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El taller de joyas modernistas escondido en un estudio de piercings en Barcelona
Este joyero disfruta más haciéndote agujeros por el cuerpo que Trump poniendo aranceles. “No existe nada así”, te garantiza. Este estudio de Gràcia esconde un taller donde se fabrican mini joyas de oro de 18 quilates para piercings. Hacen "proyectos de oreja"
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Sergi Genera trabaja en el taller de joyas dentro de su estudio de piercings de Gràcia. / FERRAN NADEU


Ana Sánchez
Ana SánchezPeriodista
En vez de “¿cómo estás?”, a ella le preguntan “¿que has hecho qué?”. No sabe cocinar, pero sí tirar hachas. Si le haces una pregunta retórica, lo más probable es que la responda. Autora de ‘Barcelona increíble’ (Ediciones B).
Letras doradas a la puerta, local blanco impoluto, sonrisas sin prisa. No hay que ser el Tío Gilito para intuir que aquí se maneja oro del bueno. “No existe nada así”, te garantiza Sergi. Las suyas son joyas de kilómetro 0. Las fabrica tras una cristalera a apenas un par de metros del mostrador. Tienen miles de visualizaciones en Instagram. Pero no te confíes. Este joyero disfruta más haciéndote agujeros por el cuerpo que Trump poniendo aranceles.

Mostrador de Joies Genera. / Ferran Nadeu / EPC
“Estudio de piercings”, se lee en la puerta de cristal. “Yo lo llamo estudio porque aquí estudiamos al cliente”, detalla el propietario. Joies Genera (plaza de la Llibertat, 26). “Dudo que haya algo así en Europa”, asegura Sergi. “Lo especial de este lugar es que tú entras, te fabrico la joya y luego te la pongo”. El estudio incluye su propio taller de joyería de oro: solo para piercings, sí. Todo en oro de 18 quilates. “Una forma de darle la vuelta al gremio: juntas dos mundos que son absolutamente distintos pero van de la mano”. Aquí se venden piercings-joya artesanales de hasta 850 euros. “Quiero hacer de 3.000 y 4.000”, adelanta Sergi.
Sergi Genera. “El turista infinito”, se ríe él. Ya tiene asumido que lo confundan con guiri. Es de Barcelona, 40 años. Tiene perforaciones en el cuerpo que pondrían los pelos e punta a un faquir. Se ha agujereado orejas, nariz, pezones, también genitales, “claro”, da por hecho. “Fue mi tercer piercing, pero no me dolió tanto”, responde a tus muecas de dolor.
Genera es el apellido de su madre. 15 días después de que muriera –recuerda-, supo que sería padre y se cambió de orden los apellidos para que su hija lo llevara. Es padre, perforador, joyero, por ese orden. Su hija aún no tiene ni agujeros en las orejas. “Yo creo que cualquier práctica se tiene que hacer con consentimiento –justifica él -. Y mi hija nunca me ha pedido un piercing (tiene 3 años). El día que me lo pida, yo se lo haré, explicándole cómo se hace, explicándole que duele y que se tiene que cuidar”.

Sergi Genera posa en su taller de joyería de oro para piercings. / Ferran Nadeu / EPC
¿Qué es un piercing? “Para mí es un ritual”, responde Sergi. “Mucha gente se piensa que es una moda, pero lleva 50.000 años con nosotros. La primera joya creada para atravesar el cuerpo –tira de arqueología- es un hueso de canguro que se encontró en Australia para decorar un septum (el del tabique de la nariz)”. En Europa se expandieron por el mundo underground. Ahora se ha pasado de los punks hiperperforados a las Kardashian con piercings de oro y diamantes. “Ahora es usual –asegura- que una persona se ponga mil euros en una oreja”.
“Hay un antes y un después a la hora de hacerte una perforación”, te adelanta Sergi al tumbarte en la camilla. Te pones tan nerviosa como cuando hiciste el primer test de la 'Superpop'. Tu primer piercing a los 50. Sergi te da las gracias. “Gracias a vosotros puedo vivir de lo que me gusta”, sonríe. Y te invita a coger aire con él. “Relájate. E intenta disfrutar”, dice acercándose con una aguja en la mano. “Es mucho menos de lo que te imaginas”. No te da tiempo ni a decir “auch”. “El piercing es un ritual –insiste-y la magia de esto es que conlleve un cierto dolor. Igual que el tatuaje. Igual que cualquier arte corporal”. El dolor se pasa en seguida. En cuanto te coloca una joya de oro.

Sergi coloca su logo en oro blanco justo después de hacer una perforación. / Ferran Nadeu / EPC
Hace 19 años que empezó a hacer piercings. Hace 8 que se metió en la joyería. Estudió con el maestro Antoni Farré. “Hice un curso de alta joyería modernista –recuerda-. Ahí me explotó la cabeza con los esmaltes. Eso no existe en el piercing. Somos la única marca de joyería para piercing que utiliza el esmalte al fuego”. Ese es su sello de identidad: “Piercing mediterráneo”, resume. “Ahora quiero hacer una línea más modernista -te enseña un pieza minúscula-. Esto puede ser un trozo de trencadís del Parc Güell”.

Muestrario con los piercings más floridos. / Ferran Nadeu / EPC
Su estudio de Gràcia lleva abierto apenas 9 meses. “El perforador siempre ha sido un anexo al tatuador –lamenta-. A la hora de abrir esto, mucha gente me decía: ‘Estás loco, ¿solo piercings?’. Yo quería demostrar que el piercing se mantiene solo. El piercing bien hecho”. Ese es su objetivo: “Poner el piercing al primer nivel”. Estas minijoyas son biocompatibles, con el pulido justo para que no se acumule suciedad, justifica Sergi la especialización. “Están hechas para pasar por dentro del cuerpo”.
“Hay tantas clientas de tu perfil –te dice-: gente que no lleva perforaciones pero ven esto y quieren llenarse la oreja”. “Proyectos de oreja”, los llama Sergi. “Tengo esto -te enseña una libreta con orejas dibujadas-. Te quedaría bien aquí, aquí y aquí –va llenando de piercings una oreja del bloc-. Aquí se puede poner un aro con cadena, una estrella, aquí otro aro con cadena”. Se lo piden clientes de 28 años a 60. “Y no solo gente con dinero –puntualiza-. A partir de 60 euros te puedes hacer un piercing” (de titanio “grado implante”).

Detalle de una de las joyas de Sergi Genera trabajándose en el taller. / Ferran Nadeu / EPC
“Assumpta Bou – ella se dedica a la joyería arqueológica- tiene una frase que me gusta mucho: ‘Hay dos tipos de clientes, los que quieren demostrar lo que tienen y los que quieren demostrar lo que son’. Nuestros clientes vienen a buscar artesanía, vienen a buscar un amuleto. Pequeñas joyas personalizadas”. ¿Y qué fue de la parte reivindicativa del piercing? Sergi sonríe: “Seguimos siendo punks en esencia”.
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