Roncar puede ser el primer síntoma de la apnea del sueño

Los aquejados por este trastorno suelen ignorarlo y atribuir sus consecuencias al cansancio

DISPOSITIVO CPAP. Estas ayudas a la respiración son muy eficaces para evitar las apneas, aunque no las curan.

DISPOSITIVO CPAP. Estas ayudas a la respiración son muy eficaces para evitar las apneas, aunque no las curan.

Nalini
LEPETIT-CHELLA

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El peligro de este trastorno es que pasa desapercibido. Discreto, se declara durante la noche, cuando el afectado duerme, y desaparece al despertarse. Sus síntomas parecen molestias usuales y pasajeras, y por tanto se los ignora. «Si el abuelo ronca , se dice: '¡Vale, pues es que duerme bien!'», explica el doctor Javier Albares, especialista del sueño de la clínica Estivill. Cuando se cabecea durante una reunión de trabajo, se considera que es por aburrimiento. Y en la mayoría de los casos puede ser cierto. Pero también puede ser la consecuencia de una apnea del sueño.

«Muchas veces, el afectado no se entera de nada. El ronquido es un previo a la apnea y el 50% de los españoles roncan», pone de relieve el médico. Según un estudio publicado en la revista médica Lancet, solo entre el 5% y el 10% de las personas que sufren esta enfermedad han sido detectadas y tratadas. Para Albares, la solución es la vigilancia: «Un ronquido intenso tiene que ser una señal de alarma».

Concretamente, la apnea del sueño consiste en episodios durante los cuales el enfermo deja de respirar  mientras duerme. «Es porque el aire no tiene suficientemente espacio para pasar», precisa Albares. Pero la gravedad del trastorno varía mucho en función del número de apneas por hora, y también de lo que el doctor Josep Maria Montserrat, coordinador de la Unidad de Trastornos del Sueño del Hospital Clínic, llama «los síntomas que dificultan la calidad de vida». Hasta cinco episodios por hora se consideran dentro de la normalidad. Con entre 5 y 15, la apnea es leve; moderada cuando hay entre 15 y 30, y grave cuando la cifra va más allá.

IMPORTANCIA DEL SUEÑO / Esta enfermedad ocasiona un sueño no reparador, con microdespertares provocados por el cerebro, cuando intenta forzar la entrada del aire. De esto y de la disminución repetida del nivel de oxígeno en la sangre derivan un montón de problemas cotidianos, del más nimio al más peligroso.

Primero, incide en una menor productividad en el trabajo. Concentrarse y recordar cosas se vuelve más difícil. El enfermo puede también estar irritable y, a veces, tener síntomas depresivos. Aunque no sea de forma sistemática, la enfermedad puede causar una somnolencia diurna. «Esta llega a menudo durante situaciones pasivas, por ejemplo, conduciendo el coche», avisa Albares. Provoca también una sobrecarga cardiaca que, según el médico de la clínica Estivill, «dobla los riesgos de problemas cardiovasculares y neurovasculares».

CAMBIAR HÁBITOS Y PERDER PESO / Las estimaciones del número de enfermos varían, pero varios estudios consideran que el 10% de la población es víctima de la apnea del sueño, recuerda Montserrat. «Los hombres están dos o tres veces más afectados que las mujeres», precisa Albares. Los riesgos de sufrir este trastorno también aumentan con la edad, especialmente tras la menopausia en el caso de las mujeres, y con los problemas de sobrepeso y de hipertensión. Según Albares, en la mitad de los pacientes que sufren hipertensión arterial resistente también se revelan casos de apnea del sueño, lo que, cuando no es diagnosticado, dificulta mucho el control de la tensión. Beber alcohol, fumar, tomar ansiolíticos o dormir boca arriba: todo ello favorece la apnea. Por eso, ambos doctores consideran que la primera cosa que hay que hacer es cambiar los hábitos y, sobre todo, perder peso, ya que «la mayoría de los pacientes son obesos», según Montserrat. «Hay dos tipos de tratamiento: uno inteligente —hacer ejercicio, dormir suficientemente y comer sano— y otro que solo toma en cuenta la enfermedad y no al paciente», resume el médico. Pero estas medidas higiénicas y dietéticas no siempre bastan.

Para los casos graves, sobre todo los con muchos síntomas, que conciernen a entre el 0,5% y el 1% de la población, existe un dispositivo llamado CPAP (acrónimo inglés para presión positiva continua en la vía aérea) que facilita el paso del aire. Los pacientes tienen que llevar una máscara vinculada a un ventilador cuando duermen. Sin embargo, el defecto de esta fórmula es que «no es un tratamiento curativo, solo paliativo», reconoce Javier Albares. Es decir, no permite deshacerse definitivamente de la apnea: los enfermos tienen que ponerse cada vez que duermen el CPAP, incluso durante las siestas. Pero según el médico, «los resultados son espectaculares: elimina la apnea y el ronquido».

En los casos moderados, las respuestas médicas varían. Avanzar la mandíbula es una posibilidad para facilitar la entrada del aire. «Muchas veces es eficaz, pero no siempre», admite Albares. Antes, una solución habitual era la cirugía: los médicos quitaban todo lo que podían en la garganta, como las amígdalas. Sin embargo, no funcionaba siempre. «Es una buena idea si la causa de la apnea es morfológica

-si resulta de la forma del cuello, por ejemplo-, pero no si resulta de los músculos, como la lengua», explica el doctor Albares. En el segundo caso, los tejidos blandos terminan por retomar su forma inicial.

«Pero en la mayoría de los casos, el tratamiento es muy satisfactorio», afirma el especialista. Y para diagnosticar la apnea del sueño suele ser suficiente un estudio de la respiración durante el sueño, llamado poligrafía respiratoria, que se puede hacer en casa en una noche, subraya Josep Montserrat. Por eso, Albares recomienda que «cada persona con ronquido y riesgos cardiacos consulte». Tanto más cuanto que esta enfermedad no solo tiene consecuencias sobre la propia salud, sino también para los otros.