Cartas infalibles

Nunca fallan: estos son algunos de los restaurantes más fiables de Barcelona

Por estos comedores pondrías las dos manos en el fuego. Refugios que no te fallarían ni el día antes del Apocalipsis

La mariscada más barata de España se sirve a palazos en Barcelona

Mejor que en casa: los bares más acogedores de Barcelona

Los 'tagliolini' con ajo y berberechos de Bodega Bonay.

Los 'tagliolini' con ajo y berberechos de Bodega Bonay. / Ferran Nadeu

Òscar Broc

Òscar Broc

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A veces, lo mejor es jugar sobre seguro. Barcelona está llena de trampas gastronómicas y antes de arriesgarse a pisar una mina, lo más recomendable es dirigirse a territorio conocido y contrastado. Son esos restaurantes en los que puedes pisar fuerte porque nunca decepcionan, comedores tan fiables que pondrías una mano en la hoguera por ellos. Todos tenemos un refugio de este tipo: las cocinas que no te fallarían ni el día antes del Apocalipsis. La constancia, el compromiso con la calidad y la hospitalidad les definen. Son infalibles y todo lo contrario que Hacienda: nunca te irás con la sensación de que te han desvalijado.  

1. Rey del Clot

Fiabilidad total

Tengo un serio problema de adicción a El Brases (València, 589), una casa de comidas que enarbola la bandera del Clot con orgullo y defiende la cocina de barrio con armas de degustación masiva: mucha brasa y ollas que burbujean en 'slow motion'. Apenas hay fritos en este restaurante. Su propietario, el gran Toni, no sabe lo que es el ego, confía ciegamente en el poder de la brasa y el guiso, y nunca, nunca baja la guardia. Le adoro. Porque todos los platos que he probado en este búnker son para aplaudir con los pies.

Toni Vilaseca en la barra de El Brases con un plato de albóndigas con sepia.

Toni en la barra de El Brases con un plato de albóndigas con sepia. / Òscar Gómez

La ensaladilla de pulpo me tiene loco. La costilla con reducción de bourbon es un collejón de sabor tan potente que necesitas un par de minutos para recuperarte. El canelón de papada, ternera, foie y setas está para dedicarle varios monumentos. En pocos sitios de Barcelona he comido unos caracoles con alioli tan extraordinarios. Qué entraña tan tierna y jugosa. Incluso algo tan manido como el pulpo braseado es para llorar. “El Brases nunca falla”: lo llevo tatuado en el pecho.  


2. Platillos volantes

Nací en el Mediterráneo 

El cocinero Giacomo Hassan es un seguro de vida. Desde su apertura hasta ahora, he visitado Bodega Bonay (Gran Via, 700) muchas veces y siempre he salido más feliz de lo que he entrado. Su cocina mediterránea de autor es tan reconfortante, que apetece volver y volver. Francia, Italia y España se encuentran en los platillos de una carta con maravillas a descubrir, como el carpaccio de celery con limón y parmesano (lo pido siempre), la tatin de alcachofa o el 'steak tartar' salvaje de la casa.

Y no dejéis escapar los platos con pasta. Los tagliatelle con ragú de cordero son pecaminosos, pero a mí me pirran los tagliolini aglio e oglio con berberechos: cremita. A todo esto, los amantes del vino están en territorio amigo: la bodega de Bonay es una de las más interesantes de la Derecha del Eixample. Chinchín y esas cosas.  


3. Solo para adultos

Asado y planchado 

Ahora que la hostelería barcelonesa parece una copistería (todo son fotocopias), es necesario apostar por negocios con carácter que van a su bola y se toman lo de dar de comer muy en serio. No hay nada en la ciudad que se asemeje a la experiencia Ultramarinos Marín (Balmes, 187). Es un bar-restaurante de barrio, una trinchera bulliciosa y frenética, pero, por muy terrenal que parezca, la comida es de otra galaxia.

Conejo, 'allioli' y patata: trío invencible de Ultramarinos Marín

Conejo, 'allioli' y patata: trío invencible de Ultramarinos Marín / Pau Arenós

Podría extenderme con sus embutidos y encurtidos artesanales, sus escabeches salvajes o su alioli cósmico, pero en esta casa de comidas todo lo que pasa por la plancha o la brasa es de una suculencia y calidad inauditas. Carnes galácticas, curadas artesanalmente, sometidas con precisión quirúrgica al calor. Pescados frescos perfectamente cocinados, sabrosos, de esos que te obligan a chupetear las espinas sin rubor. Una simple patata asada, guisantes, chicharrones o anchoas se convierten en pulidas joyas culinarias que deslumbran. Cocochas, pochas, mollejas, presa, chuletas de cordero…, en esta escudería no lo harían mal ni queriendo. Y ni siquiera por las mañanas se acomodan: sus desayunos de tenedor salen en pantalla con dos rombos.  


4. Mañaneos gochos

Clásico de Gràcia 

Un respeto para Cal Boter. Aquí, palabras como brunch o plant-based suenan a klingon. Bendito refugio el que proporciona este clasicazo de Gràcia que nunca traiciona. Cal Boter (Tordera, 62) es una celebración en familia de la gastronomía tradicional catalana. Cuenta con los sospechosos habituales de nuestra cocina casera, todos bien hechos, con producto de calidad. Y tiene un menú del día a 15,50 € en el que puedes toparte con una sopa de cebolla o una ‘botifarra amb mongetes’ de padre y muy señor mío.

Riñones de cordero con 'mongetes del ganxet' del restaurante Cal Boter.

Riñones de cordero con 'mongetes del ganxet' del restaurante Cal Boter. / Òscar Gómez

Pero Cal Boter es ante todo sinónimo de desayunos de tenedor. Son los fucking amos cuando canta el gallo. ‘Esmorzar català’ en modo radical para disfrutones, a precios razonables: guisos, casquería, tortillas, embutidos, huevos, lo que el señorito necesite para empezar el día subido a un torpedo. 


5. Sushi caramelo

Japonés infalible

No sé cuántas veces habré comido el sushi de Mako (Consell de Cent, 255), imposible llevar la cuenta, lo que sí puedo asegurar es que jamás me ha defraudado. La regularidad de esta taberna japonesa es encomiable: nunca ha bajado el listón de calidad de sus productos, especialmente del sushi, el protagonista de una carta en la que no faltan unas gyozas de carne deliciosas o un bao de cangrejo de cáscara blanda que me encanta.

A lo que íbamos: el sushi. Todas las variantes llevan el sello de calidad Mako. Buen producto, buen arroz y dedicación al detalle. El nivel es alto y los precios también, aunque no exagerados. El resultado son tablas de sushi de grandes prestaciones y piezas de sashimi que son mantequilla. El nigiri de gamba roja o el de anguila se salen. Y en el abigarrado catálogo de rolls, el hosomaki de atún picante nunca me ha fallado, a diferencia de muchas personas. 


6. Pasta la vista

Pesto y dispuesto

Mis padres aseguran que tiene la mejor lasaña de Barcelona. L’Italiano Perso (Homer, 18) es un italiano minúsculo con un encanto especial. La carta es también pequeña, pero va sobrada de carisma. Entrantes básicos como la focaccia, la berenjena a la parmesana o la burrata con tomates están riquísimos, pero la magia de verdad está en las pastas.

El pesto con pistacho es un delirio de lo bueno que está. La carbonara es una gozada, evidentemente. No he vivido ni una sola mala tarde y es el italiano que he visitado más veces en los últimos años. Y sí, mis padres tienen razón: la lasaña es una maldita delicia.  


7. Carta cumplidora

Mar y Montoya

¿Tienes que invitar a comer a tus padres y no tienes ni repajolera idea de adónde ir? Solucionado. En Varela (Pl. Molina, 4) siempre tendrán una mesa para vosotros. Y una carta transversal, apetecible para comensales de distintas generaciones. Más casual que su hermano La Xarxa -justo al lado- y con una terraza ejemplar en la plaza Molina, Varela cumple con creces siempre.

Te puede sorprender con unas potentes alitas con kimchi o un nada despreciable taco de langostino con mayonesa de ají y pico de gallo. Pero también juega sobre seguro cuando te pone en la mesa clásicos como las croquetas de fricandó (buenas) o el arroz de montaña con butifarra y trompetas de la muerte (impecable). Y cuidadito con la tortilla con espuma de patata: más adictiva que gritar “¡Montoya, por favor!”.  

Suscríbete para seguir leyendo