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Golf en alta mar: esta es la única bola del mundo con comida para peces

Ecobioball, se llama. Se la ha inventado un ingeniero de Barcelona. Aquí se fabrican y se venden a más de 65 países. Carnaza eco para los nuevos peces gordos del golf

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Albert Buscató, el inventor de las Ecobioballs, juega al golf en un catamarán de Tur Tur Experience.

Albert Buscató, el inventor de las Ecobioballs, juega al golf en un catamarán de Tur Tur Experience. / Ana Sánchez

Ana Sánchez

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Coges el palo de golf, pones la bola en el ‘tee’ y te colocas delante del mini césped artificial con aires de Tiger Woods. Pareces más bien un espadachín borracho dando palos al aire. Es el vaivén del catamarán, te justificas. Te miran con la misma cara de circunstancia que Pedro Sánchez en su última rueda de prensa. Aquí el ‘green’ es azul. Este golf se juega en el mar. “¡Hoyo 1 en el Vela!”, indica el capitán. Golpeas la pelota y acaba haciendo chof frente al hotel W sin que se te aparezca Greta Thunberg maldiciéndote. Estas bolas no solo son biodegradables. “Es la primera y única bola de golf del mundo que libera comida para peces”, detalla su inventor barcelonés. Buffet libre marino a golpe de swing. Carnaza eco para los nuevos peces gordos del golf. Ya se vende, detallan, en más de 65 países

Han hablado de estas pelotas desde la BBC hasta la CNN. De Miami a Japón. “La bola de golf que alimenta a los peces”. Ecobioball, se llama. Es el Huevo Kinder de los Nemos. A estas alturas, ha pisado más yates e islas paradisiacas que Victoria Federica de Marichalar. Se ve mucho vip en sus ‘highlights’ de Instagram: golfistas, influencers, artistas, modelos. Del DJ Steve Aoki al James Bond Pierce Brosnan o al multimillonario Richard Branson. “Nos compra desde hace mucho tiempo –apunta Albert-. Suministramos bolas a sus dos islas privadas”. 

Albert Buscató, 56 años. Él ya hablaba de conciencia ambiental cuando Greta Thunberg iba al parvulario. Hace 15 años que montó su empresa eco: Albus Golf. Habrá vendido - calcula-, más de dos millones de ecobiobolas por el mundo. Y eso que él ni siquiera juega al golf. “Ya jugaré cuando me jubile –se ríe-. Me falta poco”. 

Albert Buscató muestra las Ecobioballs.

Albert Buscató muestra las Ecobioballs. / Ana Sánchez

Es hijo del exbaloncestista Nino Buscató, uno de los mejores bases de Europa de su época. Se da por hecho que sabe tocar bien las pelotas. “Las toco muy bien”, –se ríe él-, sí, sí”. Siguió los pasos del padre. “Hasta que me rompí las rodillas”, recuerda sin drama. Tres fracturas de ligamentos cruzados. Y siguió su vida como ingeniero agrónomo. Hasta que se despidió del trabajo a los 38. “Quería cambiar de vida”. Otra vez. Acabó de año sabático en Nueva York. Allí se le encendió la bombilla -“la idea loca”- en una cancha de golf de Chelsea. Estaba rodeada de redes para que las bolas no acabaran en el río Hudson. “Tendría que haber una bola –pensó- que se pudiera tirar al agua sin contaminarla”. Y empezó a investigar en 2008. En 2010 tenía el primer prototipo. “Probamos de todo”. ¿Su misión? “Que no solo no contaminara el medio ambiente, sino que aportase algo positivo”. Metió en las bolas un pica-pica para peces: 18 gramos de comida. Es casi lo que pesa el alma humana (21g).  

“Hemos conseguido suministrar producto en más de 65 países”, saca pecho. Albert habla en plural por pudor. “Hablar de mí es como muy egocéntrico, pero en realidad yo me lo guiso y yo me lo como”, se ríe. “No tengo empleados ni socios, tengo proveedores y clientes –se encoge de hombros-. Mi empresa es mi ordenador, mi móvil y mi know-how”. Siempre ha fabricado en Barcelona. Tiene más de 40 proveedores en el área metropolitana. “Todos son diferentes –cuenta con más secretismo que si hablara de la fórmula de la Coca-Cola-. Nadie sabe lo que hace el otro”. 

Aún tiene en la oficina la Moleskine en la que apuntó todo su ‘brainstorming’. También tiene enmarcada su primera factura: las primeras Ecobioballs se estrenaron en un hotel de Maldivas en 2010. El primer año vendió 8.000. Ha alcanzado picos de 400.000. “El 99,95% de nuestra facturación es fuera de España –añade-. Vendemos la mitad en EEUU”. En 2013 abrió una filial con almacenes en Miami. Hace año y medio que se sacó de la manga otra bola que alimenta: la Ecocoralball, con comida para corales. 

“Cada vez se conoce más”, asegura Ignasi Ticó. Él es el director de Tur Tur Experience. Hace más de 10 años que monta eventos en catamarán. Lleva una década comprando Ecobioballs para sus sesiones de golf en alta mar. Normalmente se las piden para ‘team buildings’. Además de golf acuático, organiza vermuts a toda vela, puestas de sol y hasta regatas para empresas. Ofrece precios especiales para residentes en Barcelona.

Al principio uno se siente más desubicado que Abascal intentando hablar francés. Se te pasa en cuanto haces hoyo al primer intento. Hay mucho postureo marítimo con palo de golf por el mundo: se juega en playas, yates, acantilados, cruceros, embarcaderos. Mar, ríos, lagos, estanques. Se ve a golfistas dándole al swing hasta en plataformas marinas y cubiertas de submarinos. Las Ecobioballs las compran sobre todo hoteles, aunque a Albert se las han pedido (sin comida) hasta para desatascar tuberías. El pack de 100 unidades cuesta 144 euros. 1,44 por cada biobola que acaba en el agua.  

“Esto lo podríamos escalar –le ha planteado algún inversor- y multiplicar por 10 tus ganancias”. “Es que no me interesa –asegura Albert-. Tendría que contratar a 1, 5, 10 personas, viajar más… Yo trabajo para vivir, no vivo para trabajar. No quiero ser el más rico del cementerio”. 

Todos tenemos ideas, dice. Lo complicado es sacarlas al mercado. Él ha dado conferencias, charlas motivacionales, mentoraje en la universidad. “Yo estuve dos años sin ganar dinero, viviendo de mis ahorros. Me la jugué”. ¿Que qué ha aprendido de todo esto? “A enfocar la vida de otra manera –responde-. Sabiendo que nada es para siempre. Que ganar dinero no debe ser el objetivo. Yo voy con una 'scoopy' que tiene 25 años y soy feliz. Pero ya no trabajo los viernes”. 

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