Patrimonio gastro
4 vermuterías clásicas de Barcelona que deberías visitar antes de morir
Bodegas que esquivan la modernidad a golpe de carácter. Estos locales son patrimonio de Barcelona
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La Vermuteria del Tano. / Instagram
Pocos placeres pueden equipararse a entrar en una vermutería clásica, con ese olor característico de conservas, vinagre y vino, con sus plafones de madera arañados por el tiempo y sus mesas de mármol. Estos garitos y bodegas esquivan la modernidad a golpe de autenticidad y actitud: son patrimonio de Barcelona.
La Vermuteria del Tano (Joan Blanques, 17) sería mi primera parada. Ubicada en las entrañas de Gràcia, tiene duende hasta en las ranuras de las baldosas. Es una institución del barrio y la chispa gitana-rumbera de Gràcia corre por sus venas. En casa de Tano no falla nunca de ná. Anchoas, berberechos, banderillas, toreras, alcachofas, todo está bien y recuerda a otros tiempos. Su vermut casero merece ser acompañado por la tapita de pulpo: uno de los artefactos que más me gustan de una casa ya inmortal. Larga vida al Tano.
Y larga vida al Bar Bodega Quimet (Vic, 23), otro megaclásico de Gràcia, que gana el partido por goleada, apelando siempre a la tradición. Es la quintaesencia de la vermutería catalana: barriles de madera vieja, memorabilia histórica y mucho ‘caliu’. Mi combo favorito no tiene secreto, vermutito de la casa, el variado de vermut y mazacote de ensaladilla rusa, una de las más reivindicables e infravaloradas de Barcelona. Si el hambre aprieta, no dudes en saltar sobre sus tapas de cocina catalana: llenan la panza y el alma a partes iguales.
En la otra punta de la ciudad, la Barceloneta, mi elección está clara: iría con todo al Bar Bodega Electricitat (Sant Carles, 15), una institución del aperitivo que no necesita evoluciones raras, ni moderneces innecesarias. Sus antiguas neveras de madera lo dicen todo, aquí se practica el vermut de siempre. Con permiso de la Cova Fumada, la bomba de este garito es una de mis favoritas de la ciudad. Otro de sus iconos es la celebérrima ensaladilla de 'cangrejo', una tapa que los acólitos del Electricitat veneran cual Dios pagano.
En Sant Antoni, manda desde siempre La Bodega d’en Rafel (Manso, 52). He aquí uno de esos bares que sanitizan y refuerzan el tejido social del barrio, un barrio, por cierto, más necesitado que nunca de negocios tradicionales. En esta bodega, la cocina casera más popular y el vermut son palabra de Dios. Normal que la masa de acólitos sea tan numerosa y agradecida. La Bodega d’en Rafel sigue teniendo el encanto de siempre, y sigue ofreciendo exactamente lo mismo: amor de barrio en forma de ensaladilla rusa, cap i pota, anchoas y lo que el disfrutómeto permita antes de explotar.
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