cumbre clínica

Los payasos de hospital piden llevar la terapia de la risa a las salas covid

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Gemma Tramullas

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Imaginen la sorpresa de los pacientes que llevan días, semanas y meses aislados por el covid-19 al ver entrar en su habitación de hospital a un personaje ataviado con un mono de protección, guantes, mascarilla, pantalla facial y… ¡una nariz roja! De momento, en España esta escena solo puede existir en la imaginación por varios motivos: por los restrictivos protocolos que rigen en los centros de salud, por la extendida idea de que la risa no pinta nada en situaciones de sufrimiento y por los prejuicios hacia la figura del payaso. Sin embargo, estos profesionales llevan toda la pandemia actuando en los hospitales de Israel, incluidas las salas de covid-19.

"Estos enfermos sufren una soledad extrema y para nosotros, como parte integral del equipo médico, es natural darles apoyo emocional y empoderarlos para superar la enfermedad", explica Tsour Shriqui, director del proyecto israelí Dream Doctors. Shriqui fue uno de los ponentes de la primera jornada Humor x Health Day organizada el pasado martes por Pallapupas. El encuentro reunió a 350 personas y puso en evidencia que el bienestar emocional es el gran olvidado de la pandemia.

"Ahora o nunca"

"Nos dicen que ahora no es el momento de reír, que hay que tomarse las cosas en serio -dijo la fundadora y directora de la entidad catalana de payasos de hospital, Angie Rosales-. Pero nosotros les decimos a los políticos y a los gestores sanitarios que están equivocados. Es ahora o nunca el momento de incorporar el humor y la risa como una parte de la terapia que todos necesitamos para rebajar los niveles de angustia, la incertidumbre y la frustración".

El epidemiólogo de referencia Antoni Trilla recoge el guante sobre la posibilidad de abrir las salas covid a estos profesionales, que fueron apartados durante la primera ola y actualmente solo pueden entrar en 4 de los 15 centros donde solían actuar antes de la pandemia. “Si se dan las condiciones de seguridad desde el punto de vista biológico para que no haya riesgo de contagio, puede ser una actuación a considerar para determinados pacientes de covid-19”, afirma.

Trilla valora la utilidad del humor sobre todo para afrontar las recuperaciones largas por el coronavirus y también para mitigar la fatiga psíquica y emocional del personal sanitario: "A veces lo vemos todo negro y, aunque alguien pueda considerarlo improcedente, yo creo que vale la pena utilizar el humor como válvula de escape para desestresarnos".

Mientras aquí aún se está en la fase de planteamiento, en Israel (un país muy afectado también por la pandemia) no dudan en dejar entrar la nariz roja, los zapatones y el ukelele en las salas de aislamiento. "¿Sabe cuál es la única cosa buena del covid? -dice Shriqui adelantándose a la pregunta de cómo pueden hacer humor yendo tan tapados-. Que ahora la gente se mira mucho más a los ojos. Además, el clown también se comunica con el lenguaje corporal y la música".

Para que esta situación se diera aquí, Angie Rosales considera que tendría que producirse "un cambio de mentalidad", tanto por parte del personal sanitario como de los pacientes: "Tenemos un enfoque de la medicina muy biologista y eso es del siglo pasado. En 2009 la OMS ya advertía de que hay que avanzar hacia un modelo de medicina bio-psico-social que tenga en cuenta todos los factores que concurren en una enfermedad".

Durante la jornada Humor x Health Day se expusieron los resultados de un estudio encargado por Pallapupas según el cual sus intervenciones con pacientes oncológicos reducen un 40% la angustia de los enfermos. También cayeron algunos mitos, como la percepción de que los payasos de hospital son voluntarios y solo para niños.

"Estamos preparados para adaptar el humor a todas las situaciones, incluso con pacientes terminales -asegura Rosales-. Alguna vez una persona se ha puesto a llorar cuando nos ha visto, pero esa es la grandeza del payaso, que nos conecta con la vida y nos ayuda a reconocernos y a mostrarnos como seres vulnerables".

Carmen Arriaza conoció a estos profesionales cuando su hija estuvo ingresada por un accidente y los Pallapupas la ayudaron a perder el miedo a las batas blancas. El año pasado, cuando ella se operó de un cáncer de mama, volvió a encontrárselos durante la radioterapia: "Que te hagan reír en esas circunstancias es un chute de la mejor medicina", opina. Tan buena es su experiencia que propone la creación de "un grado medio de payasos de hospital". De hecho, la facultad de Medicina de la Universitat de Barcelona tiene una asignatura optativa sobre Pallapupas.

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