Estudio sobre la mente
Un ensayo describe la capacidad de cambio permanente del cerebro
El autor subraya como el órgano aprovecha la información exterior, retiene lo importante y fija la información estable
"No existe un tú sin en exterior", destaca David Eagleman para insistir en la importancia del entorno
Fidel Masreal
Periodista
Licenciado en Ciències de la Comunicació por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), curso de periodismo jurídico-político por la UAM - El País, ha ejercido como periodista político en Onda Cero, diari Menorca, Ràdio Barcelona (cadena SER) -donde fue jefe de la sección de Política- y Els Matins de TV3. Desde septiembre del 2008 es redactor en El Periódico, primero como cronista parlamentario en Madrid y en la actualidad especializado política catalana. Autor de "Conviure amb la depressió" (Mina, Eniclopèdia Catalana, 2007), "Game Over: els partits polítics, corrupció i vicis del sistema" (La Mansarda, 2013), "Cuentos Ex" (Magma Editorial, 2019) y "Contes del procés" (Magma, 2019). Colabora como analista en TVE, Catalunya Ràdio, SER Catalunya y RAC-1, entre otros.
Matthew se desplomó en el suelo. Tenía solo tres años. Ese fue el inicio de una serie de ataques fulminantes. Cada vez más frecuentes. Primero se le diagnosticó epilepsia. Después, tras más pruebas, se constató que sufría encefalitis de Rasmussen. Una enfermedad crónica que ataca a medio cerebro. La propuesta de los médicos fue extirpar ese medio cerebro a Mathew. Sus padres, tras superar el impacto emocional, accedieron. Esta es una de las experiencias que David Eagleman explica en ‘Una red viva’ para explicar que el cerebro no solo tiene ‘plasticidad’ sino que no para de cambiar para adaptarse al entorno.
El autor -neurocientífico y profesor en Stanford, entre otras ocupaciones- viene precedido del éxito de un texto llamado ‘Incógnito. Las vidas secretas del cerebro’ que fue traducido a 28 idiomas. En esta ocasión, bucea en una idea, que va más allá de la plasticidad cerebral. Y destaca que “nuestra genética obedece a un principio sencillo: ‘No construyas un hardware inflexible, sino un sistema qeu se adapte al mundo que te rodea’”.
Cómo funciona
El cerebro, pues, se adapta sin cesar. “Cuando no posee lo que necesita, lo esculpe”, describe el autor. Se trata de un órgano con una extraordinaria capacidad y ‘prestaciones’. Una, la velocidad, para acoger las novedades que suceden en nuestro entorno. Otra, la eficiencia energética: no ‘consume’ más neuronas de las que necesita, sobre todo cuando ya ha aprendido determinadas decisiones.
La recompensa es una poderosa manera de cablear el cerebro
Eagleman bucea en el cerebro para advertirnos de que no se puede reducir (en la ya clásica comparación con un ordenador) en algo divisible en capas de hardware y software. Por ello, Eagleman usa el concepto ‘livewired’, un término nuevo a semejanza de sofware y hardware, para insistir en el cambio constante.
No importa quienes somos…
Ante esta evidencia, el autor nos revela que no es tan importante “quiénes somos” sino “aquello en lo que nos estamos convirtiendo”, del mismo modo que del cerebro, lo destacable es cómo sus elementos se recomponen sin cesar. Hasta el punto que una de las técnicas para recuperar movilidad de una parte del cuerpo (un brazo) es bloquear el otro, sano, para forzar al cerebro a trabajar en esa recuperación.
Ventanas que se cierran
Pero no siempre el cerebro puede sobrellevar una catástrofe. El caso real de una niña que estuvo años encerrada sin contacto humano nos revela que es cierto que la masa cerebral trabaja sin cesar, pero “solo puede hacerlo durante una ventana temporal que se cierra rápidamente. En cuanto la ventana se cierra, es difícil o imposible volver a abrirla”. Eso significa que esa niña, Danielle, no ha recuperado (no ha adquirido, mejor dicho) habilidades sociales básicas. “Igual que un árbol que necesita un suelo rico en nutrientes para echar ramas, un cerebro necesita el suelo fértil de la interacción social y sensorial”.
Entrenar…y querer
Eagleman destaca la importancia del entrenamiento para fijar en el cerebro pautas que después se ejecutan con facilidad. Pone el ejemplo de deportistas profesionales que entrenan a diario varias horas, para lograr estar en la cima en cada competición.
Igual que un árbol que necesita un suelo rico en nutrientes, un cerebro necesita el suelo fértil de la interacción social y sensorial
Pero añade una cuestión fundamental: la voluntad.Todos los perros pueden aprender a andar a dos patas, pero solo el que perdió dos de ellas lo logró. “La recompensa es una poderosa manera de cablear el cerebro”, sostiene el autor.
La estrella polar
Por ello Eagleman destaca que lo relevante es lo que guía, como una estrella polar, a nuestro cerebro, que se fija en los detalles importantes. Por ello no basta con entrenar como las hermanas Serena y Venus Williams para ser tenista de élite, hace falta querer serlo. Dicho en lenguaje técnico, la mejora “no consiste tan solo en repetir una tarea, sino que también precisa sistemas neuromoduladores para codificar la relevancia. Sin la acetilcolina, las diez mil horas (de entrenamiento) son tiempo perdido”.
Una lección para la salud mental
Y si adaptamos este ensayo al debate sobre las causas de ciertos trastornos mentales, constatamos de nuevo que el papel del entorno es clave para entenderlos y para superarlos. Como dice, Eagleman, “no existe un tú sin el exterior. Sus creencias, dogmas y aspiraciones están modelados por el contexto, por dentro y por fuera, como una escultura arrancada de un bloque de mármol”.
Por cierto, años después, Matthew no puede usar la mano derecha y cojea, pero aparte de ello, hace vida normal. “El motivo es que el resto del cerebro se ha recableado de manera dinámica para asumir las funciones que le faltan. Los planos de su sistema nervioso se adaptan para ocupar un solar más pequeño”, revela el autor.
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