Joan Artur Caylà: «La tuberculosis es un gran marcador a escala mundial de la desigualdad»

Fue uno de los artífices del programa de control de la tuberculosis que en los años 80 situó el nombre de Barcelona en los principales foros sanitarios de Europa, ya que la ciudad pasó de ser uno de los peores focos infecciosos del continente a ser la capital con mejor tratamiento y prevención de esta dolencia. Joan Artur Caylà (Badalona, 1952) siempre ha ejercido en la institución que hoy es la Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB), una de las estructuras sanitarias de ámbito municipal mejor valoradas del mundo. El inicio de la epidemia del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), hacia 1985, puso a prueba la eficacia de un servicio que se convirtió en esencial.

Joan Artur Caylà, en la Agència de Salut Pública de Barcelona.

Joan Artur Caylà, en la Agència de Salut Pública de Barcelona.

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-¿Están identificadas y tratadas las personas que en la actualidad sufren tuberculosis en Catalunya?

-Tenemos un sistema sanitario avanzado y cualquier persona que consulte con su médico los síntomas  de la tuberculosis será diagnosticada. Se puede tardar más o menos, pero todos serán identificados. Siempre que vayan al médico, eso sí.

-¿Los médicos tienen presente esta enfermedad?

-En principio, sí. Todos están preparados para sospechar que están en presencia de un tuberculoso. Los síntomas son evidentes -febrícula vespertina, tos, expectoración con o sin sangre, pérdida de peso...-. Es cierto que, a veces, la infección puede pasar desapercibida para algún médico que ve pocos casos, porque no hay tantos casos como hace 40 años.

-¿En qué zonas de Catalunya se detectan más infecciones?

-La tuberculosis es un gran marcador a escala mundial de la desigualdad. Los países pobres son los que concentran más casos. Dentro de los países ricos, las zonas y barrios más degradados son los que reúnen a más enfermos de tuberculosis. En Catalunya ocurre igual. El área metropolitana de Barcelona y los barrios más deprimidos, en especial Ciutat Vella, siguen siendo los más afectados por esta infección.

-¿A consecuencia de las malas condiciones en que se vive?

-Sin duda. Influye la higiene personal y la de las viviendas, el tipo de alimentación, el aire que se respira y la convivencia con otros infectados. Esto ocurre en todas las grandes ciudades del mundo.

-¿En todas?

-Si no se dispone de un buen programa de vigilancia, sí. Pasó en Londres hace cinco años. Es muy interesante su ejemplo.

-¿En Londres en el 2010?

-Londres es la capital de un país muy desarrollado en el que, literalmente, se pensaba que la tuberculosis era cosa del pasado. En el 2010 estudiaron la situación a partir de algunos casos y comprobaron que había una incidencia de tuberculosis que doblaba a la de Barcelona.

-¿Cuánta?

-Tenían 50 infectados de tuberculosis por cada 100.000 habitantes. Barcelona registraba en aquel momento 25 casos por cada 100.000 habitantes. Este descubrimiento causó un gran impacto. Londres apareció en los medios de comunicación como la capital europea de la tuberculosis. El Gobierno acabó reconociendo que, aunque influía la inmigración, también sufría tuberculosis un amplio sector de autóctonos de Gran Bretaña, indigentes o toxicómanos casi siempre. La gente pobre.

-¿Solucionaron el problema?

-Implantaron programas de control parecidos al de Barcelona.

-¿Cuándo se creó este programa? 

-Hace unos 25 años, cuando la ciudad sufría el impacto de una masiva población de toxicómanos (heroinómanos, la mayoría), que se empezaron a infectar por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), el del sida, al compartir jeringuillas contaminadas para inyectarse la droga. Una buena parte de ese colectivo también enfermó de tuberculosis. En 1987 se creó nuestro programa.

-¿En qué consiste?

-Sus bases son la vigilancia, la detección inmediata de los nuevos infectados y el control de sus contactos personales. Se creó la figura de la enfermera de salud pública, que sigue a los enfermos y las personas con las que se relacionan, y la de los agentes comunitarios de salud que ejercen de mediadores con los pacientes de otras culturas. Hacen traducción.

-¿Cómo controlaron que tanta población infectada acatara los tratamientos?

-El tratamiento de la tuberculosis exige la toma de bastantes pastillas durante nueve meses, una terapia difícil de seguir para personas con una vida muy desestructurada. Los agentes de salud se encargaron de citar a diario a los pacientes más refractarios al tratamiento: les entregaban las pastillas y un vaso de agua. Los enfermos debían tomárselas en presencia del sanitario. Tratamiento directamente observado. Aún se mantiene para algunos casos. De esta forma se cortó la transmisión a partir de infectados activos. En paralelo, se incentivó la investigación y establecimos un sistema de fácil coordinación entre médicos, microbiólogos y epidemiólogos.

-El programa permanece activo.

-Por supuesto. A él se han añadido cinco unidades de control de la tuberculosis instaladas en los hospitales de Vall d'Hebron, Sant Pau, Clínic y el Mar, más otra en el CAP de Drassanes. Y disponemos de un centro de ingreso prolongado, para enfermos difíciles. Se llama Serveis Clínics y tiene 50 camas.

-¿Qué incidencia de tuberculosis registra ahora Barcelona?

-Entre 300 y 400 nuevos casos cada año -20 por cada 100.000 habitantes-, de los que el 15% se toman las pastillas en presencia del sanitario que se las entrega. El resto cumple la terapia y se cura. Aquí ocurren pocas muertes por tuberculosis.

-¿Cuántos infectados asintomáticos existen en Catalunya?

-Infectados son los ciudadanos que en una prueba de la tuberculina darían resultado positivo, pero la mayoría no tienen la infección activa. La máxima prevalencia de estos se encuentra entre las personas mayores de 80 años, que darían resultado positivo a la prueba de la tuberculina en más del 80% de los casos. Entre los menores de 6 años la infección afecta a uno de cada 500 pequeños.

-¿Los infectados no activos están enfermos?

-No. Son personas que estuvieron en contacto con el Mycobacterium tuberculosis y que superaron el periodo infeccioso sin manifestación de síntomas. Los recién infectados están en riesgo de sufrir la enfermedad en los dos primeros años tras el contagio.

-¿Cómo se transmite la infección?

-La bacteria puede propagarse fácilmente de una persona infectada a otra no infectada. Sucede a través de la inhalación de gotitas de agua procedentes de la tos o el estornudo de un afectado. Es relativamente fácil, aunque la población más vulnerable son los ancianos, los recién nacidos y las personas con el sistema inmunitario frágil, debido al VIH o a la quimioterapia del cáncer.

-¿En el resto de España existen programas de vigilancia y tratamiento similares al de Barcelona?

-No. Galicia creó hace unos años un programa basado en el establecimiento de unidades clínicas de tratamiento. Lo incorporaron al detectar una amplia población enferma de tuberculosis. Ese mismo modelo lo han establecido varias comunidades autónomas más.

-¿Existe en la actualidad riesgo de que se reinicie la expansión de la tuberculosis a causa de la pobreza?

-Existe, ligeramente, por las situaciones difíciles que ha provocado la crisis económica. Por esa razón mantenemos totalmente activos los programas de control que nos permitirían detectar cualquier aumento de casos. La expansión de la tuberculosis siempre está vinculada a una circunstancia social: en los años 80 fue la irrupción del VIH y los heroinómanos, y desde el 2000 se reinició a consecuencia de los cambios demográficos y la llegada masiva de población inmigrante.

-¿Esas personas enferman aquí o vienen ya infectadas?

-Muchas proceden de países donde la tuberculosis está muy extendida. Otras enferman aquí a causa de las malas condiciones higiénicas y dietéticas. Lo importante es que vayan al médico y expongan sus síntomas.

-¿Esos signos son fáciles de identificar por los afectados?

-No siempre, pero llega un momento en que se hacen evidentes. Sufren fatiga importante, fiebre cada atardecer, una tos que no se va, pérdida de peso y expectoración. Escupir sangre significa que en los pulmones se han formado cavernas, unas cavidades que facilitan la dispersión del bacilo de la tuberculosis. Antes de llegar a esa gravedad, los enfermos suelen relatar al médico otros síntomas que permiten identificar la infección y actuar.