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La ensaladilla rusa de gambas al pil-pil de Malparit.

La ensaladilla rusa de gambas al pil-pil de Malparit. / Instagram

Òscar Broc

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Que a nadie se le pase lo que están haciendo Chunlin Yu y su equipo en Ginnan (Aragó, 191), porque me voy a cabrear. Atesoro mis dos visitas a este restaurante como el recuerdo de un primer beso. Quizás exagero, pero en una Barcelona asediada por restaurantes que parecen una fotocopia de una fotocopia, celebro desde la hipérbole que haya cocineros jóvenes y valientes que le den un mazazo a la Xerox. En Ginnan, antes conocido como Gingko, se está haciendo algo distinto con la, ejem, fusión.       

Catalunya y China conviven en su carta de un modo que yo no había visto antes. Y encima, su gran apuesta es la casquería, un “aguántame el cubata” que me encanta, para qué negarlo. Estos días de puente sería mi primera opción, encontrarás sitio, no te molestarán las hordas de turistas y te enamorarás de su oreja de cerdo a la brasa con pepino encurtido (esa textura blandicrujiente, por Dios). O de la lengua de ternera enrollada con calçots. O del meloso de tendones con cocochas de bacalao y habitas. O del flan de guisante ahumado con crujiente de jamón y menta, la demostración de que esta peña juega a otra cosa. 

A lo mejor, eres uno de los desafortunados que, no solo se quedan en Barcelona, sino que , encima, tienen compromisos de consanguinidad estos días de puente. Vamos, que no te libras de la aborrecible comida familiar que llevabas esquivando meses. Sin problema. En Sant Gervasi os espera a todos el restaurante Varela (Pl. Molina, 4), a mi modo de ver, uno de los más eficaces cuando tienes que lidiar con la tribu. Su amplia visión de la cocina sin pretensiones hace de sus tapas, platillos y ollas un seguro de vida.        

Tienes la legendaria tortilla con espuma de patata, una obra de arte que nunca falla y dejará a tu cuñado foodie boquiabierto. Tienes las alitas de pollo deshuesadas y confitadas con salsa de kimchi, para tu prima Gen Z. Tienes las croquetas de fricandó, para que tu abuelo deje de quejarse. Y tienes un arroz milagroso de butifarra y trompetas de la muerte, para conseguir que todos coman en un silencio sepulcral y el mundo, durante unos segundos, te parezca un lugar maravilloso. Varela al rescate. 

Si lo que buscas es una noche tranquila en pareja o una cena con amigos en petit comité, en Malparit (Còrsega, 253) te darán lo que necesitas. Tapas, cocina tradicional, carnes, pescados y guisos con un twist, sin pasarse, todo bien hecho y con producto de entidad. La ensaladilla rusa de gambas al pil-pil es un must mayúsculo. También el tuétano de vaca vieja con tartar de atún, un mar y montaña que levanta pasiones entre la parroquia. Por cierto, el cap i pota roza el escándalo y el flan con nata es la única clausura posible. Que descanses.