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El mejor pescadito frito de la ciudad: el de La Plata.

El mejor pescadito frito de la ciudad: el de La Plata. / Jordi Cotrina

Òscar Broc

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La Plata. Dos palabras que te ponen firme. Sería extraño dedicarle unas palabras al pescado frito, y no presentar primero mis respetos a la iglesia de este producto. En La Plata (Mercè, 28) se forja el mejor pescadito frito de la ciudad desde hace eones. La especialización es uno de sus secretos, puedes contar las tapas de la carta con los dedos de una mano, pero qué tapas: anchoas, butifarra, ensaladita de tomate con cebolla y vermut de la casa a palo seco siempre. No hacen nada más. Y todo gira alrededor de esos boquerones que fríen en el mismísimo cielo, el plato que da sentido a uno de los garitos más especiales del mundo. Sin exagerar. 

Salgo del Gòtic, y me dirijo a uno de los secretos mejor guardados de Poble Sec. Es el bar La Chana (Poeta Cabanyes, 8), un viaje inmersivo a Sanlúcar de Barrameda, en el que se factura una de las tapas de cazón en adobo (entre otras frituras) más brutales que servidor ha ingerido en Barcelona. La ternura del pescado, el sabor potentísimo, la fritura suave, me vuelve completamente majara este plato y todo lo que sale de la diminuta barra de esta santa sede gaditana con salazones de campeonato. 

Sigo persiguiendo el pescado frito, pero esta vez viajo mentalmente a Londres subido al metro de la Línea 1, porque los restaurantes de The Fish & Chips Shop (Rocafort, 70/ Casanova, 91) han conseguido dignificar y popularizar el fish & chips, un plato maldito que han reseteado en Barcelona con pescado fresco de calidad (merluza de Celeiro), una costra especiada megacrujiente y unas papas fritas sazonadas que no puedes parar de comer. Imprescindible. 

Y sigo flotando en una nube de recuerdos de pescado frito. Pienso en la llangueta con huevos de Casa Güell (Castella, 1) y me apetece volver a Poblenou. Rememoro lo mucho que me gustaba ir a L’Òstia (Pl. de la Barceloneta, 1), a cinco minutos de la playa, y pedir su cono de papel con pescadito frito. Y creo que ya va siendo hora de acercarme al mar, antes de que sea el turismo el que nos fría a nosotros.  

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