TESTIGO DIRECTO

Despacho desde la aislada Igualada: aplausos para después de una guerra

Una enfermera y una familia de la ciudad relatan su durísima experiencia en una población aislada y azotada por el covid-19

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Xavier Martínez Chico

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"Haceos a la idea de que esto es la tercera guerra mundial y nos va a tocar a todos vivirla de muy cerca". Esta frase, dirigida con convencimiento por un responsable médico del Hospital de Igualada al resto de personal de Urgencias cuando estalló con toda la furia el brote de coronavirus en la Conca d’Òdena, la tiene grabada Laura, una enfermera de vocación y pasión que está junto a sus compañeros en primera línea de batalla. "Cada día tienes que ponerte la coraza de enfermera para soportar la situación", dice.

A su memoria reciente le asalta la última despedida de una hija y su madre en Urgencias, justo antes de ingresar con el nivel de oxígeno muy bajo. A los dos días, la enferma ya estaba sedada. "Yo veía a mi madre con mi abuela", confiesa. También por eso, ella, como el resto del personal sanitario, alimentan su ánimo con las muestras de cariño de los pacientes, con los mensajes de los familiares y los aplausos ciudadanos a la labor de los sanitarios.

Laura agradece esos aplausos, pero reclama la misma fuerza social por la sanidad pública cuando todo esto pase. Y recuerda uno de los 'memes' que corren estos días por la red, el que afirma: "Pensábamos que teníamos la mejor sanidad del mundo y al final era que tenemos los mejores sanitarios, que no es lo mismo". "Confío en que tras este drama cambiarán las cosas; me daría rabia volver a la anterior normalidad bajo mínimos", sentencia Laura. Sabe de lo que habla y es consciente de que, para no dejarse llevar por el sentimiento de precariedad en la que ha caído buena parte del sistema de salud público tras años y años de recortes, se recuerda a menudo: "Te dedicas a esto y te enseñan a trabajar para las personas, sin pensar en lo que hay por encima".

Este ánimo y que el colectivo profesional esté "unido como una piña" le ha ayudado a afrontar la crudeza del coronavirus en la Conca d’Òdena, pero destaca la peor cara de la pandemia: "Es muy duro ver morir a gente sola, sin poder despedirse de sus familiares".

Al primer frente hospitalario para frenar la pandemia se ha sumado la labor del CAP de Igualada en estos ya 17 días de confinamiento, fundamental para evitar el colapso en los ingresos. Decenas y decenas de diagnosticados como positivos, con o sin prueba, y con síntomas menos graves están venciendo la enfermedad o acaban de hacerlo confinados en su propio domicilio.

Toda la familia

Es el caso de la familia igualadina Buchaca-Valdés. Carles, de 50 años; Lluïsa, de 51, y sus dos hijas, Judit, de 16, y Mar, de 14. El padre, director de una pequeña fábrica en Balsareny, fue el primero en presentar los síntomas, justo a las primeras horas del cierre de la Conca, el día 13. Y tenía y tiene muy claro las virtudes del confinamiento: "Es necesario, se tiene que parar todo antes o después". Tras llamadas estériles al 061, un médico del CAP se puso en contacto para dar los primeros consejos y la baja por enfermedad profesional. Desde ese día convivió, aislado dentro del confinamiento familiar, con el paracetamol y una fiebre que subía por la tarde y la noche. "Yo no soy de asustarme, pero viendo las noticias y el cuadro que presentaba... Lo que más temía era que me ingresasen".

El temor era por el resto de la familia. Era tarde, porque el virus ya estaba incubado. A Lluïsa le producía "mucho miedo" que le afectase a Judit, porque había sufrido una neumonía y asma, y tenía grabado en la cabeza la maldita expresión de "patologías previas". El día 16, su hija empezó a tener algún problema respiratorio y fiebre. Había que acudir a Urgencias, donde comprobaron el pronóstico y se sometió a la prueba del coronavirus. Sin embargo, de vuelta a casa, los antibióticos obraron milagros y 48 horas después, Judit se encontraba bien. Al día siguiente, el 19, le confirmaron que había dado positivo en la prueba del covid-19. El CAP iba siguiendo la evolución de Carles: "Siempre hemos tenido la sensación de estar apoyados y vigilados". El día 21 volvió a Urgencias del Hospital para hacerse pruebas -que confirmaron el diagnóstico- y el test del coronavirus. Sorprendentemente, el viernes pasado le informaron de que dio un ‘falso’ negativo.

La enfermedad también atacó a Lluïsa: "Me parecía que me había pasado un camión por encima". Los cuatro sufrieron afectación en el olfato o el gusto. Sobre todo Lluïsa: "Cogía el frasco de colonia y no olía nada". Ahora, recuperados, pero en la cuarentena final, Carles explica su satisfacción por haber superado la enfermedad en familia: "Nos podemos considerar afortunados".

Pero la familia es consciente de los problemas laborales y económicos que la sociedad deberá afrontar tras la pandemia. Entre ellos, los autónomos, como Lluïsa que a mediados de enero, junto con una socia, puso en marcha una peluquería y que se ha quedado sin ingresos y con los gastos pendientes, ajenos al virus. Pero esa crisis será otra pandemia, de momento son un ejemplo de cuatro victorias frente al covid-19.