Conde del asalto

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Miqui Otero

Miqui Otero

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La he leído en novelas y la he visto en películas, pero también he presenciado la escena en directo. Ahí está la persona que se sienta sola en la mesa de una terraza con el mantel y el servicio puesto. Podría esperar a alguien, pero el caso es que ya se está acabando la caña y aún no ha aparecido. Ahora, el protagonista se decide a echarle un ojo a la carta. Sin apartar la mirada del cartón, se le humedecen los ojos y, en fin, llora.

Veamos: si la escena sucede en Barcelona ese llanto se puede deber a muchas cosas. Para empezar, la mayoría de sitios donde se sirve paella no se sirve paella, sino arroz con cosas, a veces incluso precocinado, así que es entendible su llanto Paellador. Como seguimos en nuestra insigne (y cara) ciudad, también puede ser que llore simplemente porque ha visto el precio.  

Sin embargo, conocéis la escena y está muy clara. Su protagonista, en películas y novelas, acaba de leer en la carta, justo antes del llanto, la frase: “Paella, mínimo dos personas”. Es decir, siendo soltero no podrá comerse una paella si es que no quiere volver a casa con un tupper y sin bastantes euros. En estas ficciones, se supone que esa imposibilidad, esa frustración cotidiana, ese constatar que el sistema no está montado para él, es la perfecta metáfora de la zozobra del personaje a solas ante el mundo.

Single Awareness Day

Esta columna iba a ser sobre el día de San Valentín, sin ir más lejos. Pero mi jefa me avisó de que al día siguiente se celebra el Single Awareness Day. Si bien existe otro día mundial de la soltería, el 11 de noviembre, se supone que en este caso se creó, hace dos décadas, como reacción a la matraca consumista y romántica del 14 de febrero.

Según el INE, hay más de 14 millones de solteros en España y una cuarta parte de los hogares son unipersonales. Y, aun así, más allá de la paella, el mundo está montado para vivir en pareja, y con hijos, desde las bandejas de muslos de pollo de los supermercados hasta el tamaño de una lechuga, pero, sobre todo, el precio de la vivienda. De hecho, leo que un soltero acaba gastando 7.500 euros más al año y pagando hasta un 34% más por el seguro de su coche.

No soy quién para hacerlo, pero propongo tomar, horas después, todos los sitios pisados horas antes, durante San Valentín, por esas parejas con instagrams de esos conjuntos (manuelclaramor o sofiantoniolove, ya saben) de mucha puesta de sol y escena doméstica. Tomen los 'singles', pues, los búnkeres del Carmel, donde los tortolitos han osado celebrar el amor donde hubo guerra, suban al Observatori Fabra a sentirse más cerca de las estrellas (y más lejos de las logísticas domésticas), piérdanse por el Laberint d’Horta y, llegado el caso, tírenle la caña a la estatua de Eros que hay en el centro, vayan a La Tagliatella como si fueran millennials en la primera cita con ustedes mismos, invítense a dos copazos en el Bosc de les Fades. Ahórrense ir al Duvet o al Snooker, canónicos sitios de solteros. La propuesta es que respiren y festejen que no se tienen que comer restos de plátanos pochos que dejan sus hijos ni responder ante su pareja por la hora de llegada. Tomen aire. Piensen que seguramente la paella aquella sabía a rayos, como la mayoría en Barcelona. Es su día. Es su ciudad. Sobre todo, no tecleen Día del Soltero en Google. Yo lo hice antes de escribir esto y me salió el siguiente titular: Día del soltero. ¿Dónde ligar en Barcelona?

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