Rebaño activista
¿Por qué han aparecido cientos de ovejitas por las calles de Barcelona?
Están por todo el casco antiguo: mini ovejas de pesebre tuneadas a lo grafiti. Parece inevitable que acaben montando un belén
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EL PERIÓDICO


Ana Sánchez
Ana SánchezPeriodista
En vez de “¿cómo estás?”, a ella le preguntan “¿que has hecho qué?”. No sabe cocinar, pero sí tirar hachas. Si le haces una pregunta retórica, lo más probable es que la responda. Autora de ‘Barcelona increíble’ (Ediciones B).
Barcelona hoy se ha despertado contando ovejas. Ovejitas de pesebre. Ni que fuera una manifestación silenciosa. Hay cientos por todo el casco antiguo: aceras, muros, cornisas, barandillas. La lana blanca tuneada a lo grafiti con colores chillones de protesta. Parece inevitable que acaben montando un belén. “Están desorientadas –justifica el artista tras el rebaño activista-. Buscan el pesebre de la plaza de Sant Jaume. Este año no lo encuentran. Ni lo encontrarán”. Lo han cambiado por una estrella gigante.
Se identifica a la legua ese arte “brilli-brilli”. Es la marca de fábrica de Joan Juncosa. Colores chillones que te agarran de la solapa. “Para concienciar –justifica él-. Que la gente haga el clic”. El suyo es un arte urbano más recriminador que toda la discografía de Shakira. Lo mismo tapa desperfectos de las aceras que arregla los bancos modernistas del paseo de Gràcia o llena Barcelona de urinarios con moraleja. Él habla de hacer un mundo mejor. “No es tan difícil – lo dice con convicción de superhéroe-. Las pequeñas cosas son poderosas”.
“Me pregunto si en una ciudad cada vez más impersonal y globalizada –vuelve al ataque urbano- tiene sentido deshacernos de nuestras tradiciones”. Es la razón de ser de su multitudinario rebaño callejero. “Para mí el pesebre de la plaza de Sant Jaume representaba eso –añade-. El reto de escenificar en el espacio público un elemento tan marcadamente religioso y a la vez hacerlo neutro, para todos”. Por eso ha llenado las calles con cientos de ovejitas formato belén. Miniaturas de 5 cm con grandes aspiraciones. “Para que la gente pueda sentir que sigue teniendo su pesebre en la calle –dice-. Que se sigue velando por sus tradiciones”. El propio artista –adelanta- desmontará la instalación pasadas las fiestas.

Un grupo de ovejas subiéndose por las paredes. / Joan Juncosa
No lleva sudadera con capucha. Él es un artista callejero que da la cara con nombre y apellidos: Joan Juncosa. “Yo respondo mucho por mi proyecto –se encoge de hombros-: tengo muy claro lo que hago, cómo lo hago y por qué lo hago. Y si un día me tocara dar explicaciones, las daré”. No ha tenido que dar ninguna, de momento. Su arte callejero es de quita y pon.

En la plaza de Sant Jaume con la estrella gigante de fondo. / Joan Juncosa
Artista, arquitecto, 37 años. Tiene una libreta llena de “ideas para revolucionar el mundo”. Juncosa se estrenó en las calles de Barcelona hace tres años: entonces era #elchicodelasbaldosas de Instagram. Colgaba ‘panots’ despegables en versión grafitera. Réplicas de colores chillones sobre lienzos de 20 x 20. Llegaron a reaparecer en San Francisco, Jordania, Hong Kong, la Capadocia, hasta en los templos de Petra. ‘Baldosas por el mundo’, se llamaba el proyecto. Se convirtió en un 'street art' colectivo. ¿El reto? “Ayudar a redescubrir la belleza del espacio público –resumía su ideólogo-. A hacerlo más nuestro”.
En julio del año pasado, llenó Barcelona de coloridos urinarios activistas. Collejas en versión artística junto a rastros corrosivos de meadas. “Se ha normalizado que la ciudad huela mal”, puso entonces el dedo en la llaga. Se hizo viral en cuestión de minutos. Salió hasta en la CNN.

Dos de los urinarios grafiteros que aparecieron el año pasado frente a Santa Maria del Mar. / MAITE CRUZ
Este junio restauró ocho bancos del paseo de Gràcia con parches grafiti. “Tiritas de Modernismo 2.0” -las llamó- que ocultaban los agujeros en el trencadís. Toda una metáfora –apuntaba el artista- del peso del turismo en masa. “Espero que se restauren como es debido”, cruzó los dedos. Y así fue: se restauraron apenas 15 días después de su acción urbana.
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