RELATO DEL VERANO

Selene y los cuatro elementos (7 y último): Luchar contra los elementos

En el penúltimo capítulo, la investigadora descubre que Fulvia, la editora, es la amante de su jefe y, además, mantenía una relación secreta con la fallecida Selene. En una maniobra de despiste, la detective consigue robar el móvil de Fulvia

Selene y los cuatro elementos, relato de verano de Lucía Etxebarria

Selene y los cuatro elementos, relato de verano de Lucía Etxebarria

Lucía Etxebarria

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Respiré aliviada al entrar en la cabina del cuarto de baño y ver que al móvil de Fulvia se accedía mediante patrón de desbloqueo. La mayoría de la gente no sabe que es mucho más fácil acceder a un móvil bloqueado con patrón que con PIN o contraseña. Basta con tener una app que va probando claves con un algortimo hasta que acierta con la adecuada. La app es ilegal e increíblemente cara, pero les garantizo que si eres detective la inversión sale más que rentable.

Al cabo de diez minutos, yo ya estaba dentro del móvil de Fulvia. Entré en WhatsApp. Una rápida ojeada me verificó lo que ya sabía: Fulvia y Marcial eran amantes, y amantes de larga duración.

Curiosamente, ella le llamaba a él “nene”, de la misma forma que le llamaba “neni” a Selene. Me pareció de un gusto pésimo.

Le envié un mensaje a él:

–Nene.

La respuesta tardó en llegar diez minutos que se me hicieron eternos.

–No puedo hablar ahora. Estoy cenando en casa con ella y los niños.

Encima estaba casado. De peor gusto todavía.

No, no podíamos hablar mañana. En dos horas Fulvia se habría dado cuenta de que le habían robado el móvil y lo daría de baja 

–Pero yo necesito hablar. Estoy muy, muy nerviosa. Estoy en casa de Gaia, te escribo desde el cuarto de baño, me he venido aquí para escribirte, ella está en el salón. Los técnicos de Gaia, no sé cómo, han accedido a la nube de Selene. Gaia sabe lo nuestro. Lo de Selene y yo. Y lo nuestro, nuestro. 

–¿Lo nuestro?

–Lo tuyo y lo mío. Ha leído los mails entre Selene y yo.

–Bueno. ¿Y qué?

–Que tiene un informe de dos peritos forenses. No uno. Dos. Que dicen que Selene no se suicidó, que todo fue un simulacro.

–¿Y qué? ¿Y cree que la mataste tú?

–No. En todo caso la matarías tú.

–Qué tontería. ¿Por qué iba a hacer yo eso?

–Por mí. 

–Mira Fulvia, déjalo, ya hablamos mañana.

No, no podíamos hablar mañana. En dos horas Fulvia se habría dado cuenta de que le habían robado el móvil y habría llamado a la compañía para darlo de baja. Antes de que Fulvia hiciera eso yo necesitaba o bien estar convencida de que Marcial no tenía nada que ver o bien tener algo escrito por él que pudiera convencer a un juez para reabrir la investigación. Pensé que había que darle a Marcial en la base de flotación, en el punto débil. Si había pegado a Fulvia cuando se había enterado de que ella se acostaba con Selene, ese debía ser, sin duda, su virilidad.

–Nene, yo no puedo esperar hasta mañana, no voy a poder dormir pensando en que mi hijo tiene un padre que puede acabar en la cárcel. Cometí un error, perdí la cabeza, pero nunca pensé en dejarte por ella.

Quería que se confiara.

–Lo sé, cielo, lo sé.

–Lo que pregunto, nene, es por qué lo hiciste. ¿Fue porque el sexo con Selene era mejor que contigo? 

–No me seas puta, Fulvia. No sabía que te gustaba tanto comer coños.

–Más bien me gustaba que me lo comieran, si quieres saber la verdad.

–Que yo recuerde, eso te lo hacía yo.

–Puede que no lo hicieras tan bien como ella. Eso hay que saber hacerlo.

Necesitaba estar convencida de que Marcial no tenía nada que ver o bien tener algo escrito por él que pudiera reabrir el caso

–Es que hay algunas a las que solo os gusta abriros de piernas y dejar que os hagan cosas, Pero no te preocupes, porque si no te gusta una buena polla, hay muchas que estarán locas por una.

Le estaba cabreando.

–Muy buena no es. Es pequeña y le cuesta levantarse.

(Escribiendo aquello me la jugué a una carta, pero supuse que con 57 años Marcial no estaría para muchos trotes).

–No me insultes Fulvia, que si me buscas me vas a encontrar.

–Y tú no me amenaces, nene, que si te pasas conmigo le cuento a tu mujer lo que haces fuera de casa, ya lo sabes.

–Si le cuentas a ella algo, te mato. Te lo digo muy en serio, te mato.

–¿Cómo le mataste a Selene? ¿Te crees que eso me asusta?

–Tú estás advertida. Va muy en serio. Ya sabes. 

Con eso bastaba. Había un motivo. Una prueba de su carácter colérico, de sus amenazas, y casi una asunción tácita. En otras circunstancias habría sido muy complicado explicar cómo se había obtenido esa conversación, pero Gaia era Gaia, había estado casada con un ministro argentino y era prima de un ministro español.

Cuando finalmente se reabrió la investigación se halló ADN de Marcial en el apartamento de Selene.

Selene fue como la luna de su nombre. De ella queda el recuerdo. Como la luna, brilla aunque está muerta, se ilumina porque refleja el sol de otra cosa, de lo que fue, de las que la admiraban, de las que la imaginaban, de las que veían algo en ella.

Selene dejó un caso cerrado y una novela sin publicar.

Cerrar un caso es recomponer las piezas. Abatir la verticalidad del fuego. Enaltecer la horizontal del agua, ponerle un freno al aire, dos alas a la tierra. 

Cuadrar elementos. 

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