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Escaparate del Taste of America de la calle Aragó.

Escaparate del Taste of America de la calle Aragó. / M.O.

Miqui Otero

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Horas antes del Día de la Liberación, el muy bélico nombre con el que Donald Trump ha bautizado la jornada en que anunció el ataque definitivo de aranceles, la fecha clave de la guerra comercial que ha sacudido la economía global, yo estoy mirando con mucha curiosidad un bote de salsa barbacoa Jack Daniels con sabor a miel.

Qué mejor que darse a la bebida, incluso en la salsa de las costillas, en un momento así. Entrar hoy en un Taste of America, la cadena de supermercados con productos de importación yankis, debe de ser algo así como comprar, el día que empezó alguna guerra, en los comercios de las bases militares de EEUU, donde hace décadas vendían todo tipo de objetos de consumo recién llegados del país de origen.

Lo retrata muy bien Felipe Benítez Reyes en su imprescindible novela 'El azar y viceversa', donde cuenta cómo la modernidad entró de pleno en Rota cuando los estadounidenses llegaron. De repente, esos niños del franquismo se compraban zippos y Levi’s 501 y discos de Jimi Hendrix.

Las pizzas que come Marty McFly

Obviamente, los tiempos han cambiado. Existe internet y los supermercados actuales no son los colmados rurales de entonces. Pero uno aún conserva las ganas infantiles de comer lo que comen y beber lo que beben los personajes de las películas y las series. Recuerdo muy vivamente desear con todas mis fuerzas comprar esas pizzas diminutas como pastillas, que se agrandaban mágicamente en el horno de 'Regreso al futuro II'. O de degustar los Macaroni & Cheese de la marca Kraft que se zampa Macaulay Culkin en 'Solo en casa', para descansar un ratito de la faena de machacar a los ladrones que lo acosan.

De hecho, Donald Trump tenía un cameo en 'Solo en casa II': le indicaba el camino hacia el baño al protagonista en el hall de su hotel. Yo hoy al presidente de los EEUU le preguntaría lo mismo, si me cruzara con él, para ir a vomitar por lo que representa y anuncia.

No existen, y eso que hemos llegado ya al futuro, las pizzas que come Marty McFly, pero sí muchas otras cosas. Los anaqueles de Taste of America (yo visito el de la calle Aragó, pero hay hasta 14 en toda España) son la viva imagen del esplendor tecnicolor que debían de envidiar algunos ciudadanos soviéticos. Vinagretas marca Paul Newman, Nesquick de plátano, sirope de jarabe de arce, Mike & Ike Red & White Candy (caramelos con los colores de la bandera yanki), cereales Lucky Charms o Fanta de mora. Todo lo que no sabías que existía pero existe, en la ficción o en la realidad.

De hecho, la supremacía de la ficción yanki ya no es tan rotunda, porque también hay galletas de El Juego del Calamar (Corea del Sur) o bebidas energéticas de Bola de drac (Japón). Pero es difícil no sentirse un poco niño. Ahora quizá ya no te importan tanto esos macarrones al microondas, pero sí esos cereales Honey Nut Cheerios que come Omar Little, el Robin Hood de la serie 'The wire'.

Salgo de ahí con una bolsa de patatas Rap Snacks, del grupo de hip hop Migos. Tiene su miga, porque se separaron hace un tiempo, cuando mataron a uno de ellos en un tiroteo. Las saboreo desde fuera, mientras miro un personaje vinilado en el cristal del escaparate. Es Moquete (o Slimer), el primer ectoplasma que capturan en 'Cazafantasmas'. Es innegable su parecido con Donald Trump, el presidente fantoche que arruina esa fantasía yanki con la que muchos crecimos.

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