CRISIS SANITARIA INTERNACIONAL

Un día rastreando el virus con la ambulancia

Una jornada con la unidad de soporte vital avanzado del SEM en Cerdanyola del Vallès

Una jornada con la unidad de soporte vital avanzado del SEM en Cerdanyola del Vallès (Barcelona). / periodico

Beatriz Pérez

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Un lunes cualquiera, 11 de la mañana. El Sistema d'Emergències Mèdiques (SEM) del centro de atención primaria (CAP) Cerdanyola Ripollet, en Barcelona, recibe una llamada. Una persona en Sant Cugat del Vallès ha sufrido una hipoglucemia. La unidad de soporte vital avanzado (SVA) se pone en marcha. Nada más entrar en la casa, la enfermera y los técnicos, equipados con equipos de protección individual (epis) abren las ventanas "para airear". "Esto es por el covid-19", explican. La barandilla del portal ni se toca. La enfermera, Gemma Cuadras, pregunta al paciente si ha tenido tos, fiebre o contacto con algún contagiado del virus. Nada. Antes retirarán las sábanas de la cama en la que se encuentra recostado. También por el coronavirus. Por suerte, el enfermo logra ser estabilizado y no requiere de traslado al hospital.

La pandemia de covid-19 ha obligado a ser todavía más cautelosos. "Cada día revisamos las epis y la ambulancia. El material debe estar limpio y nos aseguramos de que no falta de nada. Esta es la diferencia principal a la hora de empezar la guardia. Hemos puesto plásticos en las zonas más sensibles de la ambulancia. A mí me costó una semana adaptarme a la nueva situación", explica Cuadras. Esta enfermera recuerda cómo, al comienzo, los protocolos iban cambiando "cada dos por tres".

Los profesionales sanitarios y no sanitarios han tenido que aprender a adaptarse rápidamente a estos cambios. "Yo, por ejemplo, entro primero en los domicilios sin el material de trabajo, como el fonendoscopio, y sola, sin el técnico de la ambulancia. Si el paciente está crítico, entonces entra mi compañero. Y siempre, antes de entrar, nos vestimos con epis. Primero por nuestra seguridad, después por la del paciente", relata. Cuadras cree que, a partir de ahora, cambiarán muchas cosas en la manera de trabajar: los profesionales son más conscientes aún si cabe de la importancia de preservar su propia seguridad.

Pero no olvidará lo vivido a lo largo de estos dos meses. Asegura que hubo "falta de recursos", aunque por suerte el SEM no ha sufrido falta de material como sí experimentaron muchos hospitales. Para esta enfermera también ha sido duro ver cómo algunos pacientes a los que visitaba se echaban a llorar porque no querían ir al hospital. "Tenían miedo de no volver a casa. Yo he dejado gente en casa que quizás no estaba mal, pero a la que en otra situación sí hubiera trasladado al hospital".

12.30 del mediodía. El SEM recibe otra llamada. Esta vez se trata de un vecino de Montcada i Reixac que tiene un dolor torácico. La ambulancia se desplaza hasta allí sin saber si lo que se encontrará es un infarto. Afortunadamente se trata solo de una taquicardia en un paciente de mediana edad que vive solo.

El SEM se planta en su casa y sus profesionales le colocan la mascarilla y los guantes para que él no toque nada. Al monitor desfibrilador le colocan una funda de plástico. Aunque no parece grave (de haber sufrido un infarto, hubiera acudido un médico), el paciente es trasladado a un centro de urgencias de atención primaria (CUAP).

José Antonio Calles es técnico de emergencias sanitarias del SEM. Se contagió de coronavirus dentro de la ambulancia, pero lo superó. Recuerda los inicios de la pandemia: "Al principio hacíamos guardias con tests PCR solo para personas que habían estado en Milán a o profesionales sanitarios". Coloquialmente llamaban 'coronavir' a los coches rápidos que iban en busca de estas muestras. Todo ha cambiado mucho desde entonces. Las pruebas de coronavirus se han convertido en una necesidad masiva poblacional para poder contener el virus.

En las últimas semanas el SEM ha comenzado a atender más infartos, sobre todo de ciclistas que, con el inicio del desconfinamiento, salen a hacer deporte después de semanas de vida sedentaria. Aun así, en general, la actividad del SEM ha bajado durante la pandemia, debido a que, entre otras cosas, ha habido menos accidentes porque la gente estaba dentro de sus casas.

"Sí sufrimos un incremento brutal de llamadas al 061. De las 6.000 diarias llegamos a las 21.000 por día [ahora están en unas 10.000]. Eran personas con sintomatología de covid-19. Nuestra central de coordinación [en L'Hospitalet] tuvo que multiplicar por tres el número de profesionales", cuenta Antonio Carballo, el jefe territorial de Barcelona Nord del SEM. Matiza que nunca dejó de haber recursos para atender a personas con otras patologías graves, cuyos casos se gestionaron a través del teléfono de emergencias 112. El SEM también incorporó un equipo psicológico para sus profesionales.

Carballo reconoce el temor ante un posible "rebrote" del virus. Es por ello que, al menos hasta finales de año, no se desmontarán hospitales de campaña levantados al inicio de la pandemia para atender a pacientes con covid-19. "Todo esto ha sido como un accidente de múltiples víctimas mantenido en el tiempo durante dos meses", describe Carballo. "Y la Metronord ha sido una de las regiones sanitarias más afectadas por el coronavirus. Espero que hayamos aprendido a estar preparados, porque esta no será la última vez", concluye.

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