Paraísos 'tourist free'
Dos restaurantes para comer en Barcelona esta Semana Santa sin rastro de turistas
¿Esta semana Santa no quieres acabar en una celda acolchada cantando 'Despacito' con acento británico? Escóndete en estos búnkers de cocina tradicional 'tourist free'
Escapadas ‘last minute’ de Semana Santa a menos de una hora de Barcelona
Los mejores planes de esta Semana Santa

La ensaladilla de Casa Pepi. / Instagram
Se nota. Se percibe. Los barceloneses están más irritados que de costumbre. El turismo ya ha tomado la ciudad como si fuera una condena bíblica. Esta Semana Santa la cruzada será sangrienta, no habrá prisioneros, de modo que lo mejor, si no quieres acabar en una celda acolchada cantando 'Despacito' con acento británico, será que huyas. A toda pastilla.
Porque a veces, la verdadera victoria es poner pies en polvorosa. Y para eso está el barrio del Clot, una de las pocas trincheras barcelonesas que resisten. Allí encontrarás Casa Pepi (Sèquia Comtal, 7), un restaurante nuevo que es viejo, me explico: ha abierto hace nada, y apuesta por la cocina tradicional, las tapas y los platillos populares con sello catalán. Y lo hace muy bien. Sin pretensiones. Forjando croquetas de cecina y bombas con piñones de mucha entidad.
Imposible no seguir el rastro aromático de las carrilleras cuando salen de la cocina. Una tortilla abierta con torreznos para ponerse a bailar claqué sobre la mesa. Tartar de corvina muy juguetón. ¿Y ese hígado de bacalao caramelizado? Tan bueno como uno de los postres más lujuriosos que he probado últimamente: el tocinillo de cielo, el mejor búnker en el que refugiarse cuando a Trump y Putin les dé por jugar con el botoncito rojo.
Pero el Clot no es el único paraíso 'tourist free', también puedes esconderte en La Bordeta sin miedo alguno: estás en territorio Tramendu (Parcerisa, 11). Podría recomendar el restaurante madre o la magnífica vermutería de la escudería, pero a mí me pirra la brasería de Tramendu, un reducto de resistencia catalana en el que es más fácil encontrar una vaca leyendo a Proust que un turista borracho. En esta masia urbana uno se encomienda a las brasas y esquiva ascuas, uno se sienta y admira el mantel de cuadros, el mortero, e incluso mete el índice en el alioli para meterse un tiro de vitalidad entre pecho y espalda. Tonterías cero.
Oreja de cerdo a la brasa extraordinaria. Costillas de cordero que hacen llorar a los más curtidos. Peus de porc al calor de la parrilla. Butifarra con judías del Ganxet. ¡Mel i mató! Uno de los restaurantes de cocina catalana más auténticos y contundentes que he visitado… Que los dioses de la 'xatonada' lo mantengan lejos del campo de visión de los turistas por los siglos de los siglos.
PD: Si quieres ir a beber y en tu jarana no hay sitio para grupos de turistas beodos, en L'Hospitalet te espera L’Oncle Jack (Roselles, 32), una barra de verdad, vigilada por el magnífico bartender José Nuñez. Músicón en directo y público 100% local. Salvado.
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