#MuchasGanasDe
Un atardecer en el Almadraba Park
Almadraba Park es un hotel fundado en 1969, en la bahía de Roses, por Josep Mercader, referencia de la cocina catalana. Desde su muerte, es regentado por Jaume Subirós, continuador de la idea, y por sus hijos, herederos de la estirpe
Josep Maria Fonalleras
Escritor
JOSEP MARIA FONALLERAS
Al atardecer, paseamos con C por la terraza que da a la bahía de Roses. Cuando te sientas a tomar un aperitivo (pongamos un Negroni, que es la bebida ideal para contemplar la puesta de sol), la silla se hunde levemente en el césped. Es un instante, sólo, y es justo entonces, cuando tomas conciencia de que estás allí donde querías estar y con quien querías estar.
En el Almadraba Park, esta sensación la he vivido muchas veces. Con amigos, con los hijos, con personas que he amado. He estado en celebraciones (la última vez, en verano de 2019, en una fiesta que fue una pausada, armoniosa reivindicación de la vida vivida), en estancias de varios días, en cenas y madrugadas que no se acababan nunca, en largas sobremesas, e incluso he bailado en el comedor, cuando se montaban “las noches del candelabro”, una comida que se cerraba con una discreta sesión musical.
Estamos en aquel atardecer que decía, pues, y, desde el balcón de una habitación, Josep M. Espinàs (que ha escrito en el Almadraba buena parte de sus libros) nos llama y nos dice el secreto de su prosa. "La pregunta que siempre nos tenemos que hacer es esta: ¿Es necesario?". ¿Hay que decir más de lo que conviene decir? ¿Conviene alargarse más de lo conveniente?. Decir las cosas justas, las necesarias. Como escribía Cioran, las que dirías a un gladiador justo antes de que entrara en la arena. ¿Qué más decir, pues, del Almadraba, sin caer en el exceso? Este es un espacio singular, magnético, que te permite disfrutar de la gastronomía del Motel Empordà frente al mar, que ofrece placidez y tradición, un "savoir faire" establecido con los años como una norma de respeto y civilidad, que construye una burbuja ingrávida donde el tiempo se disgrega, se ablanda, se convierte en una ilusión. Pienso ahora en Vinyoli cuando escribía: "ayudémonos los unos a los otros / con paciencia, buen vino, moderación, / para no caer en el descalabro". El Almadraba Park, en la bahía de Roses, es un argumento contra esta caída. Una barrera que evita la conmoción de los días y genera recuerdos que no se marchitan
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