La pantalla como espejo

El auge de las videollamadas activa la cirugía plástica y la dermatología

Vivir confinados, relacionarnos con familiares y amigos a través del móvil, teletrabajar viéndonos las caras, ha provocado un aumento de las visitas a dermatólogos y cirujanos plásticos

Videollamadas

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Emilio Pérez de Rozas

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La pandemia ha convertido las pantallas de móviles y ordenadores en nuestro espejo. Estar encerrados, vivir semiconfinados, cambiar de rutinas, mantenerse en casa todo el día, comunicarse vía móvil, vía whatsap, a través del Ipad, del portátil, del ordenador personal, no poder ver a la familia, a los amigos, a los compañeros de trabajo, sin olvidar el teletrabajo ( conferencias, charlas, entrevistas y reuniones), han sembrado la inquietud en mucha gente. De repente, han descubierto pequeños defectos en el rostro y buscan el auxilio de dermatólogos o cirujanos plásticos. Necesitan corregir esos detalles en los que apenas reparaban en la vida anterior, cuando vivíamos en la calle, en libertad.

Una actividad a la alza

Especialistas consultados por El Periódico reconocen que la actividad de dermatólogos y cirujanos plásticos, eso sí, actuando habitualmente en pequeña intervenciones, pocas de ellas con ingreso en clínicas y/o hospitales, se ha mantenido al ritmo que había antes de la pandemia. Las facturaciones no han bajado en el último año, ya que ha habido gente que ha ahorrado al no salir de casa, al no viajar, al no gasta. Incluso hay quien reconoce aprovechar los préstamos ICO (Instituto de Crédito Oficial) para pequeñas intervenciones que, normalmente, oscilan entre los 1.000 y 3.000 euros.

El fenómeno es mundial, no solo en España. Estar encerrados y convertir la videollamada en el único vehículo para relacionarnos con familiares y compañeros de trabajo, han hecho que estemos continuamente fijándonos en nuestra cara, cosa que, antes de la pandemia apenas hacíamos, a lo sumo al levantarnos o irnos a dormir.

Ese nuevo tipo de relacionarnos hace que también se produzca, según los expertos, un aumento de comentarios, incluso hasta críticas o burlas entre los grupos de watshaps, en los que muchos se creen con derecho a destacar, a veces sin piedad, los defectos descubiertos en en el otro.

El móvil, el peor espejo

“Una cosa es vivir como vivíamos antes del covid-19 y otra muy distinta a cómo vivimos esta pandemia”, dice el doctor Josep González Castro, dermatólogo y jefe de servicio de IDERMA, departamento de Dermatología del Institut Dexeus, de Barcelona. “Antes, nos mirábamos al espejo una o dos veces al día y, encima, lo hacíamos rápido, a lo sumo a la hora de peinarnos para salir corriendo de casa. Y, a partir de ahí, casi no nos veíamos la cara hasta la hora de irnos a dormir. Ahora, por este nuevo tipo de vida, en la que el móvil, ya de por sí un artilugio imprescindible, se ha convertido en una herramienta vital, estamos todo el día viéndonos la cara en la pantalla, hablemos con la familia, vecinos, amigos o compañeros de oficina”.

Y es ahí donde aparece la posibilidad de que descubramos defectos en nuestra cara (“yo, en casi todos los casos, hablaría de ‘defectitos’, no más”, señala González Castro) y, con el paso del tiempo y/o los comentarios de nuestros interlocutores, acabemos visitando a un especialista para repararlos. “Los médicos debemos ser lo más honrados posibles y, sí, asesorar al paciente a hacerse determinados retoques, pero nunca a acentuar su preocupación cuando no tiene motivo alguno para estar inquieto o sentir feo, rechazado”.

"Una cosa es quitarse unas manchitas de la piel y otra, muy distinta y sin sentido, obsesionarse con defectos que no existen"

— Doctor González Castro / Dermatólogo del IDERMA, de Dexeus

González Castro asegura que ha tenido pacientes que han dejado de dormir por defectos que se han detectado en esta nueva vida. “Y, la verdad, eso sí me parece exagerado. Una cosa es quitarse manchitas de la piel o arreglarse los pómulos o detalles de la cara y otra, muy distinta, inyectarse 'botox' sin medida”, señala el especialista del Insitut Dexeus, que defiende que “algunas de estas reparaciones aumentan nuestra autoestima y eso sí es positivo, desde luego”.

La gente parece haber descubierto en el confinamiento que todos, todos, tenemos una ceja más alta que la otra e, incluso, ha tratado de arreglarse un defecto que es de nacimiento y de todos. Hay quien se ha quitado la barba y ha descubierto, viéndose continuamente en las pantallas de sus dispositivos, que tiene papada. “Pues vuélvase usted a dejarse la barba y se acabó el problema”, le recomienda González Castro, rechazando una operación inútil. Ojeras, nariz desviada, manchas en la piel, arrugas… son algunas de las nuevas preocupaciones en esta vida en la pandemia.

Un fenómeno mundial

“Hace meses que hablo con mis compañeros, especialmente de Estados Unidos, Suramérica y Asia y compruebo, que el confinamiento y la nueva manera de comunicarnos ha provocado un aumento de las visitas a nuestras clínicas y, por descontado, ha generado más intervenciones”, afirma el cirujano plástico Ramón Vila-Rovira, uno de los grandes especialistas en la materia, con consulta en la Teknon. “Es evidente que estamos hablando de pequeñas reparaciones, que ni siquiera necesitan ingresar en la clínica, aunque también han aumentado las operaciones más delicadas, sí”.

Vila-Rovira reconoce que la facturación de su especialidad no ha sufrido daño alguno en comparación con otros negocios. “Estamos en los números de antes del covid. La gente que aún se gana bien la vida, al no gastar en viajes, comidas y otros entretenimientos, ha ahorrado y, al descubrirse esos pequeños defectos, se gastan unos pocos miles de euros, lo nuestro no es lo que vale un coche, para sentirse mejor”, añade el cirujano.

"La gente no ha salido de casa, ha podido ahorrar y se lo gasta en estos retoques, que cuestan entre 1.000 y 3.000 euros"

— Ramón Vila-Rovira / Cirujano plástico

Este tipo de reparaciones ya no son exclusiva, según relatan González Castro y Vila-Rovira, de las mujeres. “¡Ni mucho menos!” Puede, según estos doctores, que las mujeres al no maquillarse al no salir a la calle, hayan sido más propensas a descubrirse manchas en la piel que, antes disimulaban con un poco de maquillaje. “Hace mucho que los hombres también miman su estética, mucho, aunque son menos propensos a las intervenciones más delicadas”. Vila-Rovira reconoce que en su consulta de la Teknon la visitas no han disminuido ni un ápice.

El poder de la seducción

“Yo ya soy muy mayor”, dice con una sonrisa, que se detecta clarísimamente a través del móvil (sin pantalla), el vasco Javier Elzo, catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Deusto e investigador social. “Digo que soy mayor porque me he interesado por el tema debido a otros colegas del extranjeros que me han hecho reparar en este detalle. He comprobado que esta práctica está muy, muy, extendida en Estados Unidos y Asia”. Y añade: “En realidad, ese tipo de reparaciones casi las puedes mantener en secreto, en familia y que, de la misma manera que alguien te ha hecho caer en el defecto, ni siquiera se de cuenta de que te lo has reparado”.

"Vivimos en la sociedad de la imagen y en el poder de la seducción, de ahí que la gente se preocupe por su cara"

— Javier Elzo / Catedrático emérito de Sociología de Deusto

Eso sí, Elzo cree que pueden existir, “sin darle demasiadas vueltas al tema”, dos motivos importantes a este 'boom' por la estética. “Es evidente que vivimos en la sociedad de la imagen. Las redes sociales casi retransmiten nuestras vidas en vivo y en directo, es imposible librarse de ello. Seguimos muy pendientes de la seducción. Siempre, hombres y mujeres, hemos querido seducir. Y no solo por sexo, por enamorarnos, por conquistar, no, no, también debemos seducir a la hora de encontrar amigos o lograr un puesto de trabajo, a la hora de ascender en nuestro oficio. Si ahora estamos continuamente viéndonos en las pantallas nos creamos en la necesidad de arreglarlos esos defectos… para seguir seduciendo o seducir con mayor facilidad”.

Vivir en las redes sociales

Insistiendo en el curioso argumento de la seducción (los médicos comparten esa tesis), Elzo apunta que, posiblemente, lo que también ha cambiado “por confinamiento, por ley, por obligarnos a vivir encerrados” es que “antes, la seducción pasaba por el porte, el traje que lucias, el coche que llevabas, los restaurantes donde ibas o invitabas, los viajes exóticos, los hoteles de lujo que escogías… mientras que, ahora, todo radica en tu imagen, en tu cara, que es lo único que ve tu interlocutor”.

“Ya ni le cuento”, termina apuntando este prestigioso sociólogo vasco, “si hablamos de los jóvenes, que se pasan la vida en las redes sociales, que viven una vida paralela en sus dispositivos móviles, que narran su vida al minuto en imágenes y, por tanto, quieren seducir, gustar, a través de las fotos, que, encima, suelen ser utilizadas por sus colegas para meterse con ellos, burlarse o provocarles. Y, en ese sentido, y perdone que vuelva al tema de la seducción, ahora ya no existe galanteo como en mis tiempos, ahora solo existe el aquí te pillo y aquí te mato, sí, claro, en el buen sentido de las palabras, por supuesto”.

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