Hallazgo en Barcelona
Un brindis por La Conxita: la joya libresca y musical de Sants
Una de las mecas de las setas de Catalunya organiza este fin de semana la Fira del Bolet
Horrorland: vuelve a Barcelona el mejor parque de terror de Europa
Fiebre por las ‘blind boxes’: nueva apertura viral con cajas sorpresa en Barcelona

Un rincón de La Conxita.

Una semana después de terminada la batalla, todavía humeaban los incendios en un radio de quince kilómetros en torno a la Plaza de Espanya.
En realidad, esto no es la crónica de un plumilla ultraconservador que escribe sobre el Piromusical. Ni debería ser el primer párrafo de este texto. Sucede que estoy de pie en la increíble La Conxita y me ha dado por leer el inicio de una novela de ciencia ficción de segunda mano que venden a buen precio: 'El planetillo furioso', de George H. White, una entrega de 1976 de La saga de los Aznar. Una serie de libros tan de ciencia ficción, como de ciencia ficción es que exista, en esta Barcelona robótica y amnésica, un local tan artesano, y con tanta luz propia, como esta librería y tienda de discos y espacio escénico (una navaja suiza de la cultura asociativa) en el 59 de la calle Vallespir.
Como en realidad me están grabando para un reportaje de la tele sobre Eduardo Mendoza, me da por contar que 'El planetilla furioso' es una novela que el autor catalán escribió cuando vivía en Nueva York como traductor. Escrita un año después de su imponente debut, 'La verdad sobre el caso Savolta', la firmó con seudónimo para poder escribir con libertad sobre lo que el novelista prefiguró con dos décadas de adelanto: la toma del país por parte del alienígena José María Aznar y el aquelarre corrupto, la orla de mangantes intergalácticos, que sería la boda de su hija.
Luego me fijo en las cubetas de discos de segunda mano, donde formulo la teoría de que más o menos en la misma época, Mendoza escribió para Peret 'Canta y sé feliz', su particular homenaje a la locura lúcida y a la violencia risueña de Don Quijote.
Obviamente, me lo estoy inventando todo. ¿Pero de dónde viene ahora mismo tanta euforia narradora, tantas ganas de hacer el payaso? Pues quizá hayan contribuido a mi buen humor todas las estanterías con libros de segunda mano escogidos con esmero, todas estas cubetas con discos usados pero catalogados con mimo, este techo con las vigas al aire, estas paredes con ladrillos a la vista, este suelo como de baldosa hidráulica, todos los complementos (el teléfono de baquelita roja, el cuadro con el Tintín cargado de libros, las sillas de mimbre y madera) de esta librería. Hasta el nombre: La Conxita, ese nombre que ya apenas se pone, ese 'hit' de Pau Riba, esa 'petxina' tan cuca, ese cobertor de cama que nos abriga cuando…
Esta tienda, una joya en Sants, la abrieron tres amigos hace unos tres años. En realidad, el sitio se llama La Conxita porque compraron una colección de discos a la abuela (DEP) de un amigo y, al no saber el nombre, la bautizaron así. De hecho, antes de abrir, ya la habían abierto. Cogieron un local de pladur y empezaron a desnudarlo a ver qué encontraban. Trabajaban con la persiana a medio bajar (o mejor, a medio subir), para que los vecinos pudieran preguntar y proponer qué querían que pasara ahí dentro. Así que ya antes de la inauguración les ofrendaron libros, máquinas de escribir, discos y, si no mirra, al menos alguna birra.
Articulada en tres espacios, iluminada naturalmente gracias a un patio interior, cuidada con el esmero abigarrado con el que un adolescente apasionado (por la música, por la literatura, por la persona de otro pupitre, por la vida) adorna una carpeta con sus cosas favoritas. En la entrada, material nuevo de trinca, con cierta tendencia al libro musical, al ensayo crítico, al fanzine y a la edición libre. Más adelante, butacones y canapés para leer y algunos discos muy bien seleccionados con pop de aquí y de allá, del pasado y de ahora, desde Renaldo y Clara hasta Alton Ellis.
Y luego, en el tercer acto, estanterías a medida con libros de saldo y cajones centrales con rumba catalana a cholón. Por último, un epílogo, una especie de patio trasero donde cualquier poeta lea sus poemas, cualquier músico pueda enseñar sus canciones, cualquiera pueda hablar de lo que le parece importante.
Uno sale de La Conxita como un suertudo lo haría del bingo: más rico. Yo, en concreto, con 'El planetillo furioso' bajo una axila y con 'Brindis', el disco de versiones de Cala Vento, pinzado por la otra. Me siento en la primera terraza y leo la última frase de la novela: “Y ahora todos van a creer que hemos lanzado esa disparatada operación con el único fin de rescatarla”. Y pienso que ese objetivo, el de rescatar Barcelona, ha recaído en sitios como La Conxita. Así que brindo por ella.
Suscríbete para seguir leyendo
- Así están las encuestas de las elecciones en la Comunidad Valenciana
- La Comisión incluye a España entre los países sometidos a una 'desproporcionada' presión migratoria y optará a ayudas
- La entidad CaixaBank pone a la venta una vivienda adosada con 2 dormitorios y patio por solo 29.000 euros
- Los Premios Princesa de Asturias, cada vez más distanciados de la sociedad
- El paseo de Gràcia estrena la Navidad con un árbol gigante inspirado en Gaudí
- En Sant Esteve Sesrovires, pueblo de Rosalía, hay olivos y mucho aceite
- El bonito pueblo costero a tan solo 20 minutos de Cornellà
- El fabricante de salchichas alemanas Schara cierra su planta en Barcelona y despide a 56 personas