Se independizó en 1994
Por qué toda Badia del Vallès son pisos de protección oficial: medio siglo de un municipio muy singular
Sus 5.400 viviendas eran hasta la fecha públicas y producto de un proyecto del Instituto de Vivienda franquista que se quedó a medio camino
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Vista de Badia del Vallès de edificios con amianto / MANU MITRU


Clàudia Mas
Clàudia MasPeriodista
Periodista especializada en el Vallès. He trabajado en medios como VilaWeb, iSabadell, Diari de Sabadell y Bellaterra Diari. Codirigí el documental Els Residus del Mercuri (septiembre de 2023).
Dignificar una ciudad. Vivir en un municipio donde las calles llevan por nombre ciudades de la península ibérica y los colegios, de bailes regionales. Ser vecino de la avenida de Burgos y recoger a los niños del colegio La Sardana. Badia del Vallès, a apenas veinte minutos de Barcelona, celebra este 2025 su primer medio siglo de vida. Cincuenta años intensos, marcados por la lucha vecinal, la memoria obrera y el reto constante de sacudirse el estigma. Sociológicamente y urbanísticamente, hay consenso en que Badia es un caso de estudio.
Se trata de la ciudad más joven de Catalunya y, en cinco décadas, ha tejido su propia identidad entre protestas. Ahora encara un nuevo punto de inflexión: la liberalización de sus viviendas protegidas y la retirada definitiva del amianto de sus edificios, material tóxico y cancerígeno con el que fue edificado. "El primer mapa del amianto [un censo de este material en la ciudad], que creó hace cinco años, es fruto a una reivindicación vecinal", dice el alcalde, Josep Martínez (PSC), quien recuerda cómo la fuerza del vecindario y el diálogo con las instituciones ha sido siempre la brújula del municipio.
Badia es un municipio singular. Hasta ahora, el 100% de sus 5.400 viviendas, distribuidas en 190 edificios construidos hace 50 años por el Instituto de la Vivienda franquista, eran de protección oficial. Ningún otro lugar en España podía decir lo mismo.
La historia de esta ciudad "invento del régimen", como la define Martínez, arranca en los años 70. En terrenos de Barberà y Cerdanyola comprados a la hija de un empresario textil de Sabadell, Elisa Badia, se proyectaron 12.000 viviendas pensadas para funcionarios y trabajadores de diferentes puntos de España. Pero, como en tantas decisiones del franquismo, la descoordinación entre el Ministerio de Transporte y el de Vivienda frustró los planes. "Un día llegó una grúa y empezaron a construir la C-58 en lugar de terminar la urbanización", relata el alcalde. Al final, el proyecto diseñó 5.400 pisos destinados a albergar unos 27.000 vecinos.
Desde el aire, el conjunto urbanístico dibuja la silueta de la península Ibérica. Desde el suelo, Badia se convirtió pronto en símbolo de lucha. La precariedad de servicios, la falta de limpieza en las calles y la dependencia administrativa de Barberà y Cerdanyola alimentaron años de manifestaciones hasta que, en 1994, el municipio consiguió la ansiada independencia.
“No había nada, todo era un campo”, recuerda Andrea Piedrabuena, vecina de las primeras hornadas, junto a su amiga Josefa López. "Empezamos desde cero, ni escuelas ni infraestructuras". Las protestas lograron dotar a la ciudad de colegios, centros de salud, parques e incluso un mercado municipal. Sin embargo, advierten las veteranas, aún queda mucho por hacer: "Hace falta una residencia para mayores", aseguran mientras recorren el centro de su municipio. Un lugar donde tienes que orientarte bien, ya que las calles carecen de placas con sus nombres y, además, no hay un solo semáforo en la ciudad.

Andrea Piedrabuena, una de las primeras vecinas de Badia del Vallès junto a su amiga Josefa López / Ferran Nadeu
"Es el momento de quitarnos el estigma"
A Loli y Antonio les dieron su piso porque ella trabajaba en Telefónica. "Hemos visto crecer la ciudad y, ahora, aquí se vive bien. Es un lujo", aseguran. Sin embargo, Badia sigue enfrentándose al reto de eliminar el estigma que arrastra por ser considerada una ciudad de clase baja. "Es el momento de que se quite su estigma", insiste Martínez.
Esa misma humildad que muchos han querido asociar a la carencia ha sido, en realidad, motor de superación. "La gente aquí no aspira a milagros, pero sí a mejorar, a que sus familias vivan mejor que ellos", reflexiona el alcalde. Lo han conseguido. Gracias a la educación y los valores democráticos que han prevalecido durante cinco décadas, Badia ha sido "un ejemplo de ascensor social".
El reto actual es, además, demográfico. De los 27.000 habitantes que llegaron en los años 70, hoy quedan unos 13.000. “Los hijos de aquellas familias se han marchado a otros municipios”, señala Martínez. Ahora, con la liberalización del mercado inmobiliario, el municipio busca atraer a nuevos perfiles. De los 5.200 pisos originales, unos 4.000 ya han entrado en el mercado libre, y otros 1.000 lo harán en breve.

Loli y Antonio pasean por la avenida de Burgos de Badia del Vallès, la calle principal del municipio / Ferran Nadeu
Cesar Merlín, un joven procedente de Países Bajos, aterrizó hace menos de un mes en Badia del Vallès para establecerse: “Queríamos vivir en Barcelona, pero fue muy complicado encontrar algo. Al final dimos con un piso aquí. Nos gusta la tranquilidad, alejados del bullicio turístico, y sentirnos en contacto con la realidad social. Se nota que es un barrio trabajador, con inmigrantes como nosotros y con historia. Eso le da autenticidad”.
Merlín, que trabaja desde casa junto a su pareja, explica que llevan una vida plenamente integrada en Badia y solo se desplazan a Barberà o Sabadell para salir a distraerse. También han descubierto buenos rincones para caminar y destacan la cercanía con la Universidad Autónoma de Barcelona. “Los primeros días íbamos allí para conectarnos a internet, porque aún no teníamos wifi en casa”, recuerda.
“El momento vital del municipio es importantísimo”, insiste Martínez, quien asegura que la ciudad celebrará su medio siglo de historia. Habrá talleres, escuelas y comisionados que trabajen la memoria intergeneracional y, como gran evento, un acto el 14 de julio de 2025, fecha en la que el Rey emérito inauguró y entregó las llaves del municipio hace 50 años.
Badia del Vallès tiene el PIB más bajo de Catalunya, una economía local con dificultades de trascender su comercio de proximidad. Su renta per cápita también figura entre las más modestas de la región, con una tasa de paro que roza el 15,7% y una cuarta parte de la población con predominio de personas mayores ya jubiladas con pensiones ajustadas. Un 29% de sus vecinos depende de los Servicios Sociales.

Cesar Merlín, un joven procedente de Países Bajos que se instaló en Badia del Vallès hace menos de un mes / Ferran Nadeu
El alcalde, Josep Martínez, señala la necesidad de superar el déficit financiero crónico: "Tenemos un presupuesto muy bajo, de 14 millones, para una población con muchas necesidades. Nos reclaman mejorar aceras y limpieza, pero no llegamos ni a una milésima parte de lo necesario, así que hacemos esfuerzos titánicos".
Martínez añade que la clave pasa por dos factores: "Mejorar la financiación que nos da la Generalitat y activar un par de zonas de actividad económica que tenemos en el territorio". Una de estas áreas, situada en la parte trasera de la calle Oporto, es un amplio solar privado con catalogación para uso comercial y residencial que, según el alcalde, "debería empezar a transformarse entre 2025 y 2026", asegura.
El municipio, que todavía lidia con el estigma de sus orígenes humildes y su histórico aislamiento, afronta además el desafío del amianto en sus edificios. Este marzo marcará un hito histórico: comenzará una intervención que convertirá a Badia del Vallès en la primera ciudad de Europa libre de amianto.
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