Toma pan y moja

Siete restaurantes de Barcelona que lo petarán en 2025

Es el momento de los vaticinios: esta es la quiniela de los candidatos más firmes a bordarlo este próximo 2025

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Una tapa del bar Malparit.

Una tapa del bar Malparit. / Instagram

Òscar Broc

Òscar Broc

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El viejo 2024 se nos va en la mesa de operaciones. Ya toca sacar las gafas de señora mayor, la túnica con estrellitas y la bola de cristal con incrustaciones de Swarovski. Es el momento de los vaticinios. No tengo las facultades de Rappel, pero algo podremos vislumbrar en ese horizonte cercano que es el 2025.

¿Qué restaurantes triunfarán en la nueva temporada? ¿Cuáles son las apuestas recientes que van a comerse 2025? Esta es mi quiniela con los candidatos más firmes a petarlo en el nuevo año que se nos echa encima. Cocina casera, burgers, fusión, desayunos, luego no digas que no te avisamos.

Bombas en el Clot: casoplón de comidas

Al Bar Pimentel le ha salido un hermano en el Clot. Se llama Casa Pepi (Sèquia Comtal, 7) y también juega sin cartas marcadas. En este novísimo espacio solo catarás cocina casera, ligeramente coloreada con alguna salpicadura de autor. Y ya está. No hay anomalías en la carta. Está todo lo que cualquier disfrutón espera encontrar. Una bomba de la Barceloneta (con extra de piñones) y unas croquetas de cecina que no dejan prisioneros. Unas tortillas abiertas no aptas para menores de 18 años. Unas albóndigas con ceps que tendrían la bendición de tu yaya. Unos impecables calamares a la romana, con un toque de cúrcuma que les da un irresistible color viejuno. Y qué pasada el foie marino con manzana, con un hígado de bacalao que es mantequilla. Para el postre, me hinco de hinojos ante su defensa del tocinillo de cielo, un bocado escasísimo en esta Barcelona entregada al tiramisú y la tarta de queso.

El burger del Raval: rápido y jugoso

El Fast Eddie’s del Born se ha quedado pequeño y aún así la gente está dispuesta ha hacer tremendas colas con tal de probar su maná. Afortunadamente, la casa acaba de abrir Fast Eddie’s (Joaquín Costa, 56) en el Raval, en el mismo local que antaño ocupó el pendenciero Betty Ford’s. Espacio industrial, sin adornos, con los distintivos estéticos de la casa, y lo que realmente importa, las mismas cheeseburgers de siempre, un bocadillo cuya fórmula perfecta poseen. La carne aplastada en la plancha, el queso, las salsas, el pan, los encurtidos, la sinfonía es sublime, todo está en su sitio, perfectamente equilibrado; la simplicidad del burger americano convertida en arte. Un hit que nadie se querrá saltar. Se avecina un 2025 calentito en la calle Joaquín Costa.

Cap i pota de traca: juguetes para compartir

La recuperación de platos y tapas tradicionales es una tendencia imparable. Hay que ser selectivo y afinar la puntería, porque sino te moverás por la nueva escena viejuna barcelonesa como un paquidermo ebrio en un campo de minas. Malparit (Còrsega, 253) es uno de los recién llegados que conviene destacar como zona segura. Lo bien que comí en esta casa no tiene nombre. De hecho, y a pesar de que solo lleva un mes abierto, me veo en la obligación de canonizar su cap i pota, de los mejores que he probado. Y no tengo duda de que el tuétano con tartar de atún será su éxito más impepinable. La ensaladilla rusa de gambas es una gozadita. Y el flan de la casa con nata lo tiene todo para sonar en los 40. El día que visité el restaurante, no cabía una aguja: 2025 pinta bien para los “mal paridos”.

Jardín botánico: digestión feliz

El joven restaurante Fronda Pasaje (Banys Vells, 20) merece petarlo en 2025. Es un formato con voz propia y personalidad. “Cocina botánica” lo llama su impulsor, el prestigioso cocinero y divulgador Máximo Cabrera. En la cocina a la vista de esta casa, el chef argentino y su equipo fabrican platos reconfortantes, suculentos y equilibrados que sortean la ausencia de carne con técnica, ciencia e imaginación. Frutas, verduras, algas, semillas, setas, el arsenal del que se vale Fronda Pasaje es amplio y brilla en platos como el foie de tempeh (espectacular), el tiradito de sandía y tomates lacto-fermentados, la melena de león con chimichurri de cedrón (parece carne de verdad) o el naan recién hecho, un magnífico entrante. ¿Cocina de autor sabrosa que no te penaliza con digestiones de cetáceo? Sí al lujo sin reflujo.

Planchar la oreja: casquería de fusión

Hay fusiones y fusiones, que diría un cuñado cualquiera. Gingko (Aragó, 191) pertenece a las que prestigian tan denostada etiqueta. En la pequeña cocina de este nuevo restaurante se practica una magia arcana que junta lo mejor de la cocina china y catalana. Y no hay miedo a la casquería, lo que agradezco. Porque cuando pruebo la oreja de cerdo con pepino chino, me percato de que estoy en un sitio diferente. Me pasa lo mismo con los ‘peus de porc’ con mandarina o el flan de trompetas de la muerte, platos que te persiguen en sueños y te obligan a volver para exorcizar demonios. Atención, amantes de las bravas exóticas: en Gingko son de berenjena y llevan una salsa picante deliciosa. Me queda pendiente el picantón: ya tengo excusa para visitarlo en 2025.

Desayuna o revienta: 'the morning show'

Soy un devoto del Bar Roma, no me escondo. Pocas eran las dudas acerca de la apertura de su hermanito madrugador. El nuevo Romita (Calàbria, 181) es un elegante espacio que pone en valor el desayuno, pues lo aborda con el mismo estilazo y puntería de su fratello. De hecho, el bocadillo insignia del Roma, el sándwich de milanesa, y otros platos icónicos de la casa, se pueden encontrar también en Romita. Empezar el día con ese brioche con milanesa suena endiabladamente bien. Y regarlo con un buen café de especialidad Nomad ya parece un sueño. Si eres de desayunos clásicos, apúntate esto con rotulador indeleble en el antebrazo: los bikinis son colosales y la tostada con dulce de leche y mantequilla pide a gritos ser una de las más fotogénicas de la ciudad.

Panino bravo: 'cibo di strada'

¿Focaccias artesanas con el prestigioso sello de La Balmesina y todo ahí abajo, cerquita de la playa y las olas? Nada puede salir mal con un plan de esta magnitud. El pizzaiolo Massimo Morbi no tiene suficiente con haber revolucionado la pizza de calidad en Barcelona, que ahora también quiere dejar huella con los bocadillos italianos, una moda a la que se han apuntado tropecientos locales de dudosa entidad. En este contexto, la nueva Focacceria Balmesina (Maquinista, 13) es más necesaria que nunca, pues sabes que te comerás un producto sometido a unos controles de calidad obsesivos, y elaborado con ingredientes frescos y sostenibles. La masa de las focaccias tiene la misma calidad que las pizzas de la casa madre. Todo dicho, señoría. Las verduras de temporada mandan, cómo no. Y en el apartado de embutidos, solo cabe esperar la mejor selección de productores italianos e incluso virguerías como la estrella de la casa, la porchetta casera elaborada con producto de Cal Rovira. La Barceloneta no había crujido tanto en siglos.

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