Paradistas del Mercado Central de Sabadell y comerciantes respiran tras el apagón: "Podría haber sido un desastre"

Los comerciantes del centro de Sabadell (Vallès Occidental) y los paradistas del Mercado Central pueden respirar un poco más tranquilos este martes después del apagón que alteró la vida cotidiana el lunes. Los establecimientos con productos frescos se apresuraron a proteger los alimentos en cámaras frigoríficas, hecho que según afirman les ha permitido salvar el material para poder venderlo este martes. Aunque admiten que habrán registrado pérdidas y que a estas alturas aún no pueden cuantificarlas, Sabadell Comerç Centre asegura que la situación "podría haber sido un desastre" si el corte de suministro energético se hubiera prolongado más. Agosto estuvo dominado por las tiendas especializadas en productos de iluminación, donde se vendieron más radios y baterías que nunca.

El apagón de este lunes agudizó el ingenio de los comerciantes del Mercado Central, que vieron como de un minuto a otro no podían realizar sus tareas habituales. Es el caso de Irene Gabarrón, de Aviram Fermí, que apostó por herramientas sencillas. “Cuando se fue la luz, todo se paró, pero con una ‘báscula’ y una calculadora hicimos lo necesario para que nadie se quedara sin comida”, cuenta.

“Estábamos un poco preocupados porque no sabíamos cuándo volvería la luz”, añade su compañera, Ana Jiménez. Sin embargo, alargaron la jornada todo lo que pudieron, a la hora de cierre del mercado, al mediodía, y metieron todo el material en las neveras para evitar que se estropeara gracias al frío que aún ofrecían.

Esta fue una reacción que algunos comercios realizaron más pronto que tarde, como es el caso de Cansaladeries Medrán: “Cerramos inmediatamente, las salas no abrían para nada, encima, cuando cerramos a mediodía, siempre cubrimos las salas con papel de aluminio y se conservaba el frío”, explica su propietaria, Esther Medrán. De hecho, cuando volvió la luz, ella misma volvió al mercado para ver cómo estaba todo: “Las habitaciones estaban en perfectas condiciones”, añade.

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En la charcutería Sanmartí, donde tienen carne de vacuno que podría resentirse por el paso de horas sin frío, optaron por dejar de vender el producto cuando ya llevaba un tiempo sin luz y trasladar todo el material a la cámara frigorífica. “El material se ha conservado muy bien y hoy hemos recibido artículos nuevos, tenemos todo fresco”, explica Jaider Arroyave, vendedor del establecimiento.

El corte de energía eléctrica dificultó la experiencia a la hora de atender a los clientes debido a la imposibilidad de poder pesar y cobrar. En el caso de Llegums Roca, especializada en comidas cocinadas el mismo día, tenían el producto listo para consumir, pero sin posibilidad de consultar el peso.

“Como soy de los de siempre, cobrábamos en efectivo, les decíamos a otros que eran clientes de siempre que nos lo trajeran, no lo pesábamos y tardábamos mucho, si alguien quería un kilo, pues un kilo y un poco más, todo para no tirar la comida”, explica su dueña, Rosa María Roca. En su caso, el producto es para consumir en el mismo día, por lo que este martes volvieron a empezar, sin que la situación vivida el lunes haya repercutido en la alimentación que ofrecen a los clientes.

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El impacto en el comercio

El apagón ha tenido un impacto importante en el comercio, donde muchos establecimientos se vieron obligados a cerrar antes de tiempo. “Los más afectados han sido los que tienen productos frescos, es decir, restaurantes y tiendas de alimentación, son los que más han sufrido”, explica el gerente de Sabadell Comerç Centre, Jordi Obradors.

En este sentido, destaca que los equipos de refrigeración actuales tienen una capacidad de resistencia importante: “Hemos conseguido ahorrar mucho material”, apunta. Sin embargo, destaca que el cierre ha provocado descensos en la facturación que son "difíciles de cuantificar".

“Si esto hubiera durado toda la noche, se habrían tenido que tirar muchos productos esta mañana, ha habido pérdidas, sin duda, pero podría haber sido un desastre”, destaca.

En el centro de la ciudad, una de las tiendas más concurridas era Canals, especializada en productos eléctricos. “Por suerte éramos tres en la tienda, estaban vendiendo pilas todo el día, pero sobre todo radios, aunque fueran pequeñas, ahora mismo no me queda ninguna”, comenta Jaume Capillas, gerente del establecimiento.

Otros, como la Llar del Llibre, aguantaron lo que pudieron, con la luz entrando en la tienda por las dos puertas laterales y gracias a las baterías autónomas de los ordenadores, que les daban 20 minutos de energía. “Tenemos puertas de cristal, con apertura automática, teníamos que cerrarlas manualmente, y para las persianas teníamos que subir al techo y buscarlas”, explica Carles Fàbregues, uno de los responsables de la librería, mientras muestra las “heridas de guerra” que recibió en las manos para forzar la bajada de las persianas.