Ella ha abandonado el grupo (4): Clara y Wallapop

Laura no vio la curva. Eva saltó al vacío. HappyMiry no pudo sufrir más su vida feliz. Llega el turno de Clara. Un nuevo caso para Anglarill. El cuarto. Quizá sean cinco. Están como una chota, dice su superior. Ella cree que es el miedo. Siempre el miedo.

Relato de verano de Emma Riverola: Ella ha abandonado el grupo

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Emma Riverola

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Hoy hace cinco años. Como cada aniversario, ha preparado una mesa para dos a la que solo se sentará ella. El mismo menú que se regalaron la última vez. Entonces, brindaron por la nueva vida. Pero no hubo resurrección. Más de tres décadas de complicidad murieron aquella noche.

Desde entonces, cada 13 de abril, Clara convoca al espíritu de la amiga de su infancia, su juventud y buena parte de su madurez. Él era atractivo. También pasional. Y difícil. Rosa se lo planteó como un reto. Un juego. Hasta que empezó a sentirse atrapada, asfixiada, anulada... Muerta. No, mejor dicho, asesinada. Clara aún se pregunta si ella hubiera po- dido evitarlo. Al fin, solo pudo denunciar.

Le encanta esa web de compra y venta de artículos entre particulares. ¡Pero si está su muñeco! Le hacen gracia las coincidencias

Apura la copa. Tiene prohibido el alcohol, pero un día es un día. En su mente no dejan de agolparse momentos. Recuerda las tardes de los viernes, cuando salían del colegio. Hubo una temporada que les dio por jugar con el Blandiblub. Aquella masa de color verde moco con la que eran capaces de pasar horas. Le gustaría recordar el envase. Está segura de que alguien aún debe guardarlo. No puede evitar consultarlo en su móvil. Va directa a Wallapop, le encanta esa web de compra y venta de artículos entre particulares. Ahí está. La vista salta hacia otros objetos. ¡Pero si allí está Pinito! Su muñeco preferido. Y Circus, un juego de mesa fantástico. Le hacen gracia las coincidencias. Seguro que el vendedor es alguien de su edad. Entonces, la oferta de juguetes era limitada. 

Esa noche no duerme bien. Añora a su amiga. Hay algo de amputación en esa muerte que la dejó con la mitad de la memoria. Pero el trabajo se acumula. Pasa toda la mañana sentada frente al ordenador. Escribir y comer a la vez le parece un exceso, así que se permite echar un vistazo a los diarios. La curiosidad le hace volver a esa página de Wallapop. Por la cantidad de artículos nuevos, se trata de una mujer decidida a desprenderse su pasado. La exposición le provoca tristeza, nostalgia.

¡Si es el pañuelo que Rosa le regaló cuando cumplió 30 años! No el mismo, claro. El suyo está en su armario. Pero la nueva coincidencia le parece casi un milagro. Un foulard de seda estampada de una marca carísima. Aún lo guarda. Es precioso. Pero, ya basta, se acabó la distracción. Vuelta al trabajo. El punto final llega cuatro horas más tarde. Está agotada. Siempre evita cansarse tanto, pero cumplir con ese encargo es importante. Cierra el documento y queda a la vista la página de Wallapop. 

Increíble. Los mismos pendientes que Rosa le regaló después de la intervención que la salvó in extremis. Su maldito, querido, imprescindible corazón. Hay algo inquietante en tanta casualidad. Los pendientes no son exclusivos, pero la diseñadora tampoco es muy conocida. Hace tiempo que no se los pone. No sale demasiado, hay que cuidarse. Pero, ¿cómo puede ser? Ante sus ojos, el mismo capazo de mimbre con decoraciones en morado. Ella y Rosa lo compraron en Almería. El mismo descosido en el forro. No puede evitar sentir nerviosismo. ¿Tendrá una suerte de vida paralela con esa desconocida? Observando la cadencia de publicaciones, ahora le tocaría incorporar un nuevo artículo. Refresca la página.

Está mejor aunque impresionada por aquella vida en subasta. La curiosidad la vence. Más objetos. El último...

Su oxímetro. El más nuevo del mercado. El aparato imprescindible para cualquier paciente cardiaco. No entiende por qué lo pone a la venta. A no ser… Lo comprende de golpe. Y el discernimiento le causa una honda impresión. Ella, sea quien sea, ha muerto. Por eso ya no necesita el medidor de saturación de oxígeno en sangre. Por eso, algún familiar ha convertido su pasado en un bazar. Cierra el portátil con aprensión. Esa exposición de la muerte la conmociona. Más aún al sentirla en una vida tan próxima a la suya.

Un baño. Eso le irá bien. Un relajante baño de agua caliente con jabón de lavanda. Durante diez minutos permanece con los ojos cerrados. Se siente mejor, aunque aún impresionada por aquella vida en subasta. La curiosidad la vence. Siempre deja el móvil a mano, por si acaso. Más objetos. El último…

Ha salido precipitadamente de la bañera. Tiene que moverse con cuidado sobre el suelo mojado. Ver el mismo estampado de las cortinas de ducha la ha asustado. Su corazón late demasiado rápido. Se observa en el espejo y no le gusta lo que ve. Parece a punto del colapso. Tiene que tranquilizarse. Trata de modular su respiración, de controlar su movimiento y, sobre todo, de no volver a mirar la pantalla. No hacerlo. No hacerlo… 

Fue solo un vistazo. Espejo modelo Nissedal. Importe: 0 euros. En el cristal, el reflejo de su rostro aterrorizado

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