Ruta 'foodie'
Los mejores restaurantes de la calle de moda de Barcelona (y hasta una fuente de cerveza)
Está en el top de los ránkings de los mejores paseos del mundo. Puedes encontrar patios interiores alucinantes, el mejor tapeo, platos top, helados con colas y hasta una fuente de la que sale cerveza
Los mejores bares de la calle más fiestera de Barcelona
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Karel Schroder con su famosa fuente de cerveza, en el patio interior de La Barcelonesa. / Ferran Nadeu
Si no es la mejor calle del mundo, poco le falta. El paseo de Sant Joan es la travesía en mayúsculas, la rue barcelonesa que está perpetuamente de moda. Un marasmo de otakus, ciclistas, friquis, runners, turistas y familias que ven jugar a sus hijos en los parques infantiles. Todos unidos por la atmósfera casi utópica que se respira en todo el paseo, un caldo de buen rollo alimentado por los muchos restaurantes de calidad que se llenan cada fin de semana. Estos son los mejores comedores de una de las mejores calles del mundo, que se dice pronto. Sin trampas para turistas. Sin paellas removidas con escobilla de váter. Así de bien se come en el mejor paseo del planeta.
1. Mar abierto
Arroces y conchas
No hay dos sin tres. El tercer restaurante de Lluritu (P. Sant Joan, 72) ha aterrizado en el paseo de Sant Joan y ha hecho que nos replanteemos aquello de: “Segundas o terceras partes nunca fueron buenas”. Vaya, que ha sido un triunfo desde que subió la persiana. Y no es de extrañar, dada la reputación que se ha granjeado la escudería con sus dos restaurantes de Gràcia. La marisquería urbana por excelencia despliega las alas y se suelta en una carta 100% Lluritu, pero ojo, con personalidad propia. Hay presencia de marisco, por supuesto, platos creativos de interés y unos arroces inapelables, a mi modo de ver los más morrocotudos de todo el paseo.
Los platos se mueven, y siempre hay que estar ojo avizor con los ítems fuera de carta. Pescado, marisco, plancha, paella y algún que otro mar y montaña para el recuerdo. Un festival en el que me enamoro del salpicón de marisco, la parpatana de atún, el ravioli de manitas de cerdo y gamba, la molleja con cocochas y, por supuesto, el apoteósico arroz seco de marisco: si no lo pides, volver con tu ex dejará de ser el mayor error de tu vida.
2. ¿Patio o terraza?
Tan a gustito
Siete meses después de su inauguración, La Barcelonesa (P. Sant Joan, 77) pasa por un momento dulce de forma. Varios factores lo explican: su ubicación privilegiada en una de las mejores calles del mundo, la cocina placentera del jefe de cocina Karel Schroder y un patio interior alucinante (uno de los secretos mejor guardados del paseo de Sant Joan). Tiene hasta una fuente de cerveza.
Las horas vuelan en este espacio amplio y luminoso que sabe cómo seducir a su variopinta clientela sin renunciar a la calidad. Cocina tradicional, con un twist, sin exhibiciones ni concesiones al turista chanclero. Macarrones del cardenal, canelón de rustido, xatonada, carrillera a baja temperatura, costillas de cabrito rebozadas…, los clásicos llegan con un lifting casi imperceptible. También las tapas, como la ensaladilla con alcaparrones y pan sardo, los mejillones al Café de París o el salmorejo con sandía y espuma de mató, presentan retoques de buen cirujano. Para visitas de corto alcance, hay montaditos y artillería vermutera. Por cierto, al patio interior hay que sumarle una concurrida terraza en pleno paseo de Sant Joan. Acumulación de llamadas perdidas de tu pareja garantizada.
3. Capitán Torrezno
Taberna cosmopolita
Para todos los públicos. En el sentido más amplio del concepto. En el Viti Taberna (P. Sant Joan, 62) no se estila la innovación. Prefieren las apuestas sin riesgo, por eso hacen feliz a una amplia franja de comensales, blandiendo todo tipo de 'hits'. Ahí está el inevitable timbal de atún, con su base de aguacate, encurtidos, algas y piñones, para las víctimas de las modas. Y está bueno. No faltan las tapas y aperitivos nacionales. Gildas, anchoas, bravas, ensaladilla rusa, calamares a la andaluza, croquetas…, el 11 inicial de confianza de tu padre, que te felicitará por la calidad de los platillos.
Como medida desesperada, puedes pedir un bao, unos tacos de rabo o un curry rojo para el novio hípster de tu hermana, que te dará las gracias e incluso se ofrecerá a pagar, por una vez en su vida, la cuenta. Pero es que también hay carnes de calidad, guisos tradicionales, ah, y mi plato favorito: unos torreznos de Soria casi perfectos que te dan el mismo hostión que tres latas de Monster.
4. Street good
Pita Hayworth
Cuando me apetece un pita, mi lealtad está con Parking Pita (P. Sant Joan, 56), a mi modo de ver, el paraíso barcelonés de este formato. Aunque es un restaurante dedicado a un icono del 'fast food', su interiorismo invita a quedarse un buen rato. Es un rincón elegante, cálido y sobrio que se despliega en mesas comunitarias, siempre pobladas. Se masca el disfrute en el ambiente. Porque los pitas de la casa son espectaculares. Se fabrican ellos el pan, utilizan materia prima de calidad, someten la carne al carbón (se nota), emplean salsas caseras, y le dan sin miedo a los encurtidos, hortalizas y hierbas aromáticas.
El pita de pollo eco tandori es orgásmico, pero el de cordero está tan rico que roza el delito. Y no todo son pitas. La selección de entrantes mediterráneo-libaneses es una oda a la suculencia: las patatas fritas con salsa 'harissa' y mayonesa de ajos negros, y el 'labneh' con pistachos y alcaparras harán que lamentes haberlos pedido para compartir. Pero ya se sabe: lo que se da no se pita.
5. Bikinis con firma
Más que sándwiches
Los divertidos bikinis de Joan Gurguí son cosa seria. Hay muchas probaturas y muchos análisis detrás de sus planchados. El pan tramezzino, la mantequilla, los ingredientes, los tempos de la plancha, todo está milimetrado para producir los rectángulos más viciosos y crujientes del paseo de Sant Joan. En La Bikineria (P. Sant Joan, 60), los paladares más asustadizos tienen el clásico con jamón cocido de Duroc y queso emmental: nunca falla. Los que vienen a jugar, disfrutarán de la creatividad de Joan a través de joyas como el bikini de pollo a l’ast, con queso gouda y alioli de manzana al horno, o el bikini Deli Beef, con ternera a baja temperatura, salsa pesto y gouda.
Aprovecha para comerte el bikini del mes de mayo, con jamón ahumado, queso edam, cebolla caramelizada y mayonesa de wasabi, pues el de junio ya está calentando en la banda con un relleno de porchetta, pesto y mozzarella que promete dar espectáculo.
6. Golosos amorosos
Helados y ensaimadas
Un 'bon vivant' profesional sabe dejar hueco, por muchas comilonas que le pongan por delante. El postre es sagrado y el helado también. Mientras Donald Trump devora cubetas de McFlurry, servidor coge la vía opuesta para hacer un poco de cola en la sucursal que la heladería Delacrem (P. Sant Joan, 59) tiene en el paseo. Tradición italiana y producto local de gran calidad. Sabores locos como yogur con azafrán, albaricoque con romero, ¡banana split! Se entiende que la gente se acumule sobre la vitrina como los zombies de 'Guerra Mundial Z'. Busca cualquier helado con fruta de temporada y los lengüetazos serán cósmicos. Y no le tengas miedo a los experimentos; hace poco probé uno glorioso de lichi con mandarina y rosas.
En otra dimensión, al otro lado de la misma calle, palpitan las legendarias ensaimadas de una de mis panaderías favoritas, el horno Bertrán (P. Sant Joan, 76), en danza desde principios del siglo pasado. Discos más empolvados que la nariz de Tony Montana. Masa esponjosa, con un punto grasiento. Sabor de antes. Me pirra este dulce. Es una ensaimada 'vintage', que sabe a tu niñez y te mancha de blanco hasta el alma. No dejes escapar tampoco la ‘coca de forner’, otra especialidad obligatoria en esta fascinante cripta.
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