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Ambiente en el Sónar.

Ambiente en el Sónar. / Jordi Otix

Miqui Otero

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Llegan en primavera, como los vencejos. Y como esas pequeñas aves tienen preferencia por las ciudades para anidar temporalmente: unos en las cornisas, los otros en airbnbs y hostales.

Los vencejos hoy están en Tanzania, cerca del lado Victoria, y poco después (tras dos meses de vuelo) ya andan por aquí. Y estos otros pueden estar hoy tomando una pinta en el Soho de Londres, o cerca de la estación Victoria, y poco después (tras dos horas de vuelo) ya merodean por aquí: son los pájaros festivaleros. Pájaros, en todas las acepciones del término.

Tanto a los pájaros migratorios como a estas aves de festival les encanta volar bien alto, aunque unos usen sus alas y otros las alas que les dan las sustancias que manejan. Los vencejos pueden comer, aparearse y hacer absolutamente de todo en pleno vuelo, algo que comparten con esta otra especie estacional de los eventos musicales.

Entre el Primavera Sound y el Sónar

Aunque pueden estar aquí de la primavera a final de verano, los pájaros de festival se concentran muy especialmente durante estas dos primeras semanas de junio, entre el Primavera Sound y el Sónar. Su ciclo biológico es infalible, así que vienen cada año en la misma fecha y muchas veces regresan al mismo nido. Se pasean en bandadas de unos cuantos, con la mirada lateral, graznando en idiomas incomprensibles y arremolinándose a cualquier hora para recoger migas o platos en las terrazas barcelonesas. Ni los vencejos ni estos pájaros tienen una hora para comer o cenar, sino que lo hacen cuando se lo pide el cuerpo: picotean y pican a cualquier hora y en pleno vuelo, estando por así decirlo, arriba (high). Revolotean alrededor de los autóctonos, que intentan refrescarse el gaznate en su bar de confianza.

Los pájaros de Primavera (y Sónar), muy especialmente los machos de mediana edad, suelen exhibir colores como de plumajes exóticos: esto es, camisas, a menudo de talla escasa, estampadas de colorines que desafíen los rigores de la edad adulta. Bailan y se cortejan, como hacen otras aves, con movimientos a veces algo robóticos. Llevan, como las anillas que se anudan en las patas de los pájaros para controlar sus movimientos, pulseras de colores en las muñecas en las que quedan registrados sus movimientos bancarios.

Público del Sónar.

Público del Sónar. / Jordi Otix

Se comenta que el cambio climático afecta a estas especies nómadas. Entre 1998 y 2020 se ha reducido en un 27,2% la población de vencejos que llegan a nuestro país, algo que no podemos decir de los pájaros de festival, que siguen fieles, aunque padeciendo cada vez más las altas temperaturas. Los primeros vienen aquí a criar y los segundos, muchas veces, a escapar de los críos. Eso sí, para la conservación de unos y otros se invierte dinero público.

La relación entre vencejos y humanos, como entre festivaleros y barceloneses, es más bien mínima, más allá de los avistamientos y de compartir espacios. A veces las palomas son demasiadas y se habla de depurarlas, algo drástico que aún no se ha dicho del pájaro festivalero.

Pero ahí están, como cada año. Gustavo Adolfo Becquer escribiría un poema de esto: “Volverán los oscuros pájaros festivaleros, en tu terraza sus huevos a colgar”. El pájaro festivalero le pondría una base guitarrera, o reggaetonera, a estos versos, para tararearlos en el vagón de metro en el que tú viajas o en la mesa del bar al que tú vas el resto del año. 

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