Barcelona singular
Sant Medir de la Bordeta: una Barcelona asombrosa que ya (casi) no existe
Marc Piquer, el tuitero explorador de @Bcnsingular, te lleva de ruta entre bocatas kilométricos, edificios con pecas y rincones con aroma a pueblo

Uno de los bocatas kilométricos de Ca l’Anglés: osobuco con pimiento y cebolla. / Marc Piquer


Marc Piquer
Marc PiquerPeriodista
Soy periodista desde 3º de EGB, vecino de Can Macians, en les Corts y visitante habitual del resto de barrios de Barcelona, unos 150 según mis cálculos. Me gustan todos, y me gusta casi todo. Quizás un día me veis desayunando un plato de cuchara en el Carmel o en Sarrià, y al siguiente, zampándome unos 'pancakes' en el Raval o la Vila de Gràcia. Ando mucho y, a veces, descubro cosas. No sé guardar secretos. Si quieres que te hable de mis hallazgos, sígueme y te los cuento.
Nos adentramos en uno de los barrios populares de Sants, de tradición industrial y obrerista, y durante años tratado con desdén, hasta tal punto que sus gentes se convirtieron en blanco de todos los chistes, como sucedió con los habitantes de Lepe. Si alguien no sabía desenvolverse con algo, se decía: “Te harán alcalde de la Bordeta”. Este estigma desapareció hace tiempo, si bien alrededor de la iglesia de Sant Medir se mantiene un cierto arraigo de pueblo, repleto de rincones originales y con sabor añejo de los que carece cada vez más Barcelona.
1. Desayunos copiosos
Ca l’Anglés

Carlos Anglés. / Marc Piquer
Llego pronto, que las mesas se llenan en un plis plas. Y antes de que pida, Carlos ya me ha agasajado con varios platillos: sardinas frescas, pimiento relleno de atún y queso fresco, huevos de Calaf con mayonesa… “El cliente tiene que disfrutar, y si se queda con hambre, mal vamos”. Dudo entre probar el bacalao 'a la llauna' -"lo traigo del Ninot y no lleva espinas”- o las albóndigas, muy recomendadas por mi vecino, un 'almorzador' de cuchara casi profesional que si no está como un tonel es porque su otra gran afición es correr maratones.

Desayunando en Ca l’Anglés. / Marc Piquer
El jefe zanja mi titubeo de la manera más satisfactoria: desayunaré bacalao 'amb seques', albóndigas con patatas… y una ración de alcachofas. Así funciona por las mañanas Ca l’Anglés (Gavà, 20) desde que en 1991 Carlos transformó el frankfurt de su exsuegra en la mejor casa de comidas de la Bordeta. Entre semana, muchos estudiantes vienen a por los bocatas, ¡kilométricos! En cambio, los sábados, muy temprano, el bar es lo más parecido a un 'casal d’avis': “Te he guardado unos pies, Josep, que te quedaste con las ganas el otro día”.
Carlos Anglés ha sido testigo de la metamorfosis que ha sufrido la barriada, repleta antaño de talleres, y de fábricas como la Elbe, la Agrupación Vidriera o la Gamo, de escopetas de perdigones, y hoy tan desolada. Cuando él se jubile -no le queda mucho, me anuncia después de invitarme a una lionesa y un orujo-, propongo que en el tradicional pasacalles de Sant Medir, en vez de caramelos, se repartan kleenex.
2. Vidas estrechas
El Pasillo

El Pasillo de Bartomeu Pi, 16. / Marc Piquer
La llegada a la ciudad de los prodigios de inmigrantes venidos de toda España provocó hace un siglo una crisis habitacional sin precedentes que obligó a las administraciones a tomar cartas en el asunto, y promulgar leyes para crear vivienda social y dar respuesta al fenómeno del barraquismo. En paralelo, hubo propietarios que sacaron provecho de solares en desuso, parcelándolos a su gusto para meter ahí casitas, a menudo precarias, organizadas en torno a los llamados “pasillos”. Pocos quedan ya que permanezcan impasibles a los cambios de su entorno, entre ellos este, medio escondido (Bartomeu Pi, 16).

Una estrechez del Pasillo. / Marc Piquer
Cuentan los más ancianos del lugar que en el pasado esto era el corral de una masía, y más recientemente, una posada. A su lado -donde ahora se levanta un edificio nuevo tirando a feo-, había una vaquería. El 'cul-de-sac' que nos incumbe -elevado respecto al nivel actual del vial- es estrechísimo, tiene forma de T, y consta de diez habitáculos, de los cuales ocho no llegan a los 30 m². Sus moradores viven en la escasez, y rehúyen a los desconocidos. Cuando bajes los escalones para abandonar El Pasillo, dejarás atrás una Barcelona de la que no se puede estar orgulloso pero que también existe.
3. Con ecos de Gaudí
Iglesia de Sant Medir

La iglesia de Sant Medir. / Marc Piquer
Que Jordi Bonet i Armengol era devoto de Antoni Gaudí lo prueban sus casi tres décadas dedicadas a coordinar la marcha de las obras de la Sagrada Família. Puso tanto empeño en ello que supo convencer a muchos ilusos de que la finalización de la basílica no solamente era posible sino que estaba próxima. La influencia del genio reusense es palpable en otros trabajos de Bonet, pero en ninguno como en la iglesia de Sant Medir (Constitució, 17), cuya fachada principal no genera demasiado entusiasmo. Tendrás que ir a buscar la calle Bartomeu Pi, o bien acceder al patio de la escuela anexa, para asombrarte de verdad ante su ábside y la cubierta, una sucesión de cuerpos piramidales inclinados, rematados con una cúpula cónica decorada con 'trencadís'.

Interior de la iglesia de Sant Medir. / Marc Piquer
El interior abovedado y la cripta circular son igualmente de lo más peculiares. Esta propuesta transgresora le va como anillo al dedo a una parroquia que en el franquismo fue muy activa en defensa del catalanismo y la democracia. Bajo su techo nació en 1964 el sindicato Comisiones Obreras, y en el presente sigue muy arraigada al barrio, cobijando en sus instalaciones la Colla y la Coral de Sant Medir, y Sants 3, la radio local del distrito.
4. Hay vida sin monas
Bombonería Pons

La Bombonería Pons. / Marc Piquer
Justo antes de Pascua es un crimen no dejarse caer por aquí -la exposición de monas debería de ser permanente-, pero peor delito sería ausentarse el resto del año, por más que ya no puedas poner de excusa el tener un ahijado. Bien lo saben los clientes que con frecuencia acuden religiosamente hasta este templo chocolatero para reincidir en sus pecados, y llevarse bombones; cuando es tiempo de turrones, turrones; y casi siempre, un puñado de 'perlas'. Estos frutos secos caramelizados, con variedad de coberturas, colores y sabores, son la perdición para cualquier goloso sin remedio que ponga los pies en este establecimiento abierto en 1960 por la abuela de Àlex Pons.

Delicatessen del templo chocolatero. / Marc Piquer
Tras jubilarse sus padres, Àlex lleva el negocio, y desde entonces, la Bombonería Pons (Olzinelles, 78) ha abierto un segundo local -en les Corts- y ha potenciado la venta 'online'. Sin embargo, yo recomiendo esperar turno en la calle Olzinelles para poder visitar la tienda histórica y ver al personal trabajando de forma artesanal en el obrador. Asimismo, los ojos se te irán hacia los cuencos a rebosar de nueces de Macadamia, almendras suizas y avellanas negret de Reus, todas bañadas en cacao, o una de las últimas incorporaciones: las bolitas verdes de limón y chocolate de yuzu, muy refrescantes.

Las bolitas de limón y chocolate de yuzu. / Marc Piquer
5. El edificio con pecas
Calle Juan Bravo, 11

Fachada con pegotes del número 11 de la calle Juan Bravo. / Marc Piquer
Al inicio de la Magnificent Mile -la calle más comercial de Chicago- se erige la Tribune Tower (1925), sede del 'Chicago Tribune'. En su base tiene incrustados 149 fragmentos de grandes monumentos del mundo traídos por los corresponsales del rotativo. La colección es extraordinaria: hay trozos que fueron sacados de la Basílica de San Pedro, Notre Dame, el Taj Mahal o la pirámide de Keops. Créeme, pienso siempre en este rascacielos cuando paso por delante del número 11 de la calle Juan Bravo, y eso que se trata de una edificación sesentera de tan solo cuatro plantas. La razón de esta asociación de ideas hay que buscarla en los pegotes que llenan su fachada, y que a partir del primer piso son pedruscos intercalados con los tochos a obra vista.

Otra perspectiva del curioso bloque. / Marc Piquer
“¿A que es bonito?”, me pregunta -sin esperar a que le responda que “no mucho”- Delfín Sebastian, uno de los vecinos más veteranos, que cumple este mismo viernes 81 años. El hombre me aclara que el revestimiento de la parte inferior sí que es 'fake', una licencia del arquitecto de gusto dudoso, y que para la construcción del inmueble, se aprovecharon los cimientos de la finca que lo precedía, de 1890. De hecho, las dos únicas viviendas a ras de suelo que entonces ya estaban quedaron integradas, cada una con su acceso independiente, a este curioso bloque.
Suscríbete para seguir leyendo
- El 80% de los maquinistas de Rodalies son de fuera de Catalunya y muy pocos duran más de tres años
- La Fiscalía cree tener una prueba para hacer tambalear la instrucción de Hurtado
- Un empresario denuncia que testaferros de Aldama se concertaron para apropiarse de un inmueble valorado en 3,7 millones
- Barcelona desalojará un gran asentamiento de chabolas para construir el Parc Central de Vallcarca
- El rincón de Castelldefels que ya está en la historia de la televisión gracias a un 'hit' de Netflix
- Los Mossos detienen a un hombre y a su hija por estafar 3.250 euros en una tienda de Viladecans con el método 'nazareno
- Trànsit estudia llevar a la AP-7 el plan piloto de la C-32 sur para que los conductores reciban avisos en tiempo real de incidencias
- Un fenómeno astronómico dejará Catalunya a oscuras durante 1 minuto