la trinchera médica

Miedo y esperanza en la uci

EL PERIÓDICO entra en la unidad de Vall d'Hebron que alberga los casos más graves de coronavirus en Catalunya

Roger Pascual

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"¿Tenéis miedo?", nos pregunta el director asistencial de Vall d’Hebron, Antonio Roman, el hospital de Barcelona que más pacientes ha tenido y tiene de coronavirus. Mi compañero Ferran Nadeu y yo contestamos que sí. Miedo será una de las palabras que más usarán todos nuestros interlocutores durante la visita a "la uci con los casos más graves de covid-19 de Catalunya". Como en el resto de unidades repartidas por el territorio, se lucha por salvar las vidas de los más críticos. Junto a la palabra miedo, también se repite la palabra esperanza (aunque de apellido cautelosa), en una calma tensa, al ver que quizás ha pasado lo peor de la tormenta.

La subdirectora asistencial, Maria José Abadias, explica que durante muchas semanas casi solo tenían emergencias por coronavirus. "Probablemente la gente le tenga respeto cuando hemos tenido un 80% del hospital transformado a 'zona covid'. Ahora empiezan a venir pacientes 50%-50% y nos tenemos que readaptar. El covid ha venido para quedarse, no en modo en pandemia, meses y años".

"Que el subdirector de la OMS nos felicite es una alegría. Pero nuestra razón de ser son los pacientes curados"

Antonio Roman

— Director asistencial de la Vall d'Hebron

"Lo mismo que sentís vosotros le pasa a muchos personas, algunas de ellas con otras enfermedades graves, que no han venido poco porque se preguntaban '¿qué me va a pasar en el hospital'?", coincide el doctor Roman, que se pregunta cómo nos cambiará como sociedad. "No creo que seamos como las sociedades orientales que no se tocan nunca, somos latinos, pero no nos vamos a quedar como antes".

Se muestra preocupado por el estigma de la enfermedad y tiene claro que no piensa hacerse un pasaporte sanitario. Con cautela, empieza a mirar al horizonte con moderado optimismo. "Hemos pasado de 600 ocupaciones por covid a 200. Si sigue la tendencia, a mediados de mayo podremos hablar con un tono más optimista y esperanzador".

El director asistencial de Vall d'Hebron se muestra satisfecho tanto por el número de recuperados como por la felicitación pública de la OMS. "Que venga el subdirector de la OMS cuatro horas con nosotros y se vaya impresionado y nos felicite es una alegría. Pero nuestra razón de ser son los pacientes curados". Tras ensalzar la capacidad de reacción y trabajo tremenda de su equipo, reconoce que después de dos meses en tensión "ahora que baja el suflé hay que administrar el cansancio".

Ricard Ferrer, jefe de la UCI, los primeros casos de covid-19 que vio le recordaban el impacto que sintió cuando empezó a trabajar en ucis en los 80 y veía enfermos terminales de sida. Cree que en un par de años, cuando haya vacunas y tratamientos, los casos de coronavirus que lleguen a las unidades serán tan poco frecuentes como los de sida.

Recuerda el frenesí de los primeros días, en los que llegaron a tener hasta 24 nuevos pacientes graves al día. "No lo habíamos visto jamás. Entubar a uno cada hora, abrir una uci nueva cada día. Llegamos hasta 180 ingresados y ahora estamos en 120". Ferrer explica que el desconfinamiento irá marcando el número de ucis abiertas, pero lanza un aviso: "La uci no será la que era antes del covid. Los dispositivos no pueden quedarse en mínimos, tienen que ser amplios y con capacidad de reacción para un brote de este tipo o de otra patología".

Ferrer es nuestro Virgilio por este particular infierno, por el que se multiplican 204 doctores, 391 enfermeras y 210 auxiliares. Pasamos por una uci en la que emergen los médicos y enfermeras con las EPIS de buzo. "Están dos horas allí y descansan dos horas fuera", nos cuenta antes de llegar a la unidad donde están concentrados "los casos más graves de Catalunya".

Una de las primeras cosas que sorprende es la edad de los pacientes que están, la mayoría inconscientes, en las camas: 30, 40, 50... Pese a que al principio de la pandemia se dijo que solo afectaba a los ancianos, pocos pasan aquí de la edad de jubilación. 

Esta unidad se inauguró hace un año y medio con un sistema pionero en España que integra todos los datos clínicos y de seguridad y los transforma en información que facilita la toma de decisiones por parte de los profesionales. En el control central hay cámaras que vigilan todas las habitaciones.

Las radiografías se mandan al instante por wifi al sistema. "Todo esto nos permite que la toma de decisiones sea de forma más ágil y adecuada". Cada enfermo tiene un box, con presión negativa para succionar el aire evitando que el virus pueda salir de allí, por lo que el personal puede moverse con mascarillas y batas convencionales por el resto de la uci. Aparte del respirador al que están conectados también se les extrae a los hospitalizados la sangre con una cateter para oxigenarla. A uno de los ingresados le están haciendo una broncoscopia, limpiando y extrayendo muestras del pulmón. Dos enfermeros chocan las manos, debidamente protegidas con guantes, después de hacer culminado con éxito el cambio de posición de un contagiado. No resulta fácil porque, al estar inconscientes y entubados por todas partes, esta operación debe hacerse entre cinco personas. 

Aquí es donde más ECMOs se han hecho de España, 20, la mitad de las que se han hecho en toda Catalunya. "La ECMO es el último recurso. A partir de aquí ya no se puede hacer más. Suplantar el tema pulmonar con una membrana extracorpórea dando tiempo al pulmón a que se recupere. Cuando se retira quedan muy tocados. Recuperar el pulmón o la movilidad va a costar mucho", apunta Vanesa Estudillo. Lleva 17 años como enfermera de Vall d'Hebron y no había afrontado una situación de esta intensidad.

"Lo primero que hacemos tras el destete, cuando les desenganchamos del respirador, es darles el móvil y el cargador, el ancla que les aferra a sus vidas". Lo primero que preguntan los pacientes es "¿cómo están los de casa?". "Es brutal la angustia que sienten. Se les hace muy duro que no les puedan ver sus familias. Nosotros los cuidamos como si fueran de los nuestros".

¿Cómo lo gestiona el personal sanitario a nivel emocional? "Aunque todos llevamos nuestra coraza para aguantar, las primeras semanas esto me superaba. Estamos cansados, con insomnio, pesadillas, un nivel estrés muy heavy. Luego llegas a casa y te encuentras con tu realidad". En su caso, su pareja es también enfermero y se compaginan para cuidar de sus tres hijos de 3, 6 y 9 años. "Los críos me están dando una lección de vida".

Por encima de la mascarilla los ojos se humedecen al hablar de los aplausos. "Es una muestra de que la sociedad se pone de nuestro lado, aunque no pueda hacer otras cosas como subirnos los salarios. A mí me gustaría que el Gobierno se replanteara como se trata a la sanidad de este país, que no pueden recortarla. Espero que sea el punto de inflexión, que todos los políticos hagan una reflexión. Si después de esto, este país no da un cambio es que ya nos podemos dar por perdidos absolutamente, es que no va cambiar nunca".

"Es como el bombo de la lotería de navidad. Esperas cada día no ser la bola que sale"

Vanesa Estudillo

— Enfermera de la UCI de Vall d'Hebron

El miedo, la palabra omnipresente, vuelve a emerger en la conversación. "Hay miedo en el personal. Aquí lo ves de frente, en la calle no lo ves. Vamos conociendo cómo se comporta, pero el hecho de que no haya un tratamiento específico y que cada enfermo evolucione a su manera genera miedo. Es como el bombo de la lotería de navidad. Esperas cada día no ser la bola que sale. Y si cuando esto acabe estás dentro del bombo festejarlo por todo lo alto".

Incluso allí hay espacio para la celebración, como el alta de una paciente de la que somos testigos. "Preciosa que te vas para casa, que ya estamos en abril, era marzo cuando llegaste y proto ya será verano", le dice con cariño una enfermera. Ella le sonríe y le suelta un casi inaudible "guapa". "Pero si no me ves nada, se me ven solo los ojos con la mascarilla. ¡Tú sí que estás guapa!". Y salen del box entre los aplausos de todo el personal sanitario camino de la planta. Aunque le quedará un trechito aún para salir del hospital como dice Carme Ferrer, supervisiora de enfermedades infecciosas, los que salen han "salido del momento más crítico, de ese en el que piensan no sé que pasará con mi vida". 

Alerta ante el rebrote

"Estamos mejor que las semanas anteriores porque estamos dando altas", explica Mapi Gracia, jefa de sección de la UCI del Hospital del Mar. La doctora comenta que se nota menos presión en los últimos días y que, aunque se siguen usando las 20 camas que tienen, también están reubicando. Gracia reconoce que hay desgaste entre el personal sanitario del Hospital del Mar después de estos dos meses tan intensos como los vividos, pero que continúan con ánimos para hacer frente a la pandemia, ahora que el horizonte se dibuja menos negro. "¿Cómo lo llevan? Pues depende del momento, después de tantos días están cansados pero aún con ganas de seguir luchando y esperanzados al ver que se va dando altas". De todas formas se preparan por si el desconfinamiento pueda provocar un nuevo pico. "Estamos alerta por si hay un rebrote. Lógicamente con el desconfinamiento hay más posibilidades de que repunten pero nosotros tenemos el servicio preparado por si es necesario", asegura Gracia.