en aeropuertos, rastreadores de la enfermedad, la vacunación…es decir, hay pocas enfermeras y el trabajo ha aumentado. Y mucho.
Trabajar en equipo
“Es evidente que para nosotras, sí, cierto, también para la medicina, los hospitales, los médicos, los especialistas, las organizaciones sanitarias y hasta para los pacientes y sus familias, que han sufrido horrores al carecer de información, habrá un antes y un después del COVID, pero nosotras, antes, durante y después, seguiremos siendo las que cuidamos de que el proceso asistencial siga adelante”, añade Isabel.
“Por fin se cuenta con nosotras, por fin se nos escucha, por fin formamos parte de la toma de decisiones, lideramos nuevos proyectos y se nos reconoce como parte importante de la medicina”, insiste Isabel. “Y, sobre todo, repito, hemos sido nosotras quienes hemos demostrado que sabemos trabajar en equipo, porque ya lo hacíamos antes de que llegase este maldito y mortal virus”.
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