Moda viral

Hasta el gobierno de China los recomienda: los tallarines de este restaurante de Barcelona guardan un secreto

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Tazón con fideos chinos artesanos de Jin Lanzhou.

Tazón con fideos chinos artesanos de Jin Lanzhou. / Instagram

Òscar Broc

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Es la alternativa al omnipresente ramen. Ya han pasado por aquí buena parte de los 'foodies' de Barcelona dejando un reguero de reels virales. Ha irrumpido en la ciudad un espacio que reivindica los tallarines chinos y centra el foco en Lanzhou. El tazón típico de esta ciudad, con ternera como ingrediente pesado y un poso picante muy juguetón, es su principal reclamo. Hasta el gobierno de China lo recomienda: Jin Lanzhou (Aribau, 39). Acaba de colgar en su Instagram la reciente visita al restaurante del vicegobernador de Gansu y el decano de la Escuela de Tallarines. "En esta ceremonia -describen- se reconoce al Restaurante Jin como un centro reconocido en el auténtico arte de los tallarines artesanos de Lanzhou. 🍜 Esto es una conmemoración muy importante para difundir la cultura y la tradición de nuestra gastronomía 😊".

Hace meses que vine a Jin Lanzhou siguiendo la fervorosa recomendación de Marc Escursell, propietario del imperio Demasié, y gran rastreador de buenos restaurantes. Los elogios que Marc dedica a la calidad de los fideos no son gratuitos. Lo primero que veo al llegar es una cocina expuesta. Tras los cristales, los cocineros se mueven entre ollas humeantes y fabrican también los tallarines, allí mismo, partiendo de cero, fresquísimos. Estiran y atizan la masa de los fideos delante de tus narices; hostiones de amor para que lleguen en perfecto estado de revista al bol. Hacen talleres cada sábado.  

Un bol tradicional de Lanzhou que tenemos que pedir a través de un código QR, como si estuviéramos en China, y adornamos con distintos ingredientes, como los huevos de té especiados, que acaban cayendo en el tazón, vaya que sí. Para los fideos, hay distintos grosores a elegir. Pedimos el nivel medio y, mmm, están suculentos, elásticos, golosos como ellos solos. El bol es enorme, así que pedimos un extra de tallarines, no sea que mañana se vaya a acabar el mundo. Y le damos amor también a un delicioso caldo con ternera estofada (y tallarines, por supuesto) que dejaría KO a un equipo de rugby. Salimos a gatas del local con la lección aprendida: con Lanzhou no se juega.