Las heridas de la culpa

La psicóloga Carmen Durán describe el impacto de la culpabilidad en los diferentes caracteres humanos

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fcasals32677144 barcelona barcelones 05 02 2016 barcelona160221165707 / JOAN PUIG

CARME ESCALES / BARCELONA

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Reproches, exigencias y actitudes de castigo motivadas por la culpa, ubicada fuera o dentro de uno mismo, que la psicóloga Carmen Durán (Cádiz, 1949) abordó en su libro 'Amor y dolor en la pareja' (editorial Kairós), pusieron rumbo a su más reciente obra: 'El sentimiento de culpa', de la misma editorial y con el mismo objetivo de poner sobre la mesa aquello que altera la vida de los seres humanos y los lleva a sufrir.

“El origen del sentimiento de culpa es natural, humano, e importantísimo. Sin él no habría espacio para la solidaridad ni la empatía. Porque la agresión también es un instinto natural, tanto como el amor”, apunta la psicóloga. “En los animales está instintivamente muy bien regulada, el instinto de protección protege a la especie. Pero en la Humanidad, lo podemos ver con las guerras, la violencia de género y con los hijos, la agresión es capaz de las mayores atrocidades", afirma.

CONVIVIR CON EL DOLOR

Por eso necesitamos la ética, las reglas del juego para poder vivir en sociedad sin destruirnos. "Y ahí la culpa cumple su función”, precisa Carmen Durán. “Pero cuando la culpa adquiere un nivel desmesurado, cuando el dolor por las injusticias sociales es tan grande que seríamos capaces de dejar de comer por las hambrunas de África, entonces hay que trabajar la culpa, con un psicólogo o un psiquiatra”, sugiere.

Según relata Durán, nadie escapa, en mayor o menor medida, a sentir culpa, consciente o inconsciente. “Es muy habitual la tendencia a sentirse culpable en muchos episodios cotidianos. “Entonces, hablar con otra persona, escuchar a un buen amigo, que casi siempre nos trata mejor  que nosotros mismos, nos puede ayudar a ser más tolerantes con nosotros y a tratarnos como si fuéramos nuestro mejor amigo”, expresa la especialista en conflictos existenciales, hoy ya desde su jubilación.

“Si podemos ver con amor algo que no nos gusta, nuestro o del entorno, nos resultará más llevadero”, dice. “Pero es muy bueno saber que no somos los autores de nuestra vida, sino actores con un papel. La vida vive a través de nosotros. Si creemos que lo controlamos todo, la exigencia es muy rígida y puede ser muy dolorosa”, añade.

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En su libro, Carmen Durán determina nueve expresiones diferentes del sentimiento de culpa, vinculadas a nueve caracteres distintos. Desde el más hedonista, que trata de escapar de responsabilidades y busca el placer en todo, racionaliza y justifica sus conductas de glotonería, sexo sin control, consumo de drogas -castigos que provienen del inconsciente y que dañan-, y trata de sortear la culpa por algo que no acaba de definir pero que arrastra su inconsciente, describe Durán, hasta caracteres con sensación de poco derecho a la vida, porque desde la infancia se sintieron una carga, a veces porque han supuesto un peso real; por haber nacido tras la muerte de un hermano o por haber dejado, tras el parto, alguna secuelao a la madre. En ese caso, la culpa lleva a ocuparse –a veces desmesuradamente- de los demás, olvidándose de sí mismos.

MERECER EL AMOR

Esas personas son incapaces de recibir amor, porque no creen merecerlo, y nunca se puede dar lo que uno no tiene. "Si uno se odia a sí mismo, no puede amar al otro”, apunta Durán, que también aborda en su obra el origen de esos odios. “El odio a uno mismo tiene mucho que ver con las propias exigencias narcisistas, abonadas, muchas veces, por padres y madres, desde la niñez. No soy lo que mi madre hubiera querido que fuera habla de la no aceptación de la realidad –en padres e hijos-, que es la mayor dificultad para ser feliz”, concluye la autora.

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